La calidad frente a la sosería
Los novillos de Montealto superaron con creces a jóvenes triunfadores de festejos anteriores
Los novillos de Montealto merecieron un mejor trato por parte de los novilleros, que repitieron como triunfadores en esta plaza en festejos precedentes y no justificaron su teórica capacidad. Bien presentados en líneas generales los utreros, cumplidores en varas, a excepción del manso quinto, acudieron con presteza en banderillas y mantuvieron un alto nivel en el tercio final, especialmente el segundo que recibió una ovación en el arrastre. Una novillada con la que sueñan los toreros para cortarles las orejas y, si es posible, vislumbrar a hombros la calle de Alcalá.
Pero no pudo ser. Diosleguarde, Barbero y Burdiel, que ya habían dejado este año buen sabor en esta arena, pasaron sin pena ni gloria, no dejaron nada para el recuerdo con capote y muleta, alargaron en exceso las faenas, transmitieron aburrimiento, y mataron mal. Vamos, que no fue la tarde de ninguno de los tres, a pesar de que le pidieron un trofeo del sexto para Burdiel, y todo quedó justamente en una vuelta al ruedo que él inició sin que nadie se la demandara.
Otra vez se plantea el eterno dilema: el toro artista exige un torero inspirado a su lado; solo quien sea capaz de tocar las teclas del misterio puede destacar ante un novillo que humilla con fijeza y embiste con nobleza, recorrido y dulzura.
No debe ser fácil, por otra parte. No lo fue, por ejemplo, para Manuel Diosleguarde, torero de finas y elegantes maneras, que no supo acoplarse con el muy bondadoso primero de la tarde, que empujó en el caballo, y llegó a la muleta con más dulzura que fiereza. Es torero con oficio, pero ello no fue suficiente para que su tauromaquia conectara con los tendidos. Tampoco lo consiguió ante el cuarto, que galopó en banderillas, y Diosleguarde lo asfixió en la corta distancia.
Menos suelto se mostró Daniel Barbero ante el encastado segundo novillo, con el que había que tener la cabeza muy despejada, sueltas las muñecas; y algo más: poseer el don del toreo.
Barbero dio muchos pases con ambas manos, ayudados por alto y por bajo, cambios de manos e, incluso, un gran natural, pero toda su labor careció de esa profundidad que cala al instante entre los espectadores. Fue un novillo para encumbrar a un torero, pero todo quedó como antes de hacer el paseíllo. No debe ser fácil emocionar con un toro así, de calidad suprema, que va y viene humillado, el hocido cosido a la muleta y pide a gritos unas gotas de esencia. Tampoco pudo decir algo más ante el manso y noble quinto.
Y Álvaro Burdiel lo intentó de veras, pero tampoco le salió la tarde como él esperaba. Aunque es otro joven animoso y de buenas maneras, no fue capaz de destacar ante el tercero, tan noble como soso; ante el último, animó al escaso y acalorado público asistente con algunos pasajes airosos sin mayor entidad. Como casi acertó en la suerte suprema, le pidieron la oreja y el presidente, acertadamente, no la concedió.
Montealto/ Diosleguarde, Barbero, Burdiel
Novillos de Montealto, correctos de presentación, cumplidores en varas y muy nobles; con clase y bondad el primero; de encastada nobleza el segundo; noble y soso el tercero; bonancible y desfondado el cuarto; manso y soso el quinto, y repetidor y noble el sexto.
Manuel Diosleguarde: pinchazo, estocada trasera _aviso_ y un descabello (silencio); pinchazo hondo (silencio).
Daniel Barbero: pinchazo _aviso_ tres pinchazos _21 aviso_ dos pinchazos y casi entera atravesada (silencio); casi entera (silencio).
Álvaro Burdiel: pinchazo y estocada contraria _aviso_ y un descabello (ovación); estocada caída _aviso_ (vuelta al ruedo).
Plaza de Las Ventas. 12 de junio. Un cuarto de entrada (4.917 espectadores, según la empresa).
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