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Diez joyas del cortometraje animado para disfrutar en plataformas con los niños (o sin ellos)

Estudios como Disney o Pixar han lanzado títulos como ‘El viejo molino‘, ‘Looney Tunes Cartoons’ o ‘Mickey Mouse. Get a Horse!’ que se pueden ver en sus plataformas y en YouTube

Un fotograma de Bugs Bunny y Elmer en los nuevos 'Looney Tunes Cartoons'.
Un fotograma de Bugs Bunny y Elmer en los nuevos 'Looney Tunes Cartoons'.WarnerMedia/Boing
Javier Ocaña

Entre un puñado no demasiado grande de series de calidad, estimulantes en el fondo y en las formas, con Bob Esponja a la cabeza, los canales especializados infantiles suelen estar llenos de basura animada. Dibujos feos a rabiar creados ayer mismo, pero que parecen caducados en cuanto salen de su fábrica carente de imaginación. Productos en serie cuya intención solo puede ser la concepción de una generación de niños bobos, o la masacre consciente de los padres, que no tienen más remedio que pulular por el salón durante demasiados años con esas malditas voces como hilo musical de fondo.

Sin embargo, entre toda esa morralla, las plataformas ofrecen también maravillosas posibilidades, tanto de animaciones relativamente recientes como de joyas históricas ganadoras del Oscar al mejor corto desde los años treinta del pasado siglo hasta nuestros días. Por eso nos hemos propuesto escarbar en las programaciones, sacarles del apuro e intentar demostrar que el formato animado, además de poder convertirse en arte imperecedero, puede ser un fabuloso entretenimiento para niños y mayores; juntos, o por separado.

El viejo molino (1937), de Wilfred Jackson y Graham Heid

Entre 1929 y 1939, Walt Disney creó las Silly Symphonies, 75 piezas animadas de corta duración, exhibidas antes de las películas en los cines de la época. En El viejo molino, el título número 68, la conjunción entre la brillante banda sonora, el sonido de la naturaleza y la delicadeza en la expresividad de sus criaturas conforma una obra maestra protagonizada por animales de variadas especies, que habitan el destartalado molino del título: búhos, luciérnagas, murciélagos… En apenas nueve minutos hay melodrama, romance, comedia, aventura, suspense y terror, con la inestimable ayuda de la música (y una especie de metrónomo que sincronizaba fotogramas y compases), el tratamiento de las sombras y de los elementos climatológicos, la exquisita selección de los colores y el arte del dibujo. Por primera vez se usó la cámara multiplano, esencial para explorar las posibilidades artísticas de la profundidad y los efectos de la tridimensionalidad en películas en dos dimensiones. Y esa experiencia previa resultó clave para la espectacularidad de Blancanieves y los siete enanitos, el primer largo de la factoría, estrenado ese mismo año. Sin una sola palabra, lo fabuloso es que los píos de dos pájaros parezcan una conversación comprensible y el croar de un grupo de ranas, una sinfonía musical. Oscar al mejor corto de animación. Disponible en Disney+.

Looney Tunes Cartoons (2019), de Peter Browngardt

El que no esboce una amplia y sincera sonrisa solo con oír la tonadilla inicial de los Looney Tunes es que o no tiene corazón o no ha tenido infancia. Quizá por ello, por la necesidad de seguir legando esas joyas de personajes de la Warner Brothers a las siguientes generaciones, Peter Browngardt, como showrunner, creó en 2019 una nueva tanda de la serie, con más de 200 episodios herederos de aquellos míticos y clásicos, nacidos en la década de los años treinta del siglo XX. En la plataforma hay cuatro temporadas a una media de 30 episodios por cada una de ellas, con dos o tres minicapítulos en cada segmento. O sea, un festín. El cuarto episodio de la primera temporada puede ejercer de paradigma de lo que se pueden encontrar: tres estupendos capitulitos (Dolor de hielo, Visión de túnel y Compañero de piscina), protagonizados, respectivamente, por Piolín y Silvestre, el Correcaminos y el Coyote, y Bugs Bunny y Elmer Gruñón, de inventiva mayúscula y comicidad aplastante. Con orquestaciones musicales inspiradas en la obra de Carl Stalling (22 años componiendo música para los Looney Tunes), y sin reinvención alguna de los personajes; es decir, los de siempre. Más que nunca: fantasías animadas de ayer y hoy. Disponible en HBO.

