Benoît Peeters, tintinólogo: “La infancia de Hergé estuvo probablemente marcada por algún trauma sexual”
Guionista de cómic, ensayista, biógrafo y profundo conocedor de Hergé, el autor descifra las relaciones entre su vida y su obra. Explica que no era fascista ni misógino, aunque cometiese grandes errores
Hergé tenía ya 70 años cuando en 1977 se sorprendió al ver aparecer en su casa de Bruselas a dos jóvenes estudiantes de Filosofía que habían viajado desde París haciendo autoestop. Uno de ellos era Benoît Peeters (París, 66 años), quizá el mayor especialista del mundo en el dibujante belga y autor de la biografía Hergé, hijo de Tintín, con el que unos años después mantendría una larga conversación que sería su última entrevista. Hoy, este exitoso guionista de cómics le recuerda desde el Institut Français de Madrid, al hilo de la exposición en el Círculo de Bellas Artes. “Se me hace extraño pensar que Hergé lleva muerto casi 40 años, porque los recuerdos que tengo de nuestros cinco encuentros son tan vívidos y tan presentes… lo sigo sintiendo muy cerca”.
Pregunta. ¿Cómo de importante es conocer la vida de Hergé para comprender su obra?
Respuesta. En su última entrevista, Hergé me dijo: “En Tintín he vivido toda mi vida”. No es que hiciera un cómic autobiográfico, es que su vida está ahí, escondida, de forma indirecta. El título de la biografía “Hergé, hijo de Tintín” es porque siento que Hergé fue transformado por las aventuras de Tintín. El caso más evidente es el de su amistad con el estudiante chino Tchang Tchong-Jen, al que conoció por su intención de ser más riguroso en El loto azul. Pero ese encuentro fue mucho más allá, y transformó su concepción del dibujo y, en algunos aspectos, de la vida.
Si tomamos por ejemplo Objetivo: la Luna y Aterrizaje en la Luna vemos que es un álbum doble con un tono muy sombrío. Hergé salía de un periodo de depresión. Es una historia sobre la que planea esa depresión e incluso la muerte, con el suicidio de un personaje. Si sabemos que durante ese periodo tuvo que estar un año y medio sin publicar en el diario para ser capaz de terminarlo, podemos leerlo con otra gravedad. O Tintín en el Tíbet, que corresponde a un periodo de crisis, de psicoanálisis, de búsqueda de la pureza. Es un álbum en el que no hay malos.
Así que la interacción entre la obra y la vida de los artistas es compleja, y opera en muchos sentidos. No hay un individuo con sus aventuras, sus viajes, sus amores… y luego la obra aparte.
P. ¿Por qué los personajes de los cómics de Tintín nunca tienen familia?
R. Hergé solía citar como broma una frase del escritor Jules Renard: “No todo el mundo tiene la suerte de ser huérfano”. Tintín sí tiene esa suerte. Esa frase tiene una dimensión muy profunda más allá de la broma: la infancia de Hergé no fue feliz. Su padre estaba ausente muy a menudo. Su madre murió loca, hoy diríamos que sufría algún trastorno maniaco-depresivo pero en aquella época simplemente “no estaba bien”.
Probablemente, la infancia de Hergé estuvo marcada por algún trauma sexual, un abuso en el interior de la familia. [En Hergé, hijo de Tintín, basándose en investigaciones y correspondencia privada, Peeters considera que Hergé pudo ser víctima de abusos sexuales por parte del hermano menor de su madre, si bien no hay pruebas definitivas].
La situación tan extraña de Tintín, que no es niño, ni adulto, ni adolescente, es una forma de salir del marco impuesto de la escuela, la familia, la institución. Los personajes que va encontrando Tintín son todos solteros. Y no solo solteros: sin padres, sin hijos, sin pareja… cuando vemos cómo viven Tintín, Haddock y Tornasol en el castillo de Moulinsart, cada uno tiene su territorio y no se mete en el de los otros. Y cuando irrumpe una familia como la de Serafín Latón, es una catástrofe.
P. Tampoco hay mujeres en las historias, más allá de la Castafiore.
R. Eso se explica por el contexto de publicación: un diario católico destinado a un público de chicos, donde una representación de una chica guapa habría sido vista como un riesgo de pecado, de pensamientos impuros. Lo cierto es que en su vida Hergé nunca fue misógino. Pienso que si hubiera creado Tintín en otro contexto, lo femenino habría estado más presente.
