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In memoriam
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Paul Veyne, una visión nueva del Imperio Romano

El historiador, fallecido a los 92 años, dedicó toda su vida y obra a indagar la evolución de las mentalidades y las intersecciones entre el poder y el individuo y la sociedad en el mundo antiguo

Paul Veyne, el 16 de febrero de 2016, en París.
Paul Veyne, el 16 de febrero de 2016, en París.JOEL SAGET (AFP)

El pasado 29 de septiembre falleció el historiador de la antigüedad Paul Veyne, a la edad de 92 años, después de una vida dedicada a proporcionar una nueva visión del mundo antiguo y, en concreto, del Imperio Romano. Su obra, basada en la lectura atenta de las fuentes literarias e iconográficas y el análisis de su contexto sociopolítico, pretendió indagar en todo momento la evolución de las mentalidades y las intersecciones entre el poder y el individuo y la sociedad. Perteneció a una brillante generación tras la que nada fue igual para la historia antigua: heredera de las nuevas tendencias de la historia social y las mentalidades que comenzaron en el periodo de entreguerras en Francia, la obra de Paul Veyne, con muchas aristas e intereses, puso sobre la mesa un abordaje combinado, entre lo socioeconómico y lo individual, la historia de las mentalidades, la religión y la sexualidad, con notable influencia de historiadores, sociólogos y filósofos como Weber, Aron o Foucault.

Su trayectoria vital y académica ayuda a entender su obra: estudió en la École Normale Supérieure, en la parisina calle de Ulm ―un refugio de la élite humanística francesa, como la ENA lo era de la política— y la École Pratique des Hautes Etudes. Luego pasó también por Piazza Farnese, la Escuela Francesa de Roma, y, tras su tesis doctoral, llegó a ser profesor en la Universidad de Aix-en-Provence para acabar, finalmente, haciéndose cargo, en el Collège de France, de la cátedra de historia romana: una carrera fulgurante desde unos orígenes humildes y tras una sutil militancia política —denunció las torturas coloniales y tuvo un breve paso por el PCF, que abandonó tras la Revolución húngara de 1956—, que llegó a lo más alto gracias a sus méritos, oposiciones y obras emblemáticas.

Sus primeros pasos tienen que ver con la historia teórica y la metodología, como se ve en Comment on écrit l’histoire: essai d’épistémologie (1971). Este libro, que surge del prefacio de su tesis, se convirtió en un original ensayo autónomo sobre historia teórica, que fue pronto reseñado por Raymond Aron en la revista de los Annales, lo que le abrió la puerta a la carrera académica. Se ha publicado en España junto a otro ensayo, de 1978 titulado Foucault révolutionne l’histoire (Como se escribe la historia. Foucault revoluciona la historia, editados por Alianza), que reivindica el pensamiento foucaultiano para una nueva escritura de la historia. El método de Veyne, con una ecléctica aproximación al objeto histórico que supera la paradoja imposible de dar vida al pasado, acusa una clara influencia de la historia social y la filosofía de la historia de sus inmediatos predecesores en la École pratique y en el Collège de France. El mejor ejemplo puede que sea otro de sus primeros libros, que recoge el grueso de su tesis, Le Pain et le Cirque. Sociologie historique d’un pluralisme politique (1976), que marca el inicio de su trabajo de años acerca de la sociedad romana desde el punto de vista de la vida cotidiana, el ocio o el erotismo. En esa línea se pueden leer ensayos como L’Élégie érotique romaine (1983), La Société romaine (1991) o Sexe et pouvoir à Rome (2005), y una línea de trabajos que dirigió como editor o coeditor.

En concreto, pienso en obras tan emblemáticas como la enciclopédica Historia de la vida privada, publicada en Seuil entre 1985 y 1987 bajo la dirección de Philippe Ariès y Georges Duby, y cuyo volumen sobre la antigüedad coordinaba Veyne. En esa indagación sobre vida privada de la antigüedad se nota la marca de fábrica de aquella “historia antigua foucaultiana” que apuntaba anteriormente Veyne (en 2008 le dedicaría un libro a su amigo e inspirador titulado Michel Foucault. Sa pensée, sa personne), y también participa otro gran fundador de los estudios históricos modernos, Peter Brown, el padre de la llamada “Antigüedad tardía”. A esta suerte de “escuela” le debemos una aproximación única e interesantísima a la intersección entre las estructuras de poder y la vida cotidiana en la antigüedad (véase, por ejemplo, Body and Society. Men, Women, and Sexual Renunciation in Early Christianity del citado Brown). Veyne se fijó también en la antigüedad tardía y el primer cristianismo con libros como L’Empire gréco-romain (2005) y Quand notre monde est devenu chrétien (312-394) (2007). Otros libros, más populares, dedicados a Pompeya, Palmira o la mitología griega (Les Grecs ont-ils cru à leurs mythes? de 1983, sobre la verdad y el relativismo, el mito y la tradición en Grecia), encarnan bien su manera abierta de hacer historia. En suma, se ha marchado un maestro de la antigüedad que simboliza bien la evolución del estudio del mundo griego y romano en el último medio siglo gracias a la afluencia de otras disciplinas, como la sociología y filosofía, al río de la historia. Una generación de estudiosos y estudiantes ha bebido de esas aguas. Es una ausencia que notaremos mucho.

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