Mr. Hublot (2013), de Laurent Witz y Alexandre Espigares

La mejor de las oportunidades para que los chavales empiecen a familiarizarse con la estética y la esencia del steampunk, ese subgénero de la ciencia ficción basado en la ambientación retrofuturista, la fantasía, los anacronismos y la obsoleta tecnología de la máquina de vapor. Mr. Hublot es un corto francoluxemburgués que combina la animación en stop motion (fotograma a fotograma) con el 3D, y que relata la historia mínima de un inventor obsesivo-compulsivo, con agorafobia y obsesionado con el tiempo, que adopta un perro callejero de metal y muelles. Su ambientación, a medio camino entre el Metrópolis de Fritz Lang, la Inglaterra victoriana de Charles Dickens y el universo de Delicatessen, de Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro, viene acompañada de una bonita historia de amistad y de remedio contra la soledad. Ganador del Oscar en la categoría de corto de animación. Disponible en Amazon.

Un afeitado apurado (1995), de Nick Park

Aardman, la factoría reina en la vertiente animada del stop motion y la plastilina, acabó haciendo largometrajes tan importantes como Chicken Run (2000), pero inició su senda de éxitos con una serie de tres cortometrajes protagonizados por sus ahora famosos personajes Wallace y Gromit: un aburrido y algo torpe inventor que tiene su casa completamente mecanizada, inspirado en el padre de Park; y su fiel y silencioso perro de la raza beagle. Un afeitado apurado (también traducido en algunas webs como Un esquilado apurado, quizá más acorde con su trama), la tercera de esas piezas, obtuvo el Oscar de la categoría y contiene algunas de las secuencias más célebres de sus creadores en sus 30 minutos de metraje (¡esa persecución en moto con sidecar!). Una historia con tono de intriga cómica y absurdo controlado, que entronca a la perfección con el muy británico estilo de las comedias clásicas de la Ealing, sobre un secuestrador de ovejas que amenaza con convertirlas en comida para perros. Los tres cortos, de 1989, 1993 y 1995, más uno tardío, de 2009, están en la plataforma. Disponible en Filmin.

Presto (2008), de Doug Sweetland

Como también ocurrió con Aardman y con la primigenia Disney, Pixar utilizó el formato cortometraje como fábrica de pruebas y como inspiración para sus posteriores largometrajes. Y sin embargo, (casi) cada una de sus piezas, anteriores y posteriores a Toy Story, su bautizo de larga extensión, pueden considerarse cine con mayúsculas, películas con todas las letras. Una de las mejores es Presto, claramente inspirada en los Looney Tunes y en el histórico trabajo de los genios Tex Avery y Chuck Jones, que en poco más de cinco minutos ofrece un curso de comicidad y expresividad en sus dos personajes: un estirado y prestigioso mago, y el travieso conejo de su chistera, empeñado a agarrar una zanahoria a la vista de sus ojos, pero inalcanzable para su paladar. Sweetland, uno de los animadores estrella de Pixar, vital desde Toy Story hasta Cars, prestó su voz para las onomatopeyas y gritos de los dos roles. Disponible en Disney+.

Mickey Mouse. Get a Horse! (2013), de Lauren MacMullan

Otro homenaje a los viejos y asombrosos dibujos clásicos. La pieza, protagonizada por Mickey, Minnie y su archienemigo Pete el Malo, comienza con el formato, la cadencia y el tipo de dibujo en blanco y negro de las animaciones de los años veinte, para luego virar hacia el color con una maniobra narrativa de ruptura de la cuarta pared inspirada tanto en El moderno Sherlock Holmes, de Buster Keaton, como en La rosa púrpura de El Cairo, de Woody Allen. Película de persecuciones y slapstick, desarrollada a partir del dibujo de antaño pero con el vertiginoso ritmo contemporáneo, Get a Horse!, con la voz del mismísimo Walt Disney como Mickey, está tan plagada de detalles por segundo que a veces incluso resulta complicado captar todos los hallazgos entre tanto brío. Fue candidato al Oscar el mismo año del triunfo de Mr. Hublot. Disponible en Disney+.

