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Yo-Yo Ma: “La música es una especie de magia. Nos transporta a través del tiempo, el espacio y la energía”

El violonchelista francoestadounidense recoge en Estocolmo el premio Birgit Nilsson, el equivalente al ‘Nobel de música clásica’, dotado con un millón de dólares

El violonchelista Yo-Yo Ma bajo la dirección de Alan Gilbert, el pasado 16 de octubre
El violonchelista Yo-Yo Ma bajo la dirección de Alan Gilbert, el pasado 16 de octubreYANAN LI

Entre los famosos premios que instituyó, en 1901, el industrial Alfred Nobel en Estocolmo a las mayores contribuciones de la humanidad, no se incluyó ninguna categoría destinada a la música. A pesar de ello, su gala de entrega se celebró, hasta 1925, en el antiguo auditorio de la Real Academia Sueca de Música (hoy conocido como Musikaliska). Esta institución, fundada en 1771 por el rey Gustavo III (el monarca sueco fallecido 21 años después en un baile de máscaras, en la Ópera de Estocolmo, y cuya tragedia evocaron Antonio Somma y Giuseppe Verdi, en Un ballo in maschera), fue responsable durante dos siglos de la formación musical en Suecia, como parte de una política que impulsó el florecimiento cultural del reino. En este edificio, inaugurado en 1878 y ubicado detrás de la actual sede de la academia, estudiaron los principales compositores suecos, como Hugo Alfvén, Wilhelm Stenhammar, Hilding Rosenberg y Allan Pettersson, pero también los cantantes Jussi Björling, Birgit Nilsson y Elisabeth Söderström, además de directores de orquesta como Tor Mann, Sixten Ehrling y Herbert Blomstedt.

En su 200º aniversario, en 1971, la Real Academia Sueca de Música se liberó de las funciones docentes y pudo dedicarse a “proveer nuevos impulsos”. Comenzó a desarrollar actividades orientadas a la dimensión pública, pero también al apoyo de la música y los músicos suecos. Tal como se explica en la reciente historia conmemorativa de la institución, 250. The Royal Academy of Music 1771–2021 (Gidlunds förlag), fue el momento en que surgieron varios premios dedicados a la composición musical, el jazz, la música folclórica o la interpretación clásica. Sin duda, el más famoso de todos fue impulsado, en 1989, por Stig Anderson, el manager del grupo ABBA. Se bautizó con el nombre de su compañía discográfica, Polar Music, en una doble vertiente destinada la música popular y la clásica, que han recibido desde Paul McCartney y Witold Lutosławski hasta Iggy Pop y la Ensemble intercontemporain. Pero, desde 2018, la academia musical sueca se ha hecho cargo de otro importante premio destinado a la música clásica que instauró la Fundación Birgit Nilsson en 2009.

Rutbert Reich, expresidente de la Fundación Birgit Nilsson y creador del premio, explicaba este martes: “Es un premio destinado a los artistas e instituciones dedicadas a la interpretación de la música clásica, a quienes dedican su vida al servicio de los compositores”. Reich fue una de las personas más cercanas a la legendaria soprano sueca en las últimas décadas de su vida. Y quien mejor la conoció. “Era increíblemente afectuosa, mucho más de lo que el público podía imaginar. Evitaba los conflictos y cuando alguien la molestaba su respuesta nunca era temperamental, sino más bien cortante y fría. En todo caso, cuando te otorgaba su amistad, sabías que el sol siempre estaría brillando”, recuerda. Y muestra la segunda edición ampliada de su fundamental libro Birgit Nilsson 100: An Homage (Verlag für moderne Kunst).

La propia Nilsson dejó designado antes de morir, en 2005, el destinatario del primer premio en un sobre cerrado. Fue el tenor Plácido Domingo, que lo recibió, en 2009, un año después del nacimiento de la fundación que presidió Reich. En adelante se constituyó un panel de expertos que ha otorgado el premio, con carácter trienal o cuatrienal, al director Riccardo Muti (2011), a la Filarmónica de Viena (2014) y a la soprano Nina Stemme (2018). Ese último año supuso la retirada de Reich y el nombramiento, al frente de la fundación, de la actual presidenta de la Real Academia Sueca de Música, la soprano y especialista en música antigua, Susanne Rydén. Otro panel de expertos designó al ganador del premio de 2022, que fue anunciado el 17 de mayo, el mismo día del cumpleaños de la cantante. En este caso, el destinatario fue el violonchelista Yo-Yo Ma, el primer instrumentista que lo recibe y también el primero que posee además el Polar Music, que ganó en 2012.

