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El año más difícil de Anna Netrebko

Cuando todavía pesa sobre ella su pasada defensa de Putin, la soprano rusa afronta en Verona un aluvión de críticas por abordar ‘Aida’ con la cara pintada de negro

Anna Netrebko con su marido, Yusif Eyvazov, tras una actuación el 22 de julio en Ratisbona (Alemania).Foto: PICTURE ALLIANCE | Vídeo: ARENA DI VERONA
Jesús Ruiz Mantilla

Cuando este jueves caiga el telón de Aida en Verona, Anna Netrebko se sentirá algo más aliviada. Habrá pasado otro capítulo que ha traído cola en el año más duro de su carrera, aunque aún tenga por delante, en el mismo escenario, tres días con Turandot, la última ópera de Puccini. La cantante rusa sigue levantando pasiones, aunque últimamente sean encontradas. La aclaman, como el pasado lunes en el Teatro Real de Madrid, donde fue recibida con una ovación antes de abrir la boca, pero también le atizan, se ceban con ella o ve como algunos teatros suspenden sus contratos, como el Metropolitan de Nueva York. No solo le persigue la guerra de Putin por haber sido una de las mayores valedoras del líder ruso en el mundo de la ópera durante décadas. También las polémicas raciales.

Netrebko recaló el lunes en Madrid para dar un concierto en el Universal Music Festival del Real junto a su marido, Yusif Eyvazof. El triunfo con un teatro prácticamente lleno le alivió un tanto su estrés, pero el año más duro de Netrebko aún no ha terminado. Cuando el pasado 18 de junio apareció en la Arena de Verona para interpretar su papel de la princesa esclava verdiana con la cara pintada de negro, le llovieron críticas furibundas y mandobles en las redes sociales por su desfasado black face. Sin entrar en su línea de canto, la calificaron de racista y de insensible. La acusaron de burlarse de la raza negra en escena mediante una práctica que, si bien en la ópera no se puso hasta ahora en duda, hoy los tiempos han marcado su práctica como anatema.

La polémica subió de tono cuando la soprano estadounidense Angel Blue renunció a cantar en el festival italiano este mismo año en señal de protesta. Iba a debutar como Traviata, pero no lo hará. Si bien a Angel Blue ni se le ocurrió pintarse la cara de blanco para interpretar a Violeta Valery, también Netrebko podría haber aparecido en escena con su aspecto eslavo de Krasnodar, donde la soprano rusa nació hace 50 años. La soprano arguye junto a los responsables del festival veronés que en el montaje original de Franco Zeffirelli, así se hizo desde que se estrenó en 2006 en La Scala de Milán. Y de esa manera, por respeto al guion y a la concepción original del director de escena, había decidido acometerlo.

Desde la Arena de Verona no vieron venir el vendaval. Quizás se hubieran mostrado más acordes con los tiempos tras comprobar las reacciones. Pero lejos de rectificar, la directora artística, Cecilia Gasdia, se ha mostrado inalterable y se ha negado a cambiar lo que asegura fue la voluntad creativa de Zeffirelli. Este murió en 2019 y lo que hubiese decidido él resulta un misterio. Algo ha quedado claro con la polémica: que en la ópera a veces cuesta décadas aclimatarse a los cambios sociales. Más en lugares como Verona, poco dados al riesgo artístico y más entregados al circo de las atracciones turísticas.

Angel Blue fue clara: “El uso del black face es fruto de tradiciones teatrales arcaicas que no tienen cabida en la actualidad. Es ofensivo, humillante y racista. Basta ya”, aseguró en un comunicado la cantante, nacida en Los Ángeles hace 38 años. Netrebko, sin embargo, siguió en sus trece y posó para las redes vestida y maquillada de oscuro junto a Eyvazof. Ella no comentó nada. Pero él se lanzó a degüello en las redes contra la soprano californiana: “La primera función de Aida fue el 18 de junio. ¿Por qué no cancelaste inmediatamente entonces, en lugar de esperar un mes para hacerlo? Angel Blue, esto es repugnante”, le espetó la pasada semana.

Bien es cierto también que, de esta diatriba, los aficionados han acabado conociendo algo más tanto a Angel Blue, como a Eyvazof. Netrebko lo impone en sus repartos y conciertos. Si quieren que ella acuda a cualquier lugar, ofrece dos por uno, como ha ocurrido ya en Madrid en dos ocasiones.

