Un vacío monumental
Alarma en BIVA: el público da la espalda a un cartel integrado por toreros modestos y toros de Dolores Aguirre, que ofrecieron una pésima imagen
Una de dos, o se equivocó la empresa con este cartel o la prestigiosa afición bilbaína está desaparecida. Volvían los toros de Dolores Aguirre tras veinte años de ausencia y casi, casi, se pudieron contar con los dedos de una mano los espectadores que pasaron por taquilla. Es verdad, no obstante, que la terna de toreros no pertenece a la parte alta del escalafón, pero los tres llegaron con muestras sobradas de su solvencia ante las ganaderías duras.
Pues, no. Los flamantes tendidos de la BIVA —este es el nuevo nombre de la plaza— ofrecieron un monumental vacío, asunto poco preocupante si no es el presagio de lo que suceda en los próximos días, pero ni los toreros ni los toros merecieron una humillación tan alarmante.
La cosa no acabó ahí: volvieron los toros de la recordada ganadera bilbaína y protagonizaron un petardo de época. Bien presentados, así, pero mansos de solemnidad los seis, porque no se salvó el sexto, al que Román lució dejándolo en los medios para un tercer puyazo; el toro acudió al caballo y tal como llegó al peto se marchó. También salió huido en el segundo, y solo metió con cara sin convicción en el primero.
Ninguno se empleó en los capotes, ni embistió con largura en los primeros tercios, dificultosos en banderillas, y ásperos, broncos, parados y descastados en la muleta.
Y un detalle más: los seis fueron ovacionados en el arrastre, lo que podría confirmar que los asistentes eran amigos y conocidos de la familia ganadera, porque no hay otra explicación posible.
Un monumental vacío, pésimo juego de los toros y un público desconocido y extraño, mal comienzo de una feria que un día fue santo y seña de la tauromaquia y está ofreciendo síntomas más que preocupantes.
Bolívar, Castaño y Román sudaron tinta china, pero los tres salieron por su propio pie de la plaza, que no es poco triunfo.
El primero se encontró con un primer toro que se astilló los dos pitones en el peto y siempre acudió a la muleta con la cara alta y extrema dificultad; el cuarto, áspero e incierto en su comportamiento, un lote nada propicio para el lucimiento, aunque el torero colombiano se mostró valeroso y comprometido.
Damián Castaño llegó convaleciente de la reciente herida que sufrió en Cenicientos, y se presentó con la idea clarísima de jugarse el tipo para no desaprovechar la oportunidad. Muy dispuesto, apostó desde el primer muletazo y se mostró como un torero aguerrido y batallador con el único toro, el segundo de la tarde, que llegó a embestir sin derrotar al aire. Cuando tenía la oreja ganada por su meritorio pundonor, mató mal y ahí acabó todo. Muy parado fue el quinto, -que brindó a los empresarios de la plaza en señal de agradecimiento-, con el que estuvo firme y volvió a errar con la espada.
El tercer toro de la tarde también se astilló los dos pitones en el peto, y Román quiso aprovechar su aparente movilidad inicial y lo citó sin probaturas en el tercio final; pero el animal pronto perdió las manos y se quedó parado. El sexto acudió tres veces al caballo y muchos pensaron que era un toro bravo, pero él se encargó de desmentir tan inmerecido juicio. Muy descastado y parado, no facilitó la labor de Román, que lo mató de una fea estocada que asomó por los costillares.
Ojalá este desolador inicio de feria no sea más que un espejismo; de lo contrario…
Aguirre/Bolívar, Castaño, Román
Toros de Dolores Aguirre, bien presentados, serios y con cuajo, muy mansos, ásperos, deslucidos, parados y descastados.
Luis Bolívar: pinchazo y estocada caída (silencio); pinchazo y estocada baja (silencio).
Damián Castaño: dos pinchazos y estocada caída (vuelta); media atravesada y un descabello (silencio).
Román: estocada delantera y un descabello (ovación); estocada atravesada que hace guardia (palmas de despedida).
Plaza de toros de Bilbao. 21 de agosto. Segunda corrida de la Semana Grande. Menos de un cuarto de entrada.
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