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Qué une a Leonardo da Vinci y a Susan Sontag: un ensayo recopila a los genios de la erudición

El historiador Peter Burke relata en un nuevo libro las vidas de 500 polímatas, sabios que realizaron aportaciones sustanciales en distintos campos del conocimiento

Desde la izquierda, Leonardo da Vinci, Isaac Newton, George Eliot, Susan Sontag y Oliver Sacks.
Desde la izquierda, Leonardo da Vinci, Isaac Newton, George Eliot, Susan Sontag y Oliver Sacks.
Álex Vicente

¿Qué es un polímata? El diccionario define el término, derivado del griego, como una persona “con grandes conocimientos en diversas materias científicas o humanísticas”. El gran historiador cultural Peter Burke (Stanmore, Reino Unido, 84 años) ofrece en su nuevo ensayo, El polímata (Alianza), una descripción mucho más detallada para entender quiénes fueron los “monstruos de la erudición” que lograron realizar aportaciones simultáneas en distintos campos, de Leonardo da Vinci a Susan Sontag. “Para ser un polímata, hay que tener un sentido de la curiosidad mayor que el del resto y un buen sentido de la analogía, la suficiente amplitud de miras para creer que las soluciones que uno encuentra en una disciplina servirán para otra”, apunta en su despacho en Cambridge, donde hoy es profesor emérito de historia cultural tras haber enseñado en el prestigioso Emmanuel College durante 40 años.

La lista que aporta Burke en su libro alcanza hasta 500 nombres, de Comenio a Oliver Sacks, pasando por Alberto Magno, John Dee, Newton, Jefferson, Humboldt, Pascal, Montesquieu, Voltaire, Marx o George Eliot. El autor considera que la historia no siempre los ha tratado bien. En la era de la especialización académica, ha habido cierta reticencia a admitir que existieron personalidades que se saltaron las reglas del conocimiento compartimentado que reina en el presente y lograron ensanchar las fronteras del saber. “Personalidades con múltiples intereses, de Leibniz a Borges, son recordados por solo una de sus distintas facetas. Es más fácil recordar el pasado de una manera que se acomode al presente”, sostiene Burke, que no considera que él se ajuste a la definición de polímata, pese a sus conocimientos contrastados en historia, filosofía, sociología, antropología, economía y política. “Pero no sé nada de ciencia, soy terriblemente ignorante en ese campo”, se excusa. “Si soy un polímata, es en un sentido muy light”.

El historiador británico Peter Burke.
El historiador británico Peter Burke.British Academy

Aun así, su ensayo puede leerse en clave autobiográfica, como una apología de la interdisciplinariedad, que habrá sido, durante una larga y brillante trayectoria académica de seis décadas, su manera de aprehender la vida intelectual. Siendo un historiador veinteañero, Burke dejó Oxford, donde se había formado en el legendario St. John’s College, para trabajar como profesor en Sussex, donde abrió una de las new universities establecidas tras la Segunda Guerra Mundial, con libertad para ofrecer un nuevo tipo de aprendizaje multidisciplinar. En 2003, esa universidad decidió adoptar un currículo más tradicional, separado en carreras. “Lo hicieron porque decían que los buenos estudiantes no querían estudiar allí. Con el tiempo, apareció una generación pragmática que se preocupaba por no encontrar un trabajo”, explica el historiador. “Lo entiendo en tiempos de crisis y, a la vez, creo que se equivocan: las empresas siguen buscando individuos con gran flexibilidad intelectual”.

Tal vez estemos perdiendo la capacidad de leer a la antigua, de manera lineal, de principio a fin”

El propio Burke acabó dejando Sussex a finales de los setenta para integrarse en Cambridge, con un plan de estudios mucho más conservador, pero impartió sus seminarios en nueve facultades distintas, hasta que se jubiló en 2004, cuando internet ya había alterado nuestro acceso a la información. Ese proceso se ha acelerado desde entonces, lo que le preocupa. “Tal vez estemos perdiendo la capacidad de leer a la antigua, de manera lineal, de principio a fin”, apunta Burke. “Sé de personas que afirman que, pese a adorar la tecnología, están preocupados por los efectos que está teniendo en sus cerebros. Si eso se generaliza, tendremos un problema”. Cuando sale de su despacho, tapizado de moqueta en un tono celeste y british hasta la médula, siempre pierde unos minutos charlando con estudiantes que juegan al crocket en un claustro salido de un oscarizable drama histórico. Le preguntamos si detecta en ellos una menor capacidad intelectual que la suya. “Sigo teniendo conversaciones muy interesantes con ellos y no creo que les suceda nada malo. Pero sí pienso que hay pérdidas ligadas a las ganancias que han llegado con la tecnología…”.

Internet pudo ser la invención perfecta para que todo el mundo se convirtiera en un polímata. En realidad, su libro sugiere que puede provocar una sobredosis de información que, paradójicamente, nos vuelva más ignorantes, como ya sucedió tras la invención de la imprenta. “Existe una tentación de ser cada vez más holgazanes en lo intelectual, de acudir a Google o a Siri todo el rato. Es muy práctico conocer la distancia entre Londres y Edimburgo en un par de segundos. Aunque, si todo el mundo se ubica en esa posición, ¿quién empezará por medir los kilómetros? ¿Quién sentirá el incentivo de convertirse en académico o en polímata?”, responde. Espera que su libro no sea “una elegía por el polímata”, aunque le preocupa que acabe siendo el caso.

¿No comete Burke el mismo error que tantos otros antes que él, que en los siglos pasados dictaminaron, como relata en su libro, que el tiempo de la gran erudición terminaría con sus muertes? “En realidad, estoy abierto a la idea de que haya alguno entre nosotros, pero no se me ocurre ninguno nacido después de 1960″. En su libro, el más joven de los 500 polímatas citados, todos ellos muertos, es el paleontólogo, biólogo, geólogo e historiador Stephen J. Gould, nacido en 1941. Aunque, en el último minuto, Burke decidió añadir un apéndice con algunos vivos. “Mi esposa me advirtió de que, si no lo hacía, me iba a ganar muchos enemigos”, sonríe el autor.

Interdisciplinariedad contemporánea

Entre ellos, sorprende la presencia de muchas mujeres surgidas de los estudios de género, como Judith Butler, Gayatri Spivak o Julia Mitchell, que vive a la vuelta de la esquina; todas ellas ejemplos de interdisciplinariedad contemporánea. No son las primeras eruditas que aparecen en el libro, aunque tampoco es que abunden, al haber sido excluidas del mundo académico (o marginalizadas, en el mejor de los casos): el autor cita a Hildegard von Bingen, Margaret Cavendish, Margarita de Suecia, Juana de la Cruz o Madame de Staël.

El ensayo apunta también a las fallas trágicas de estos héroes intelectuales. En primer lugar, el llamado síndrome de Leonardo, o la incapacidad de concluir una investigación, al tener la mente dispersa en distintas disciplinas. Y, en el segundo, la arrogancia, que Burke detecta en George Steiner o en Foucault, al que su amigo Carlo Ginsburg tildó en su día de “charlatán”, igual que Isaiah Berlin hizo con Derrida. “Con todo, prefiero la arrogancia del conocimiento a la de la ignorancia”, bromea Burke. A ese tema dedicará su próximo ensayo, una historia cultural de la inopia intelectual, que tendrá listo para 2023. “Es un asunto que siempre ha formado parte de lo que somos y que sigue teniendo un gran futuro por delante”, concluye Burke con media sonrisa.

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Sobre la firma

Álex Vicente
Es periodista cultural. Forma parte del equipo de Babelia desde 2020.

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