Un herido leve y cinco contusiones en el octavo, rápido y último encierro de San Fermín
Los toros de Miura, agrupados durante la carrera, tardaron dos minutos y dieciséis segundos en llegar a la plaza
Con la terrorífica leyenda que les acompaña y resulta que los toros de la legendaria ganadería de Miura parecían sumisos corderos en este octavo y último encierro de San Fermín, rápido y limpio, que ha permitido que los mozos hayan protagonizado vistosas carreras a lo largo de todo el trayecto, no exento de caídas y atropellos como cada mañana.
Cinco mozos han sido trasladados al hospital por contusiones y un sexto ha sufrido una herida por asta de toro de la zona genital y ha sido atendido en la enfermería de la plaza de toros. No revestía gravedad.
Ha sido lo que podría titularse como un encierro de diseño, dibujado para el disfrute de los atrevidos participantes, con el peligro intrínseco que supone la presencia del toro bravo en la calle, pero sin el dramatismo de las cornadas del animal que se ve interceptado en su camino, se detiene o se da la vuelta y se defiende o ataca a quienes le molestan. En esta ocasión, los toros de Miura se han cobijado en torno a los mansos, se han aislado de la ruidosa fiesta que los acompañaba y así han visto la luz de la plaza.
Hoy, jueves, la manada de cabestros ha decidido reivindicarse como protagonistas del encierro y no como meros comparsas o acompañantes de los toros titulares de cada día. Así, el cabestro líder ha indicado, como cada mañana, la dirección de la puerta tras el susto del cohete, y en solitario ha iniciado la cuesta arriba de Santo Domingo cargado de energía.
Ha hecho de tripas corazón, o quizá por el duro entrenamiento durante los siete días precedentes, para no perder la cabeza del grupo en todo momento. Otro compañero se le ha acercado en la calle Mercaderes, y listos los dos, a sabiendas de la profunda curva de Estafeta y los duros tablones de la esquina, se han pegado a la derecha de la calzada para entrar en la calle recta con ventaja sobre los toros que les pisaban los talones.
Como los miuras son veteranos —no en vano, esta es la quincuagésima cuarta vez que corren en San Fermín—, y las redes sociales deben funcionar a las mil maravillas en la finca sevillana de Zarariche, los toros de 2022 venían con la lección aprendida y evitaron estrellarse contra el vallado.
Así, con el cuerpo intacto de golpes, reiniciaron la marcha Estafeta arriba, sin perder nunca el contacto con los mansos, que seguían en cabeza tan ufanos ellos, y abriéndose paso entre la multitud de mozos y mozas que trataban de pasar a la posteridad de una buena carrera delante de los temibles miuras. Más de uno mordió el polvo de la calzada, pero el asunto no pasó a mayores a tenor de lo que han notificado los servicios sanitarios.
La bajada al callejón y la entrada a la plaza se produjo sin incidentes, como un paseíllo perfectamente preparado, y así, dos minutos y dieciséis segundos después de que se abrieran los corrales de Santo Domingo, se procedía al cierre de los corrales de la plaza.
Allí, ya descansan, tras el sobresalto matinal, los últimos inquilinos de esta feria: Chaparrito, Bodeguero, Ahechador, Rifador, Harnero y Espadero, de 520 a 625 kilos de peso, que serán lidiados esta tarde en solitario por el torero extremeño Antonio Ferrera, quien ha decidido donar sus honorarios a la obra social de la Casa de Misericordia
Finalizado este octavo encierro, comenzará el desmontaje del vallado, compuesto por 900 postes, 2.700 tablones, 4.000 cuñas, 120 empalizadas y 80 puertas, todo ello sujeto con unos 10.000 tornillos. Este es el primer indicativo de que la Feria de San Fermín de 2022 ha llegado a su fin, lo que se formalizará oficialmente a las 12 de esta noche con el tradicional Pobre de mí desde la plaza del Ayuntamiento.
Babelia
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