En cualquier caso, Tintín no está muy definido sexualmente. En cierta manera, es neutro. Cuando se empezó a hablar de la película que iba a hacer Spielberg, yo pensé que podría interpretarlo una chica del estilo de Jean Seberg en Al final de la escapada.
Es evidente que en la época de Hergé no se pensaba en términos de ‘no binario’, pero creo que el personaje de Tintín es alguien así. Para mí, esa indeterminación de género explica también el gran éxito de su obra incluso a día de hoy: una niña o una adolescente que lee Tintín también puede identificarse con él.
P. Otros aspectos no han envejecido tan bien, como en el caso del colonialismo.
R. La visión que dio Hergé en Tintín en el Congo, que es la de un joven de 23 años que no había estudiado el asunto, es una visión suave comparada con la realidad del colonialismo belga. Tintín es paternalista con el pequeño Coco, sí, pero se sienta a su lado en el ‘jeep’. En el Congo belga de la época eso era inconcebible. La brutalidad del colonialismo belga fue mucho mayor, fue una auténtica locura, no tiene nada que ver con lo que se muestra en el cómic. Pero la literatura de propaganda de la época se ha olvidado y Tintín en el Congo ha sobrevivido.
Es importante contextualizar. Personalmente, lamento que no se aporten elementos de contexto en el libro, aunque sea brevemente. Que se indique, no solo que es producto de otra época, sino que el propio Hergé consideraba que fue un error de juventud. Yo entiendo perfectamente que en la sociedad multicultural en la que vivimos haya niños y jóvenes que se sientan ofendidos por Tintín en el Congo.
Si Hergé solo hubiera hecho ese tipo de álbumes, habría sido olvidado pronto. Pero basta ver poco después el tratamiento de China en El loto azul, o de Centroamérica en La oreja rota, o de Perú en El templo del sol, con una visión mucho más sensible y respetuosa. Sería un grave error juzgar a Hergé por sus tres primeros álbumes, que están llenos de estereotipos, pero que son realmente los inicios de un creador que no podía ni imaginar que pasarían a la posteridad.
A veces las críticas mezclan dos cosas: sus primeros álbumes y su actitud durante la Segunda Guerra Mundial. Es una confusión que en el peor de los casos lleva a decir cosas como que Hergé era fascista, racista, etc. Creo que en ese tema es importante ser cuidadoso con los detalles y los matices. Eso no impide señalar que Hergé cometió errores y que, en muchas ocasiones, Tintín fue más progresista que su autor.
P. La actitud de Hergé durante la ocupación nazi de Bélgica, ¿fue una cuestión de ingenuidad, de cobardía o de pragmatismo?
R. Tenemos que ver de dónde viene Hergé. Se educó en un colegio católico, formó parte de los boy scouts católicos y fue contratado por un periódico católico con una línea editorial muy de derechas donde también fue periodista Léon Degrelle, que sería un líder fascista. Él nunca había conocido otra cosa, alguien dijo que probablemente Hergé no conoció a una persona de izquierdas hasta 1950. Él no estaba muy politizado, pero siguió su camino natural y se mantuvo fiel a ese entorno cuando en 1940 su diario desaparece y le piden que se incorpore al periódico Le Soir, controlado por los nazis.
Otra cosa que a menudo no se tiene en cuenta: en aquella época, Hergé trabajaba para la prensa. Los libros eran secundarios, se vendían muy poco y solo en Bélgica. Económicamente su salario dependía del periódico, así que necesitaba encontrar uno. En su defensa él diría que no le parecía un acto grave publicar en Le Soir, que solo hacía su trabajo como un conductor de autobús o un panadero, que su trabajo era alegrar a los niños en unos años siniestros. Pero evidentemente, un creador tiene una responsabilidad más fuerte, que no quiso asumir.
O sea que sí, algo de ingenuidad, un poco de cobardía… y mucho pragmatismo. Pero cuando algunos dicen que ideológicamente Hergé era cercano a Degrelle, tenemos todos los elementos para afirmar que eso es falso. De hecho, la depuración en Bélgica fue bastante dura y él nunca fue procesado, a diferencia de otros periodistas de Le Soir que fueron encarcelados e incluso fusilados por sus trabajos propagandísticos. Podríamos acusar a Hergé de haber sido un colaborador económico, pero no un colaborador político.
