Localizado un monumental castillo medieval entre la densa vegetación de un monte gallego
La fotografía láser desvela una extensión de 10 hectáreas y una muralla defensiva de 1,2 kilómetros, todo en peligro por la instalación de un parque eólico y una estación eléctrica
En Galicia, los yacimientos arqueológicos de época prerromana suelen englobarse bajo la denominación de castro. Así se llama al poblado fortificado de la Edad del Hierro que se erige en un monte compartido por los municipios de Padrón (A Coruña) y A Estrada (Pontevedra). En concreto, Castro Valente. Sin embargo, los arqueólogos Mario Fernández-Pereiro y José Carlos Sánchez-Pardo, del grupo de investigación Síncrisis, de la Universidad de Santiago de Compostela, han demostrado en su estudio Buscando un castillo altomedieval entre la vegetación que, lejos de lo que podía parecer, el castro de Valente es en realidad una impresionante fortaleza altomedieval (siglos V al VII) que contaba con 30 torres, una muralla de 1,2 kilómetros y una extensión cercana a las 10 hectáreas. Sus torreones, según las primeras investigaciones, estaban cubiertos por tejados, a semejanza de los de la muralla romana de Lugo (2,2 kilómetros de longitud), que es Patrimonio de la Humanidad desde 2000.
Pero los restos de este castillo, con muros de hasta cuatro metros de anchura, han sido fuertemente dañados por repoblaciones forestales y la apertura de cortafuegos. Además, está amenazado por otras dos gravísimas afecciones: “Por una parte”, denuncian los expertos, “recientemente fue solicitada la colocación de cuatro aerogeneradores y una subestación en las laderas noroeste y sur del monte donde se emplaza el yacimiento. Por otro lado, el Proyecto de ejecución de la línea aérea de transporte de energía eléctrica a 220 kW doble circuito, Lousame-Tibo prevé la colocación de seis torres en las laderas noroeste, oeste y sur del monte del Castro Valente. Además, la erosión natural, unida al reaprovechamiento histórico de los materiales de construcción y a la actual falta de cuidados intensivos por parte de las administraciones y de la comunidad local, también afectan gravemente la conservación del yacimiento arqueológico”.
Lo primero que llamó la atención a los expertos es que en la comarca se conociese el monte donde se ubica el yacimiento como A Cerca (La cerca), lo que ya indicaba la posible “monumentalidad del sistema defensivo y, por otra parte, que la existencia de este recinto no había pasado desapercibida a las comunidades campesinas circundantes”. Todo ello, a pesar de que no existían documentos de la Edad Media ni de la Moderna que atestiguasen su existencia. De hecho, no será hasta finales del siglo XIX y principios del XX cuando “comiencen a aparecer las primeras menciones escritas que hacen referencia a Castro Valente” en libros y periódicos, pero siempre refiriéndose a él como una estructura de la Edad del Hierro (entre 1500 y 500 años a. C).
No fue hasta 1865 cuando el arqueólogo e historiador Manuel Murguía, en su Historia de Galicia, lo describió como en “buen estado de conservación”. “Como a una legua al nordeste de Iria [Padrón] hay un formidable castro, el Castro Valente, que aún conserva parte de la muralla que lo rodeaba”, dejó escrito. En 1913, el semanario El barbero municipal volvió a mencionarlo y detalló “los accesos, el control visual y el sistema defensivo”. El castillo, como castro, está catalogado por el Servicio de Arqueología de la Xunta de Galicia. Pero poco más.
El monte del Castro Valente se alza sobre un otero de 395 metros de altura. A pesar de no ser el más alto de la zona es muy reconocible porque es una loma solitaria sin ninguna elevación próxima. El río Ulla abraza su cara norte. La cumbre es llana y recuerda la forma de un riñón. Los expertos están convencidos de que fue allanada para levantar la fortaleza.
El recinto ocupa unas 10 hectáreas, según los resultados de un vuelo LiDAR ―fotografía láser efectuada con un dron―, donde se distinguen “perfectamente la extensión y la muralla”, a pesar de estar todo recubierto de una espesísima vegetación. Las prospecciones sobre el terreno han determinado que la muralla fue construida con un doble muro de mampostería y su interior rellenado con tierra y pedregullo, formando así un muro con una anchura que varía entre los 2,5 y cuatro metros. Esta defensa monumental que rodea el yacimiento tiene 1.200 metros de longitud y estuvo coronada por 30 cubos o torres. En la inspección superficial realizada por los expertos, estos han localizado con total seguridad seis, incluso una séptima que fue destruida al abrir un cortafuegos y de la que apenas queda nada.
