Pompa y circunstancias adversas para la música clásica en el Reino Unido a pesar del boato de la coronación
La presencia de artistas como John Eliot Gardiner, Antonio Pappano y Bryn Terfel en la ceremonia contrasta con los severos recortes anunciados por el Consejo de las Artes de Inglaterra y la BBC
El pasado 23 de abril, Simon Rattle interrumpió su concierto con la Sinfónica de Londres para dirigirse al público. El director de orquesta de Liverpool, de 68 años, que es la personalidad musical clásica más internacional en Gran Bretaña, había invitado a los BBC Singers para cantar una composición fuera de programa: la cantata Figure humaine, de Francis Poulenc. Una composición a cappella escrita durante la ocupación nazi de Francia y estrenada, en marzo de 1945, por este prestigioso coro profesional.
Pero a esta formación coral, que está a punto de celebrar su centenario, le quedan pocos meses de vida. Los recortes anunciados por el Consejo de las Artes de Inglaterra y la BBC no solo establecen su disolución a finales de año, sino además la supresión del 20% de los músicos de las cinco orquestas sinfónicas que tiene la emisora. Unas medidas que contrastan con el boato musical exhibido durante la coronación de Carlos III, con 12 estrenos musicales y la presencia de artistas como John Eliot Gardiner, Bryn Terfel y Antonio Pappano.
Antes de dirigir a los BBC Singers, en su referido concierto de abril, Rattle afirmó que la música clásica en el Reino Unido está librando “una lucha a largo plazo por la pervivencia”. Atribuyó a la neolengua de 1984, de George Orwell, las expresiones utilizadas por el Gobierno británico de “refrescar la Administración” y “reimaginar la expresión artística”. Y subrayó las graves consecuencias que implica disolver un coro y reducir drásticamente las plantillas de las orquestas radiofónicas: “Estas no son cosas que se puedan revertir más tarde, o comprar en Ikea”, afirmo con amarga ironía.
La pompa musical escuchada en la coronación de Carlos III contrasta con estas circunstancias adversas que vive el sector clásico. Y especialmente porque el rey británico, que en su juventud tocó el violonchelo en la Orquesta del Trinity College de Cambridge, es un activo mecenas y patrón de varias orquestas, como la Royal Philharmonic y la Philharmonia, y de conjuntos especializados, como el Coro Monteverdi.
Entre 2019 y 2020, el entonces príncipe de Gales confesó sus gustos musicales clásicos en varias entrevistas, tanto en BBC Radio 3 como en Classic FM. Habló con admiración de la Pasión según san Mateo, de Bach, de los conciertos para piano, de Chopin; del Idilio de Sigfrido, de Wagner, y de los Cuatro últimos lieder, de Richard Strauss. Pero también destacó a compositores británicos decimonónicos poco conocidos, como Julius Benedict y Hubert Parry.
El propio Carlos III protagonizó hace 12 años, en BBC Four, un extenso documental sobre Parry, titulado The Prince and the Composer. Su música ha sido lo primero que ha escuchado al entrar en la abadía de Westminster (el motete de coronación I was glad) y lo último al salir (su marcha para la música incidental de Las aves de Aristófanes). De hecho, el monarca ha elegido personalmente el programa musical de toda la ceremonia. Una selección mucho más breve y menos interesante que la de su madre, Isabel II, en 1953.
Conviene aclarar que lo visto en la retransmisión de RTVE no incluyó el concierto musical previo a la llegada del monarca a la abadía de Westminster. Una emisión que mostró un gravísimo desconocimiento de la dimensión sonora y musical de una ceremonia de estas características. En el canal BBC News pudo verse ese concierto previó. Comenzó con John Eliot Gardiner dirigiendo tres excelentes fragmentos de Bach, junto al motete Ecce Sacerdos, de Bruckner, al Coro Monteverdi y los English Baroque Soloists.
Prosiguió con Antonio Pappano al frente de una orquesta creada para la ocasión con miembros de varios conjuntos británicos. Abrió con el estreno de una insulsa obertura de Judith Weir, maestra de la Música del Rey, y prosiguió con excelentes interpretaciones de Jupiter, de Gustav Holst, y de la marcha Crown Imperial, de William Walton. Después se escucharon otros estrenos menos atractivos: una composición para arpa y orquesta de Karl Jenkins (con intervención de Alis Huws, la arpista oficial del monarca), Sacred and Fire, de la compositora de cine y televisión Sarah Class (con la intervención de la soprano sudafricana Pretty Yende) y la marcha escrita para la ocasión por el conocido compositor fílmico Patrick Doyle.
El inicio de la ceremonia mejoró mucho musicalmente con la incorporación del sólido coro de la abadía de Westminster. Un conjunto dirigido por Andrew Nethsingha que contó con lujosos refuerzos de otras formaciones, como el Coro Monteverdi. Destacaron en varios momentos, como en el bello motete Prevent us, O Lord, del compositor tardorenacentista William Byrd, que los presentadores de RTVE taparon con sus comentarios. Por fortuna, respetaron el Gloria de su Misa a 4. Más adelante, también se escuchó, de la misma época, un motete de Thomas Weelkes, en conmemoración de su 400º aniversario, y un Amén de Orlando Gibbons.
También se incorporaron a la ceremonia las fanfarrias, compuestas por Christopher Robinson, e interpretadas por los trompetistas de la Royal Air Force. Pero el mayor protagonismo musical lo tuvieron más estrenos. Fue el caso del Kyrie en galés de Paul Mealor, que cantó un solemne y emocionado bajo-barítono Bryn Terfel. Dos versiones del Aleluya, de Debbie Wiseman, para coro y góspel. Un bombástico motete para la entronización de la reina, de Andrew Lloyd-Webber. Y un atractivo Sanctus, de Roxanna Panufnik, que trató de poner una pincelada más moderna, aunque Tarik O’Regan volvió a un tono más evocador en el Agnus Dei.
Escuchamos curiosidades, como un coro griego cantando un salmo, en homenaje al duque Felipe de Edimburgo. Y sonaron piezas musicales muy emblemáticas en esta ceremonia, como Handel y su motete de coronación Zadok the Priest. Confortare, de Walford Davies, contó con la brillante intervención solista del barítono Roderick Williams, aunque tampoco se pudo escuchar por los comentaristas de RTVE. Y se utilizó, además, la Fanfarria de la Filarmónica de Viena, de Richard Strauss, para acompañar las salvas de honor al rey.
Pero los dos mejores momentos musicales de la ceremonia sonaron al final y bajo la intensa dirección de Antonio Pappano. Primero, el motete The King Shall Rejoice, del compositor dieciochesco William Boyce. Y, especialmente, el Te Deum, de William Walton, que también se escuchó en 1953, al igual que la marcha Pompa y circunstancia núm. 4, de Edward Elgar. Esperemos que tener un rey melómano ayude a los británicos, a pesar de sus gustos eclécticos, a no perder su admirable tejido musical. Y ojalá el Brexit no termine haciendo realidad el malicioso título del ensayo en alemán, de 1914, Un país sin música, de Oscar A. H. Schmitz.
Babelia
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