Juntos sobrellevan mejor los reveses. Y este año, después de que Putin invadiera Ucrania, en casa de la familia Netrebko no han cesado de sucederse las malas noticias. Ella ha lidiado con la situación como ha podido. Los teatros le han exigido claridad y la cantante, sin preverlo, se ha visto envuelta en un dilema: ¿fidelidad a Putin o salvar su carrera?

Netrebko ha sido uno de los emblemas culturales rusos de las últimas décadas. Su imagen dentro de su país solo se tambaleó cuando adoptó también la nacionalidad austriaca en 2006: “No sabes lo que me ha arreglado la vida un documento de la Unión Europea”, dijo en una entrevista con EL PAÍS. Comenzó como promesa junto al director Valeri Gergiev en el Teatro Mariinski, de San Petersburgo. Gergiev es la figura central de la, hasta no hace mucho, muy efectiva diplomacia cultural alentada por el presidente ruso desde que este llegó al poder. Tiene más influencia en su esfera que cualquier ministro de cultura y también lo ha pagado caro con varias cancelaciones este año.

Anna Netrebko saluda a Vladimir Putin en presencia del director de orquesta Valeri Gergiev en mayo de 2013.
Anna Netrebko saluda a Vladimir Putin en presencia del director de orquesta Valeri Gergiev en mayo de 2013. Sasha Mordovets (Getty Images)

Netrebko ha apoyado la política de su país sistemáticamente. Tras ser lanzada por Gergiev como una de las estrellas jóvenes de la compañía del Mariinski, su carrera despegó internacionalmente en Salzburgo en 2005. Fue cuando protagonizó una electrizante, sensual y provocativa Traviata junto al mexicano Rolando Villazón.

A partir de ahí, marcó época. Ha sido la número uno en sus registros de voz durante dos décadas. Sus temporadas pivotaban en los grandes teatros del mundo —de Salzburgo a la Scala milanesa y del Met al Covent Garden londinense, Berlín o la Ópera de París— un año sí y otro también. Afrontó con éxito los cambios de su voz readaptándola a diversos repertorios y nunca bajó un escalón en su pedestal de reina. Jamás se puso en duda su poderío escénico ni su vocalidad superdotada.

Pero todo ha cambiado desde el 24 de febrero pasado. Su primera reacción fue tibia en la condena a la acción de Putin. Le cancelaron los contratos en el Met neoyorquino con carácter inmediato. Peter Gelb, su director artístico, había sido uno de sus mayores valedores en todo el mundo. Pero las palabras de Netrebko no fueron suficientes para evitar su caída del cartel no solo en Nueva York, también en Zúrich, Berlín, Baden-Baden o Hamburgo, donde su actuación se trasladó al 7 de septiembre próximo en espera de que rectificara.

A nadie le habían satisfecho las primeras reacciones de quien celebró su 50º cumpleaños en el Kremlin en 2021 o fue elegida para cantar el himno nacional durante la apertura de los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi en 2014. Su cercanía a Putin se consideró siempre más que evidente: “El dolor y el sufrimiento me rompen el corazón. Sin embargo, no es correcto obligar a los artistas u otras figuras públicas a pronunciarse políticamente y denunciar a su país de origen”, aseguró nada más comenzar la guerra.

Cuando comprobó el cataclismo que se abría en su agenda se mostró más contundente, aunque para muchos teatros ya fue tarde: “Condeno expresamente la guerra contra Ucrania y mis pensamientos están con las víctimas de esta guerra y sus familias. Mi posición es clara. No soy miembro de ningún partido político ni soy partidaria de ningún dirigente ruso. Reconozco y lamento que acciones o declaraciones mías en el pasado hayan podido ser malinterpretadas”, afirmaba.

Pero no se quedaba ahí. Concretaba: “De hecho, solo me he reunido con el presidente Putin un puñado de veces en toda mi vida, sobre todo con motivo de la entrega de premios en reconocimiento a mi arte o en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos. Por lo demás, nunca he recibido ninguna ayuda económica del Gobierno ruso y vivo y soy residente fiscal en Austria. Amo a mi patria, Rusia, y solo busco la paz y la unidad a través de mi arte. Después de tomarme mi anunciado descanso, volveré a actuar a finales de mayo, inicialmente en Europa”.

¿Putin? ¿Quién es Putin? Netrebko tomaba así claramente partido: salvar su carrera por encima de todo. De todas formas quedó seriamente tocada. Aunque puede que se trate nada más que de un mero rasguño, consciente de que le quedan todavía unos cuantos años de plenitud por delante. Para relajarse, como ha contado en este periódico alguna vez, puede que tire de algunas de las aficiones que más la evaden: disparar por el campo con un Kalashnikov.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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