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Corridas Generales de Bilbao
Crónica
Texto informativo con interpretación

Una apabullante pesadez

Perera, Ginés Marín, que paseó una generosa oreja, Ángel Téllez y los desiguales y exigentes toros de Garcigrande tampoco animaron las taquillas

Ángel Téllez torea al natural ante el sexto de la tarde.
Ángel Téllez torea al natural ante el sexto de la tarde.Fernando Domingo-Aldama
Antonio Lorca

La afición lleva años sufriendo en silencio la incesante tortura de la excesiva duración de los festejos; no hay un bar taurino, una peña, una tertulia o una red social donde no se ponga de manifiesto, día a día, la necesidad imperiosa de agilizar el desarrollo de las corridas, interminables y soporíferas.

Pues, por lo que parece, los únicos que no se dan por aludidos son los toreros. Que le pregunten, si no, a Miguel Ángel Perera, Ginés Marín o a Ángel Téllez, que han competido esta tarde en apabullante pesadez. Es verdad que, por muchas razones, los toreros son de otro mundo, y una de ellas es esta: no son conscientes de que son unos pesados.

Claro que también contribuyen a ello presidentes como el de Bilbao, que se olvida del reloj y permite que las faenas duren y duren, como las pilas del anuncio. A Marín le envió un aviso pasado de hora, le perdonó el segundo porque el torero se empeñó en no descabellar y alargar así la agonía del quinto de la tarde, y a pesar de ello sacó el pañuelo y le concedió la oreja.

A ver quién convence ahora al torero de que estaba equivocado. Su labor de muleta fue interminable, de un montón de pases arrebujados, insulsos la mayoría de ellos y algunos aceptables; y la gente pedía que tocara la música para animar un poco aquel desaguisado. Tampoco acabó de cogerle al aire al exigente e irregular segundo de la tarde, pero pases dio para dar y regalar.

Si Marín aburrió, Perera acabó con el cuadro. De entrada, no fue capaz de domeñar la encastada embestida del primero, codicioso y repetidor, con el que el torero se mostró tan profesional y sobrado como frío. Da la impresión de que Perera es un torero que ha agotado sus reservas, ha perdido su capacidad para sorprender, su toreo suena a algo ya visto, y pasa por el ruedo sin dejar huella ni misterio. Así se le vio en ese toro, que ofreció posibilidades de triunfo por su casta y exigencia, y no pudo decir nada más ante el muy soso y desigual cuarto.

Y el debutante Téllez levantó los ánimos en la lidia del tercero, distraído y huidizo, al que le robó naturales largos y ceñidos a base de firmeza y decisión. Parecía que podía rematar una buena tarde ante el sexto, pero la incipiente nobleza del animal se tornó en un molesto cabeceo y unos deseos irrefrenables de huir del lugar de la pelea. Entonces, el torero, en lugar de abreviar que es lo que dicta el manual, aprendió de sus mayores y ofreció otra lección de pesadez insufrible.

No hay derecho a ello; no hay derecho a que los toreros oculten su incapacidad para hacer una obra de arte con veinte muletazos con un pestiñazo que solo consigue que quien sale con el trasero planchado y la mandíbula dolorida por el bostezo no vuelva.

Cuando cayó el último toro, faltaban veinte minutos escasos para las tres horas de festejo; y después nos quejamos de que la gente no acuda a la plaza. Por cierto, hoy otra ruina en las taquillas; y ya van cuatro…

Garcigrande/Perera, Marín, Téllez

Toros de Garcigrande, bien presentados, mansos y de comportamiento desigual y exigente; encastados primero y segundo.

Miguel Ángel Perera: pinchazo hondo y estocada (ovación); bajonazo (algunas palmas).

Ginés Marín: estocada perpendicular y un descabello (vuelta); estocada _aviso_ (oreja).

Ángel Téllez: pinchazo, estocada y un descabello (ovación); estocada caída (ovación).

Plaza de toros de Bilbao. 23 de agosto. Cuarto festejo de la Semana Grande. Algo menos de un cuarto de entrada. 

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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