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La subasta de la colección de objetos personales de Joan Didion reafirma la condición de icono de la escritora

Una galería neoyorquina vende medio centenar de obras de arte, libros y artículos domésticos de la autora por sumas mucho más elevadas de lo previsto

La escritora Joan Didion en Nueva York, en 2005. Foto: KATHY WILLENS (AP) | Vídeo: EPV
María Antonia Sánchez-Vallejo

Dos objetos cotidianos, una colcha de patchwork y una mesita auxiliar de caoba estilo Regencia, encierran prácticamente el universo de la escritora Joan Didion. La primera cubría la cama de su hija Quintana Roo en el apartamento donde vivían en Manhattan, y sobre la segunda se desplomó muerto su esposo, el también escritor John Gregory Dunne. La mesa desempeña un papel esencial, más allá del puro atrezzo, en El año del pensamiento mágico, el libro que la autora estadounidense, fallecida en diciembre pasado en Nueva York, escribió sobre la muerte de su marido, en 2003.

La colcha y la mesa forman parte de la subasta de objetos personales de Didion, una fascinante mezcla de obras de arte, literatura y memorabilia en la que caben desde cazuelas y caracolas marinas a gafas de sol con montura de falso carey, tres lotes de cuadernos de notas sin usar, cajitas de polvos de maquillaje franceses para guardar clips y un sinfín de adminículos de la actividad creativa de Didion, finalista del premio Pulitzer con la obra citada, la más conocida de las suyas y su presentación a los lectores en castellano. La recaudación de la subasta, que no incluye los fondos del archivo conjunto del matrimonio, se destinará a financiar la atención y la investigación del Parkinson y otras enfermedades neurológicas en la universidad de Columbia y a una beca de escritura para mujeres en Sacramento (California). Didion murió a los 87 años, por complicaciones del Parkinson que padecía.

El valor intrínseco de los objetos se mezcla con la impronta vital de su dueña, lo que multiplicó la evaluación inicial de los mismos realizada por la firma de subastas Stair Galleries, ubicada en un bucólico pueblo del Estado de Nueva York, al que durante semanas ha peregrinado una legión de admiradores y curiosos. Para calcular el precio de salida, los galeristas compararon los objetos con otros semejantes en el circuito de subastas y segunda mano, y así, por ejemplo, fijaron el de la mesa de trabajo de Didion, un sencillo tablero de roble sobre cuatro patas, entre 200 y 500 dólares. En la puja el mueble alcanzó los 10.000. El escritorio más valioso, empero, es una pieza de época, finamente tallada en roble, nogal y arce rojo y comprada por los padres de Didion a un ebanista de California, que el matrimonio Dunne-Didion trasladó a su casa de Nueva York -la familia tuvo una existencia de ida y vuelta, entre Los Ángeles y Manhattan- y que se convirtió en una de las piezas más caras de la subasta, 60.000.

La puja se ha realizado virtualmente, durante varios días. El catálogo, titulado Un icono americano: objetos de la colección de Joan Didion, se componía de 224 lotes, algunos con precios ridículos para lo que se espera habitualmente de una subasta: candelabros de plata labrada por 200 dólares, por ejemplo; objetos de escritorio por 40. Además de abundante menaje (cuberterías, vajillas, espejos, cojines y un surtido de fabulosas cazuelas Creuset, lo que remite a una de sus grandes aficiones, la culinaria), los libros, muchos de ellos con su firma en la hoja de guarda, ocupaban un lugar preeminente en la colección. Agrupados temáticamente, sus títulos arrojan luz sobre los intereses de la Didion periodista: abundan los temas de política y actualidad, de la guerra de Vietnam a la de Irak, o la civil de El Salvador, que cubrió como reportera. No faltan los grandes autores de la literatura norteamericana, como tampoco una amplia colección de recetarios de cocina. Las más cotizadas fueron distintas ediciones de obras de la autora.

El apartado de obras de arte (48 en total, entre pinturas, dibujos y fotografías) registró las pujas más elevadas. Las piezas más caras fueron un dibujo de Cy Twombly, vendido por 50.000 dólares (a partir de un precio de salida de 5.000-7.000) y un cuadro de Rauschenberg igualmente revalorizado: con una estimación inicial de 1.000 dólares, se remató por 27.000. Un grabado de Bruce Nauman batió todos los récords: de los 200 dólares iniciales, hasta 32.500. Las obras de arte pertenecen todas a autores contemporáneos, de Richard Serra o Edward Ruscha a Richard Diebenkorn (85.000 dólares por un cuadro suyo, la obra más cara).

La colcha que arropaba los sueños de Quintana Roo se subastó por 8.000 dólares, a partir de los 500 iniciales, y la mesa sobre la que cayó desplomado su padre, solo 4.250, ligeramente por encima de su precio de salida, como si aún proyectara el mal agüero. Una fotografía de madre e hija hecha por Annie Leibovitz llegó a los 18.000, mientras que un icónico retrato en blanco y negro de la escritora, vestida de negro como una existencialista y con ese flequillo suyo tan francés, se quedó en 12.000. Una imagen indisoluble de sus sempiternas gafas de sol, tan chic y a la vez tan impostadas -la montura es de falso carey-, que se remataron por 27.000 dólares. En vida, Didion subastó dos pares de gafas de sol para financiar el rodaje de un documental.

Quintana Roo, única hija del matrimonio, cayó gravemente enferma en 2003 y su padre, a quien sólo sobrevivió dos años, murió pocos días después de conocer el diagnóstico. Tras escribir El año del pensamiento mágico sobre la muerte del esposo, Didion dedicó Noches azules a la pérdida de su hija, que había sido adoptada de bebé, convirtiéndose su obra en un ejercicio de lucidez exacerbada por el dolor y la ausencia mientras su presencia pública se apagaba. Autora de culto, tras ganar un concurso de redacción en la revista Vogue en los años cincuenta, su carrera se prolongó durante más de cinco décadas en las que escribió ensayos, autobiografía y ficción, así como guiones. Precursora del nuevo periodismo, aunque en parte opacada por sus colegas varones por su condición de mujer; cronista del movimiento hippy, fue también de las primeras voces que cuestionaron el proceso judicial del caso de los Cinco de Central Park, los cinco niños negros y latinos de Nueva York condenados por un crimen que no cometieron.

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