Alice Wonder, un diamante en un torbellino mediático: “Me he metido en la boca del lobo”
La historia de una cantante que vivió “disforia de género”, emocionó a la reina Letizia, fue telonera de Vetusta Morla y vive la paradoja de participar en un Benidorm Fest donde no encaja
Alice Wonder sufrió hace tres semanas un accidente de gravedad. Eran las once de la noche y pedaleaba en bicicleta por el centro de Madrid, camino de su casa. Colgaba de su hombro una bolsa de tela con su ordenador portátil. El balanceo de la bolsa la llevó a bloquear los radios delanteros de la bici. Frenó en seco, perdió el control y salió disparada hasta aterrizar impactando su rostro con el asfalto. No llevaba casco. Perdió el conocimiento. Dolor, sangre, Samur, inyecciones, collarín, policía, tiritona… En la ambulancia, los facultativos le imploraban: “¿Cómo te llamas, a qué te dedicas? Háblame, háblame…”. Ella consiguió decir dos palabras: “Benidorm Fest”.
Sentada en una cafetería cerca de la zona donde tuvo lugar el accidente, Alicia Climent (su nombre real, Madrid, 24 años) se ríe al contarlo “porque ya ha pasado”. “Creían que tenía un derrame cerebral y estuve toda la noche en Urgencias. Me hicieron un montón de pruebas. Me dolía todo el cuerpo. Al principio pensé que estaba soñando. Dije lo de ‘Benidorm Fest’ porque noté que me había partido el labio, estaba colgando: me tuvieron que dar seis puntos para ensamblarlo, y quería decirles que debía cantar, que tuvieran cuidado con mi boca. Fíjate qué cosas se piensan en ese momento”. Efectivamente, Alice Wonder (nombre inspirado en Alicia en el país de las maravillas) es una de las participantes en Benidorm Fest (semifinales 31 de enero y 2 de febrero, y final el 4 de febrero), del que saldrá el representante español en la próxima edición de Eurovisión. Es la propuesta más atípica, un diamante rodeado de canciones con pocas ganas de asumir riesgos. Ella, en cambio, sí lo hace, desde hace tiempo.
Empezando por su cautivadora voz, de un tono grave que a muchos les despista: es un chico, ¿no? Ella hace lo que quiere con sus cuerdas vocales: esa gravedad se transforma en falsete algunas veces y, sobre todo, aporta un requiebro único que surge espontáneamente y que la cantante asume que está vinculado con sus traumas de adolescencia. “Me sentía un chico. Me miraba al espejo y no entendía nada; veía a un chico, pero era una mujer. Era una situación contradictoria y me producía insatisfacción. Cuando canto ahora, expreso esa angustia, que representa bastante la que tenía entonces. Es una rabia mezclada con luz. Es como decir: estoy angustiada, pero de aquí voy a salir”. La versión a las bravas de esta sensación se la dio una seguidora, que fue a ver un concierto suyo a Málaga desde Vigo en coche (930 kilómetros) y le dijo: “Hay gente que canta con el corazón, otra con la cabeza y otra con el coño. Tú cantas con el coño”.
Alicia sufrió “disforia de género”, algo que ella explica como “una insatisfacción porque te sientes del género opuesto al que eres”. “Me consideraba un chico, pero un chico gay. Era muy para dentro, callada. Tenía muy asumido que nunca iba a ser una persona de la que alguien se enamorase, que iba a ser un bicho raro. Fue con 14 años cuando mi prima me pintó los labios y dije: ‘Joder, tengo buenos labios’. He llegado al punto de que mi cara y mi cuerpo sean armoniosos. Y también me lo he currado: un trabajo mental y físico”. Vivía con esos contrastes. Más tarde dice que se sintió mujer; luego comenzó a salir con chicas, aunque acabó enamorada de un hombre mayor y estuvieron juntos dos años. “Ahora estoy más andrógina y la gente se cree que soy un chico, y yo me siento como nada”. Y añade una definición con la que se siente a gusto: “A veces chica, a veces chico, pero siempre gay”.
Habla de forma pausada y cálida. La gente de su edad diría que desprende flow. En su brazo lleva tatuada la palabra “paciencia”. Se lo hizo hace dos años y le recuerda que todo llegará. Ya está llegando. Lleva un piercing en ese labio que se descosió después del accidente; el pelo rizado y alborotado. Es alta (1,77 metros) y delgada. Encima del escenario desprende una imagen potente: misteriosa cuando se sienta al piano y rockera cuando se pone en pie y se cuelga una guitarra eléctrica. Su música puede zambullirse en el drama de las intensas historias de desamor, la electrónica suave e incluso el rock o el desmadre ravero. Todos estos géneros hilvanados por su voz y unas letras que dibujan un universo tan dulce como retorcido.