Yo-Yo Ma da un discurso tras recibir el Premio Birgit Nilsson, el pasado 18 de octubre en Estocolmo.
Yo-Yo Ma da un discurso tras recibir el Premio Birgit Nilsson, el pasado 18 de octubre en Estocolmo.Markus Garder

El premio Birgit Nilsson es el galardón de música clásica más grande del mundo, pues su ganador recibe un millón de dólares (a diferencia del Polar Music, que está dotado con un millón de coronas, unos 90.000 euros). Es habitual que los ganadores expliquen informalmente el destino del dinero. Por ello, se sabe que Domingo lo invirtió en su concurso Operalia para jóvenes, Muti en su Orquesta Juvenil Luigi Cherubini y la Filarmónica de Viena en su actual archivo histórico, ubicado en la Haus der Musik.

Y la pregunta a Yo-Yo Ma no se hizo esperar, en la charla que concedió a la prensa, ayer martes, en la sede de la Real Academia Sueca de Música. El violonchelista francoestadounidense de origen chino aclaró que empleará esa suma de dinero en ampliar su The Bach Project, que todavía no ha podido concluir por la pandemia. Se trata de un viaje musical que aspira a tocar los 36 movimientos que conforman las seis suites de Bach para violonchelo solo, en 36 ciudades de 6 continentes. “La semana que viene iremos a París y será el número 34″, admitió. Ma lo define como un “tour de escucha que trata de convocar a personas de todo el mundo para conocer cómo utilizan la cultura con el fin de brindar fortaleza y resiliencia a sus comunidades”. Puso el ejemplo de lo que hará la semana que viene en París: “Iremos a la sede de la UNESCO, que está cerca de la Agencia Espacial Europea, y trataremos de fomentar su colaboración para conocer lo que están haciendo”, explica.

El violonchelista exhibió ante la prensa su optimismo, pero también su generosidad hacia los colegas y un inconfundible sentido del humor. Habló de la importancia que concede a su familia y equipo. Insistió en que la pregunta que se hace, una y otra vez, es: “¿Cómo puedo ayudar?”. Comentó sus últimas lecturas, que han incluido, además de la autobiografía de Birgit Nilsson, un libro sobre la posibilidad de descifrar el lenguaje de las ballenas con inteligencia artificial. E hizo varias alusiones a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas, cuyo pin de la Agenda 2030 lucía en la solapa de su americana. Pero también recordó la importancia que tuvo la música para algunos enfermos terminales de la covid que se enfrentaron a la muerte en completa soledad: “La música es lo más parecido a ser tocado, acariciado y consolado”.

Pero Ma reservó sus mejores palabras para su discurso, en la tarde de ayer martes, durante la ceremonia de entrega del Premio Birgit Nilsson. El acto tuvo lugar, al igual que la ceremonia del Nobel, en el Konzerthuset de Estocolmo y contó con la presencia de los reyes suecos, Carlos Gustavo y Silvia, lo que implica un protocolo y etiqueta muy severo. Estos parecidos, unidos a que es otorgado por una real academia sueca y su elevada dotación económica, lo convierten en un equivalente al Nobel de música clásica. El acto de ayer contó, además, con la presencia de la pianista Kathryn Stott, que acompañará a Ma en sus próximos conciertos en España, los días 25 y 26, en Barcelona y Madrid. Stott pronunció la laudatio del violonchelista donde recordó sus cuarenta años de amistad desde que, en 1978, compartió un minúsculo apartamento en Londres con Yo-Yo y su esposa Jill Hornor, que no pudo estar presente en la ceremonia por enfermedad.

Tras recibir la estatuilla y el diploma del premio de manos del rey de Suecia, Ma pronunció un breve discurso. Comenzó ensalzando los valores suecos que representaba Birgit Nilsson, una persona reflexiva, paciente y metódica, que nunca perdió el contacto con su tierra. Unos valores que relacionó con otros suecos ilustres, como Ingmar Bergman y Greta Thunberg: “Suecia es una nación que ha defendido un profundo humanismo, tanto en el arte como en la escena mundial”, subrayó antes de reconocer sentirse honrado de ser nombrado junto a personas que ejemplifican lo mejor de la cultura al servicio de la sociedad. Y terminó con una brillante definición: “La música es una especie de magia. Tiene la capacidad de transportarnos a través del tiempo, el espacio y la energía. De crear significado. Pero no es una ilusión, porque la música es una actividad humana inventada por nosotros para dar voz a nuestras pasiones, para darnos esperanza y recuerdos, para facilitar nuestras transiciones y para celebrar ritos de paso”.