Los arqueólogos se quejan de que el estado de conservación y la densa vegetación —pinos y acacias— dificulta mucho la identificación de las estructuras, “siendo solo posible localizar y documentar in situ el que es el acceso principal del lugar y que se encuentra en el sector sudoeste del asentamiento fortificado”. Otros dos accesos, de menor relevancia, se ubican en lugares opuestos en el recinto. El primero, localizado gracias a teledetección aérea, al norte. El segundo parece estar ubicado al sudeste, en una zona muy afectada por una pista cortafuegos, e identificable por la existencia de una posible torre que defendería este acceso.
En el espacio interior del recinto, los expertos creen haber localizado la “posible existencia de construcciones con materiales perecederos y piedra. En las cercanías del yacimiento, existen varias fuentes de agua importantes, siendo la más próxima la conocida como Fonte do Santo o de San Xoán, situada en el área sur. Asociada a esta fuente aparece una piedra tallada con una inscripción relacionada con una antigua capilla. “Una ermita en lo alto del monte con la advocación de San Juan de Castro Valente, donde dicen había en años gran devoción y concurso de gente”, la describió en el siglo XIX Manuel Murguía. Esta capilla fue trasladada, en fecha desconocida, al pie del monte de la ladera sur.
Durante la prospección del yacimiento, se encontraron evidencias de ladrillos y tejas de tradición romana, así como fragmentos informes y de reducido tamaño de cerámicas de pasta roja. Todo este material ha aparecido fragmentado y en niveles superficiales, sobre todo en la zona de destrucción de las pistas cortafuegos.
En total, se han realizado tres sondeos arqueológicos en la zona noroeste: dos en la muralla y un tercero en el interior del recinto (unos 29 metros cuadrados). “Los resultados obtenidos permitieron documentar la técnica constructiva del sistema defensivo y localizar una posible estructura muraria perteneciente a un edificio intramuros. En el sondeo efectuado en uno de los cubos [torres] se registró una gran cantidad de fragmentos de tégula [tejas], lo que nos hace pensar en que este cubo podría estar cubierto por estas piezas de tradición romana”, señala el informe.
A pesar de la brevedad de la excavación arqueológica, se han obtenido “muchos datos de interés”, entre ellos el poder determinar “la tipología y técnica constructiva del sistema defensivo del recinto amurallado”, que se conserva “en muy buenas condiciones en la zona noroeste del yacimiento, alcanzando un ancho de tres metros y una elevación conservada próxima a los dos”. Y añaden: “Este tipo de estructuras anexas a la muralla es un rara avis en las fortificaciones del noroeste peninsular, a excepción de algunas como las documentadas en el Castro Ventosa [Cacabelos, León] o las murallas de Lugo”.
Los fragmentos de tejas hallados “podrían indicar que estos cubos podrían estar cubiertos por un tejado, de forma similar a lo indicado para la muralla de Lugo [siglo III], por ejemplo”. De todas formas, no se puede afirmar que exista una relación cronológica entre ambas edificaciones, por lo que será necesario “recoger muestras para la realización de dataciones absolutas de este imponente sistema defensivo, lo que permitiría resolver parte de las hipótesis y cuestiones sin resolver aquí planteadas”.
En la parte intramuros del yacimiento también se ha identificado un lienzo de muro, que indicaría una edificación de piedra interior, aunque “no fue posible clarificar su funcionalidad ni las características de la estructura a la que pertenece, pero, por lo menos, permite conocer la existencia de estructuras pétreas intramuros”. Por último, se ha hallado material mueble de “escasa cantidad y calidad, que podría indicar un momento próximo al final del Imperio Romano hasta mediados de la Alta Edad Media (siglos V-VII)”, ya en época sueva. “Son solo los primeros y estimulantes pasos para determinar la auténtica naturaleza de este singular recinto fortificado”, concluye el informe.
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