Alicia proviene de una familia de músicos. Su madre, Marta Barriuso, fue la cantante de Magenta, una banda ochentera de tecno-pop con un solo disco, La reina del salón, producido por Nacho Cano (sí, el de Mecano y Malinche). El padre es Vicente Climent, batería con galones de la música española: ha tocado con Miguel Ríos, Santiago Auserón, Aute, Calamaro, Ismael Serrano… Los últimos años no se ha separado de Serrat, incluida la gira de despedida que se cerró en diciembre. “Tenía 15 años cuando se separaron y no me afectó mucho. Yo lo estaba deseando. Son dos personas muy pasionales. Mucha pasión y, por lo tanto, mucho drama”. Ella se quedó a vivir con su madre y su hermana; con su padre tuvo un periodo de distanciamiento, ya superado. Él toca la batería en alguno de sus temas.
En 2016 comenzó a subir a Instagram versiones interpretadas a guitarra y voz. Incluía de todo: Justin Bieber, Katy Perry, James Blake, Fleetwood Mac, Bad Bunny… No importaba tanto el estilo como su interpretación, pura, de verdad, que llega y conmueve. Una empresa de representación y producción musical (Infarto Producciones) cayó en su red social y la fichó. Un primer disco en inglés (Firekid, 2018) y otro en español, mucho más ella, Que se joda todo lo demás (2022). Entremedias, dos acontecimientos esenciales en su carrera: su labor de telonera en la última gira de Vetusta Morla (los miembros del grupo son fans) y aquella interpretación sobrecogedora de Lucha de gigantes, de Antonio Vega, en el homenaje a las víctimas de la covid-19.
Eso fue en un entorno ceremonioso en el patio del Palacio Real, ante familiares de las víctimas y varias autoridades encabezadas por los Reyes. Muchos de los presentes lloraron al recordar a sus allegados mientras la voz de Alice agitaba las entrañas casi tanto como lo hacía el malogrado Antonio Vega. Tras la actuación charló con la reina Letizia, aficionada a la música. “Pero tú de dónde has salido…”, dice Alice que le comentó, asombrada por lo que había visto y escuchado. “Fue una charla bonita y distendida. Coincidimos en que nos encanta Radiohead, por ejemplo. Y me dijo: ‘Le voy a poner tu música a mis hijas, porque no les gusta el reguetón”.
El día 12, Alice Wonder ofreció el concierto más importante de su carrera, en La Riviera madrileña, con las 2.000 localidades agotadas. Cuando fue a interpretar Yo quisiera, la vehemente balada que presenta para Eurovisión, dijo: “Mucha gente me pregunta que no me pega estar en Benidorm Fest, y es precisamente por eso por lo que estoy”. El público, veinteañeros y treintañeros, con muchas parejas de chicas, recibió el comentario con vítores. Una semana después, en esta entrevista con EL PAÍS, añade detalles: “Nunca se me hubiera ocurrido presentarme. Lo he hecho por una insistencia profunda de mi equipo. Yo no lo veía nada, porque es un show de televisión con trazas dramatúrgicas, y mi música no la asocio a ese tipo de espectáculo. Pero luego le di una vuelta: lo que me alejaba de Benidorm Fest eran mis prejuicios. Y, de pronto, de ser un rechazo, comenzó a ser un reto. Y me metí en la boca del lobo, claramente [risas]. Me siento un poco águila, observando. Estoy ahí como: ‘Uy, me he colado”.
Alice Wonder se independizó hace un año y ahora comparte piso en Madrid con unos amigos. Vive modestamente desde hace cuatro años de la música y tiene ambiciones elevadas: “Me gustaría tener una carrera musical, pero también cinematográfica: en la dirección, el guion y la fotografía. Me gustaría cantar y contar historias. Hacer equipos grandes y creativos, y dar trabajo a gente”. De momento le toca pasar la prueba de Benidorm Fest y cribar las 60 canciones nuevas que tiene, elegir 12 y editar un nuevo disco. Lo dice justo antes de terminar la entrevista para marcharse andando… hasta que consiga pasar el susto del accidente y volver a coger una bicicleta.
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