Leer bien para salvar una vida
‘Exterior noche’, la serie sobre el secuestro y asesinato de Aldo Moro, subraya la demoledora crítica hacia la clase política del libro que Leonardo Sciascia dedicó “en caliente” al caso
En 1978 Leonardo Sciascia publicó uno de los mejores ejercicios de crítica literaria de la historia reciente. Lo particular es que no se basó en ninguna obra clásica sino en las cartas enviadas desde el cautiverio por un secuestrado: Aldo Moro. Eran, pues, textos a vida o muerte, cosas para tomar en serio.
El caso Moro (traducido para Tusquets por Juan Manuel Salmerón) es el complemento perfecto para una miniserie estrenada en Filmin estas Navidades y que parece seguir a Sciascia al pie de la letra: Exterior noche. La diferencia es que Marco Bellocchio —que ya se acercó al asunto desde el punto de vista de los secuestradores en la estremecedora Buenos días, noche (2003)― bucea en el asesinato del presidente de la Democracia Cristiana ―más que un partido, “una ciudad medieval”― cuando han transcurrido cuatro décadas. Sciascia lo hizo cuando no habían pasado ni cuatro meses. El cineasta ha contado con toneladas de testimonios y con la versión del asesino, Mario Moretti, que la relató en una entrevista de 300 páginas publicadas bajo un título escueto: Brigadas Rojas (Akal). El escritor, entretanto, ni se había sumergido en los trabajos de la comisión de investigación que en 1982 emitió un informe de 30 demoledores folios redactados por el propio Sciascia en calidad de diputado por el Partido Radical.
En esa comisión, el entonces ministro del Interior, Francesco Cossiga, declaró que durante los 55 días que duró el secuestro no se hizo “ningún intento” de descifrar las cartas de su mentor. Los “análisis lingüísticos” se reservaron a los comunicados de las Brigadas Rojas, escritos, añade Sciascia, en “italiano de las Brigadas Rojas”, una lengua “hecha de eslóganes, de idées reçues de la retórica revolucionaria, de restos de manuales de sociología y de guerrilla”.
Cossiga, que llegaría a presidente de la república, fue el responsable de un aparatoso pero inútil dispositivo que siguió a seis millones de personas, detuvo a 150 y registró casi 38.000 domicilios. Él es uno de los grandes protagonistas de la serie de Bellocchio, que en las escenas de angustia familiar recuerda a la adaptación de Ángeles González-Sinde de El comensal, la novela que Gabriela Ybarra dedicó al secuestro y asesinato de su abuelo a manos de ETA.
Pasada la frontera de las 10 primeras páginas, un tanto masticables, El caso Moro es una mezcla de fulgurante crónica negra, ensayo hermenéutico y “yo acuso” en torno a un episodio sangriento en el que a la víctima se le permitió leer la prensa y escribir decenas de cartas, varias de ellas para responder a las declaraciones de sus correligionarios. A la teoría oficial de que el cautiverio había vuelto loco a Moro y que no era el “hombre de Estado” que todos conocían el que pedía que salvaran su vida negociando con las Brigadas Rojas, el sentenciado respondía desplegando un demoledor retrato de la hipócrita clase política. La misma a la que Leonardo Sciascia dedicó un libro inolvidable y la cita de Elias Canetti que lo abre: “La más monstruosa de las frases: alguien ha muerto en el momento justo”.
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