El gato caco (2022), de Charlie Brooker y James Bowman

Dos nombres resaltan en este corto interactivo (hay que ir respondiendo a preguntas y, según las respuestas, así avanzará la trama) de reciente producción. El primero es Tex Avery (1908-1980), mítico dibujante de enorme influencia, creador de Droopy y que además desarrolló los personajes del Pato Lucas y de Bugs Bunny para los Looney Tunes, que aquí ejerce de claro inspirador del espíritu sinvergüenza de la historia. El segundo, Charlie Brooker, alma máter de la sensacional serie de televisión Black Mirror, aquí también en tareas de creador. Signo de los tiempos, la plataforma avisa en el inicio acerca de la violencia de los dibujos, pero no teman, no va más allá de cualquier riña entre el Correcaminos y el Coyote. El gato ladrón del título pretende robar un cuadro de un museo con las más diversas artimañas, y de tanto en cuanto, se nos hacen preguntas para responder en uno u otro sentido. La película durará más o menos (alrededor de la media hora, como mucho), según se conteste acertada o erróneamente, pero siempre cabe la posibilidad de volver atrás… con secuencias y comicidades distintas. Brooker ya había ensayado la interactividad en Bandersnatch, episodio especial de su serie estrella. Disponible en Netflix.

Paperman (2012), de John Kahrs

El corto se proyectó aquel año 2012 precediendo al estreno de la película Rompe Ralph y resultó mucho mejor el telonero que la estrella de la función. Kahrs logró el Oscar con una pieza breve sobre el fugaz encuentro amoroso en un andén de metro entre un gris oficinista y una mujer de amplia sonrisa. El azar como motor de nuestra existencia. El sino de dos seres destinados a quererse. O cómo convertir la vida en un avioncito de papel que la cambie de cuajo con la ayuda de la perseverancia. Gracias a un software especial, el director pudo crear personajes tridimensionales y posteriormente perfilarlos con dibujo tradicional, para así otorgar una impresión de animación clásica en dos dimensiones. En precioso blanco y negro, con el único toque de color de los labios rojos de la chica. El romanticismo, para el que lo busque, también existe. Disponible en Disney+.

Échame una pata (1941), de Clyde Geronimi

Entre los cortos clásicos en technicolor con Mickey Mouse como cabeza de cartel y distribuidos por la vieja RKO, Échame una pata (también llamado Salvamento gatuno en algunas bases) destaca por el protagonismo de Pluto y, sobre todo, por un relato en el que la didáctica no está enfrentada con ciertas dosis de gamberrismo. Como si las trastadas fueran consustanciales al ser humano y, por tanto, a los niños, y frente a la evidente enseñanza para los pequeños subyaciera una sana comprensión hacia el lado más sombrío del feliz pero complejo hecho de ser críos. La comedia en forma de slapstick domina en la primera parte del corto, definida por el salvamento del gatito por parte de Pluto, cuando aún no sabe que es un felino. Luego, su consustancial repulsa le lleva, por este orden, al rechazo, a los celos y finalmente, y he ahí su atrevimiento, a las falsas acusaciones, jugando de manera portentosa (y muy graciosa) con el lado bueno y el malo de los seres humanos (aquí, caninos). Mickey, como tantas otras veces, saca esa faceta de superioridad un tanto sabelotodo que puede tirar para atrás, pero como apenas aparece, se aguanta. Nueva versión en color de una pieza anterior, Mickey’s Pal Pluto, de 1933, Échame una pata, ganadora del Oscar, está dirigida por Clyde Geromini, italiano emigrado a Estados Unidos que más tarde comandaría tres de los mejores largometrajes de Disney: Peter Pan, La dama y el vagabundo y 101 dálmatas. Disponible en Disney+.

Incordio rosa (1964), de Friz Freleng

El único Oscar al mejor corto para los míticos dibujos de La pantera rosa creados por Freleng, y nacidos del modo más casual: una animación de apenas dos minutos, encargada por Blake Edwards, para los títulos de crédito de la película homónima de 1963, luego convertida en saga. Los dibujos, que poco o nada tenían que ver con la historia de Edwards —una comedia de espionaje sobre una piedra preciosa llamada pantera rosa—, tuvieron tanto éxito que Freleng se animó al año siguiente con este formidable corto acerca de la tenacidad convertida en cabezonería, y la travesura como antídoto contra la envidia. Lleno de ideas visuales y de guion, el corto acabó dando pie a una serie de televisión: El show de la Pantera Rosa. La sencillez en el trazo de los dibujos, tanto de los personajes como de la acción, y la aparente nimiedad de su repetitivo relato esconden una visión de la vida harto amarga, sobre todo para los que sean como el narizotas pintor de brocha gorda que se enfrenta a la gamberra pantera rosa, inspirado físicamente en el propio Freleng. Y nada de lo que es la pieza, y la serie posterior, hubiera sido posible sin las inconfundibles notas de la música de Henry Mancini. Disponible en YouTube.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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