Esa magia musical adquirió un protagonismo determinante durante toda la ceremonia. Un programa perfectamente escogido que, intercalado por breves discursos y presentaciones, permitió mostrar destellos interesantes de la música y los músicos suecos. Se inició, tras el himno nacional sueco, con una filmación de la propia Birgit Nilsson, del aria de Elisabeth que abre el segundo acto de Tannhäuser, de Wagner, un ideal como “saludo del salón de canto” con su legendaria voz de hielo y fuego. Prosiguió, sin dejar ese acto de Tannhäuser, el coro de la Ópera de Estocolmo, reforzado por el excelente Coro de la Radio de Suecia, con la “Entrada de los invitados”. La Real Orquesta Filarmónica de Estocolmo, que dirigía Patrik Ringborg, lució su buen estado de forma, a la espera de la toma de posesión de su nuevo titular, el joven estadounidense Ryan Bancroft, tocando la Rapsodia sueca núm. 1 “Vigilia de verano”, de Hugo Alfvén. Un recuerdo de su 150º aniversario con una de sus composiciones más conocidas y donde la orquesta sueca elevó el aroma popular de esta evocación del solsticio de verano. El Coro de la Radio de Suecia con su titular, el letón Kaspars Putniņš, afrontó el motete Anochecer op. 34/1 para 16 voces a capela, de Richard Strauss, aunque sin el brillo inicial que precisa esta bellísima obra, que se abre con la nota sol en pianísimo y sostenida por primeras sopranos y tenores en el registro agudo.

Las sopranos Maria Bengtsson (izquierda), Emma Sventelius y Johanna Wallroth.
Las sopranos Maria Bengtsson (izquierda), Emma Sventelius y Johanna Wallroth.Markus Garder

Pero lo mejor de la noche se escuchó en las dos composiciones que cerraron el final de la gala. En la primera, Amalia Stalheim fue la solista en los trece minutos finales del Concierto para violonchelo, de Anders Hillborg, el principal compositor sueco actual. La obra, que fue escrita durante el confinamiento en 2020, está caracterizada por la intimidad de una instrumentación algo más reducida de lo habitual, que evoca un ambiente intenso y glacial, donde el violonchelo es puntualmente acompañado por un piano. La gala terminó con una brillante y emotiva interpretación del trío final de El caballero de la rosa, de Richard Strauss, la pieza que el compositor eligió para su propio funeral. De las tres cantantes, destacó la joven mezzo Emma Sventelius, completamente imbuida por el personaje de Octavian. La soprano Maria Bengtsson, que cantó la Mariscala, se lució en una desgarradora versión de la Bachiana Brasileira núm 5, de Villa-Lobos, acompañada por un joven septeto de violonchelos, durante la cena de gala que siguió a la ceremonia. La filmación completa del acto puede verse en el Konzerthuset Play hasta el próximo 17 de noviembre pinchando en este enlace.

La presentación del acto se benefició de los atinados comentarios de la referida presidenta de la fundación y la academia sueca, Susanne Rydén, que organizó algunas actividades adicionales. Por ejemplo, el lunes, 17 de octubre, se visitó Confidencen, a las afueras de Estocolmo, un teatro rococó, de 1753, incluido dentro del Palacio de Ulriksdal en Solna, que se ha restaurado en los últimos años y donde se ofrecen funciones de ópera barroca en verano. En ese teatro se pudo escuchar un pequeño concierto vocal que contó con el acompañamiento del pianista Magnus Svensson. Y el domingo, 16 de octubre, Yo-Yo Ma interpretó el Concierto para violonchelo, de Dvořák, dentro de la temporada regular de la Real Orquesta Filarmónica de Estocolmo, bajo la dirección de Alan Gilbert, que asumió el año pasado la dirección musical de la ópera de la ciudad. Fue una interpretación poco ensayada, pero que remontó en el movimiento final, donde pudimos disfrutar del bello sonido del Stradivarius Davidov de Ma (que perteneció a Jacqueline du Pré) en la elegíaca coda. El lugar donde compositor checo homenajea póstumamente a su cuñada, Josefina Cermáková, que también fue su primer amor.

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