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Amalia Avia, la pintora que supo encontrar el humor escondido en las calles de Madrid

Una exposición antológica de la artista, fallecida en 2011, recorre su obra y el archivo de fotografías que tomaba de la ciudad para luego retratarla. La muestra incluye cuadros localizados tras un llamamiento de su familia en las redes sociales

Fotografía titulada 'Escaleras del Metro', de 1971, que Amalia Avia tomó para un cuadro homónimo.
Fotografía titulada 'Escaleras del Metro', de 1971, que Amalia Avia tomó para un cuadro homónimo.COLECCIÓN FAMILIA MUÑOZ AVIA

Amalia Avia (Santa Cruz de la Zarza, Toledo, 1930-Madrid, 2011) sonríe en la mayoría de las fotos que se conocen de ella. El archivo es grande y da cuenta de la timidez en la mirada y su predilección por la rebeca y el pelo corto. Le gustaba pasear los días nublados y perderse entre los grises del cielo copado. También pintar las ausencias, aunque, pese a lo sombrío de algunos de sus cuadros, lo suyo era el disfrute. Detrás de su risa estaban las calles de Madrid. Muchas de ellas pueden verse en una exposición en la Sala Alcalá 31 de la Comunidad de Madrid, en la capital, hasta el 15 de enero de 2023, reunidas bajo el ojo experto de la comisaria Estrella de Diego, que ha trabajado cerca de la cálida mirada de uno de los hijos de la artista, Rodrigo Muñoz Avia, que ha heredado su mismo gesto alegre. Hace poco más de un año, Muñoz Avia lanzó un mensaje reclamo en redes sociales para localizar pinturas de su madre con la idea de reunir el máximo posible para esta muestra. En los cuadernos de venta tenían controladas unas 800 obras, aunque sabían que su producción excedía el millar. El efecto bola de nieve hizo el resto. Se habilitó un correo electrónico (loscuadrosdeamalia@gmail.com) y se encontraron más de 80, algunas de las cuales se exhiben ahora.

Titulada El Japón en Los Ángeles. Los archivos de Amalia Avia, es la mayor exposición antológica que se le dedica a la artista desde hace casi tres décadas, con más de 110 piezas, un vacío enorme si se tiene en cuenta que es una de las mejores pintoras de los “realistas madrileños”. Así la llamó la crítica. Eran los primeros años sesenta y en la escena artística española empezaron a irrumpir nuevas opciones, en su mayoría figurativas, que buscaban superar los modelos expresionistas y dramatizados del grupo El Paso y distanciarse del arte normativo. Esta vuelta a la figuración se canalizó en diferentes vías: la que enlazaba con los postulados de la Nueva Figuración; la que apostaba por un enraizamiento social y populista de la práctica pictórica, es decir, la de Estampa Popular; la que volvía los ojos a la realidad con una mirada crítica conformada en lo pop y la vía anclada en la tradición del realismo de la escuela española, protagonizada por el grupo de realistas en torno al clan de los López: los pintores Antonio López García y los escultores Julio y Francisco López Hernández, junto a Isabel Quintanilla, Esperanza Parada, María Moreno, Amalia Avia o Lucio Muñoz, con quien se casó en 1960.

Amalia Avia, en una calle de Madrid.
Amalia Avia, en una calle de Madrid.De Letelier

Pese a la unión del grupo de realistas de Madrid, ella estaba a otra. Su modo de pintar la ciudad sin jerarquías, de irse de Ciudad Lineal al barrio de Salamanca; un callejón de Malasaña o la Puerta del Sol, empezó a marcar una diferencia entre sus coetáneos. Lo que a ella le interesaba era pintar la atmósfera de la ciudad, el humor escondido en las pintadas de la calle, que muchas veces versionaba, riéndose hasta de sí misma. Se puede oír esa risa en un cuadro que muestra un mercado lleno de cajas donde puede leerse “Frutas Amalia” y “Verduras Avia”. Es de 1993, pero parece de ayer. Avia tuvo la habilidad de retratar un tiempo suspendido donde lo insólito se cuela por los lugares del cuadro más insospechados: esquinas de calles que parecen pequeños cuadros abstractos, carteles de locales que parecen casi personajes, árboles que podían asomar por cualquier rincón y puertas, muchas puertas, de casas que veía y cuyo interior imaginaba. Puertas de tiendas, de garajes, de muchas de las casas donde vivió. Si algo revela esta exposición es que esta pintora figurativa es todo menos realista. Sus cuadros encierran un halo sofisticado y conceptual, un tonteo informalista que va más allá de una imagen fija, la que sacaba de su cámara de fotos para luego pintar los cuadros.

'Ministerio de Fomento' (1988), óleo de Amalia Avia.
'Ministerio de Fomento' (1988), óleo de Amalia Avia.Jesús Madriñán (Colección Familia Muñoz Avia)

Avia pinta la vida justo en ese momento en que está a punto de extinguirse, llenando el lienzo de un sinfín de trampas visuales que nunca dejan la mirada sosegada. Más bien al contrario. Lo que despierta en el espectador es su lado más vivaz para observar todo aquello que pasa inadvertido y que a ella tanto le fascinaba: la perplejidad como actitud vital. Esa máxima de que la realidad es diferente a todo. La anciana caminando de espaldas en Lechería (1972) representa a un pelotón, a muchas otras mayores solitarias, y cuando representaba la multitud, como el público apelotonado frente a La familia de Carlos IV (1966) en el Museo del Prado, parece un solo ente. Dividida en tres apartados, la exposición se detiene en la vida cotidiana, las ciudades vaciadas y objetos encontrados. También en el archivo personal, esas fotos previas a las pinturas, muchas veces formando collages, que han aparecido en el último momento en cajas de zapatos y que sellan una de las mejores exposiciones que pueden verse ahora en Madrid.

Cuadro 'El Japón en Los Ángeles' (1995), que da título a la exposición de Amalia Avia.
Cuadro 'El Japón en Los Ángeles' (1995), que da título a la exposición de Amalia Avia.COLECCIÓN FAMILIA MUÑOZ AVIA

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