P. Pasemos a algo más luminoso… Usted le dedicó un minucioso estudio a Las joyas de la Castafiore. Cuando era niño no me gustaba mucho esa historia, y de adulto tampoco he conseguido disfrutarla especialmente. ¿Podría explicarme qué tiene de especial?
R. Fue en mis tiempos de estudiante, estaba muy marcado por la modernidad, Lacan, Foucault… Elegí la historia más extraña de Tintín porque me parecía una suerte de autopastiche, un juego de Hergé con sus propios códigos, una relectura irónica de sus propios álbumes. Es cierto que a menudo pasa que es un libro que no gusta mucho.
Creo que es importante leerlo en su versión original en francés. Es un álbum donde el lenguaje es extremadamente relevante, casi cerca del [taller de literatura experimental]} OuLiPo. Hay muchos juegos y sutilezas que quizás se pierdan en la traducción. Por supuesto es un álbum que no puede entenderse fuera del conjunto de la obra. Generalmente los personajes viajan, y aquí son otros los que vienen al castillo: los gitanos, la Castafiore con su séquito... Al principio Tintín era periodista y ahora son otros periodistas los que vienen a hacer un reportaje a su casa. Es un libro que en muchos sentidos es el reverso de la manera habitual de Hergé de contar las cosas.
Personalmente opino que los que le siguen, Vuelo 714 para Sidney y Tintín y los pícaros, son más flojos. Creo que en su etapa final hizo dos obras maestras: Tintín en el Tíbet y Las joyas de la Castafiore.
P. A Hergé le interesaba el cine, e incluso escribió a Walt Disney para ofrecerle las historias de Tintín. Pero las adaptaciones audiovisuales nunca han llegado a ser satisfactorias, ¿por qué cree que sucede esto?
R. Hergé soñaba con el cine como una manera de amplificar su obra. Efectivamente escribió a Walt Disney en 1948 para proponerle una colaboración, y Disney ni le respondió. Le escribió en francés y le mandó unos álbumes, pero Disney estaba ya en otro mundo, en otra industria.
En general ha habido una vacilación entre representar las historias de Tintín como animación o con actores. Y esa duda muestra la dificultad de la tarea: si vamos hacia la animación, o por lo menos a la animación al estilo Disney, infantilizamos un poco la obra. Si vamos hacia el cine con actores, tenemos un problema de credibilidad porque haría falta un gran presupuesto: Hergé decía que se tendría que hacer como una película de James Bond.
Hemos visto una tercera vía con Spielberg, con una técnica mixta. Desgraciadamente, considero que, pese a la calidad de la película, el guion está demasiado alejado de Hergé. Hay algunas escenas muy buenas, pero la historia es un poco fallida.
Al final lo que nos muestra esto es que el genio de Hergé está en el cómic, su talento se expresaba perfectamente en ese medio. Él se tomó en serio la forma del cómic y contribuyó, junto a otros, a convertirlo en un arte. Cuando decimos “hacer de algo un arte”, queremos decir que se trata con todas sus particularidades. Un escultor no espera que transformen su escultura en un cuadro.
P. ¿Cree que hay algún aspecto de la obra de Hergé a la que se ha prestado menos atención de la que se debería?
R. La calidad de sus textos. Hay mucha inteligencia y vitalidad en los diálogos, el texto nunca es explicativo. Creo que algunos diálogos de Hergé están a la altura de los grandes diálogos de teatro. Hay una síntesis del lenguaje, unos juegos de palabras…
Tenía muchos talentos diferentes, y el conjunto de esos talentos le llevó a crear su obra. De joven hizo teatro, tenía el sentido del relato, del desarrollo de una aventura, tenía el sentido de la caricatura, sabía hacer vivir a un personaje, sabía dibujar… y al reunir todos esos fragmentos de talento pudo crear una obra extraordinaria.
Tintín es tan fácil de leer, tan transparente, que a veces no nos damos cuenta todo el arte y todo el trabajo que hay detrás. Hergé tuvo la elegancia de no alardear de ello, sino de dejárnoslo vislumbrar.
Babelia
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