Albert Espinosa: “He intercambiado por vida trozos de mi cuerpo”
El autor que sobrevivió a tres cánceres vuelve al cine con ‘Live Is Life’, un homenaje a la inocencia y la amistad
Sufrió tres cánceres, pasó casi una década entre hospitales, perdió una pierna, un pulmón y parte del hígado, pero la coletilla de Albert Espinosa (Barcelona, 48 años), la frase con la que arranca casi todas las respuestas es: “He tenido mucha suerte”. Rozar la muerte, explica, le enseñó a vivir. Estudió ingeniería industrial, pero se dedica a lo que le hace feliz: escribir. Su obra se ha editado en más de 40 países. Planta cuarta, basada en un texto suyo, Los pelones, fue una de las películas más taquilleras de 2003 y Steven Spielberg adaptó en EE UU su serie Pulseras rojas. Ahora vuelve a los cines con Live Is Life, dirigida por Dani de la Torre, un hermoso retrato de la amistad en una época, los ochenta, en la que no había móviles ni redes sociales y cada persona era una aventura, un misterio por descifrar.
Pregunta. ¿Cómo recuerda aquellos años, cuando tenía la edad de los protagonistas de la película?
Respuesta. Eran unos años increíbles. Un mundo que ya no existe. No había redes sociales y descubrías a las personas a fuego lento. Cuando alguien te confiaba un secreto era algo muy valioso. Nadie podía saber dónde estabas en cada momento y la aventura no tenía pausa.
P. ¿Y era un mundo mejor? ¿Hay en las redes sociales mucho de eso que llama “personas-ruido”?
R. Las redes sociales tienen algo muy bueno, que es la sensación de tener a tu alcance a cualquier persona: quieres saber algo de alguien y en cuatro clics lo consigues. Pero tienen algo malo y es que a veces se confunde la libertad de expresión con el insulto. Hay muchas personas-ruido que intentan distorsionar a otros. El bullying está muy propagado, a muchos niveles y la gente que lo practica suele hablar de libertad de expresión.
P. Ha escrito mucho sobre el acoso y cree que los padres deberían tener responsabilidad penal en esos casos.
Hay políticos haciendo ‘bullying’. Se ha propagado. El mundo es un sitio de codazos”
R. Sí, creo que los padres deberían ser responsables penalmente cuando sus hijos son menores. El bullying no se comprende sin la participación de las personas que no hacen nada. A veces veo a políticos haciendo bullying. En el tren esta mañana una persona rozó ese comportamiento con otro que simplemente le dijo que se pusiera una mascarilla. Pero no siempre hay que ganar cualquier discusión, ni obtener un beneficio de cualquier cosa, ni ser los primeros servidos o los primeros a los que se da una habitación de hotel. El mundo se ha convertido en un sitio de muchos codazos. La película intenta expresar cómo era antes, cuando todo era más lento.
P. Hizo a sus mejores amigos en un hospital y firmaron un pacto para siempre: vivir lo que ellos no iban a poder vivir. ¿Qué ha tachado en esas listas?
R. El pacto era vivir la vida de los que perdimos. Ahí tenía 14 años y me ha tocado vivir 4,7 vidas. He tachado mucho, pero aún me quedan cosas pendientes de aquellas listas. Había cosas difíciles y otras más sencillas, viajes, emociones, homenajes a familiares... Una de ellas fue contar la historia de aquellos chavales en clave positiva y eso fue Pulseras rojas.
P. ¿Y qué hay en su lista? ¿Qué le apetece hacer?
R. He tenido la suerte de cumplir muchos sueños en mi vida, como hacer ese tipo de cine en el que prevalecen los sentimientos. Un sueño era conocer a Antonio Mercero [director de Planta cuarta] y lo logré. Me enseñó mucha ternura. Viví todo con él: hacerme su amigo y perderlo con el alzhéimer, que me olvidara. Pero no hay día que me despierte y no piense en su magnetismo y en su forma de contar historias.
P. Le dijeron que tenía un 3% de posibilidades de sobrevivir. ¿Qué relación con el tiempo, con las agendas, los calendarios y los planes... tiene alguien que ha oído esa frase con 15 años? ¿Se permite aburrirse, por ejemplo?
R. La suerte que he tenido es que aprendí a morir para aprender a vivir. Me dieron tanta quimioterapia que tengo una cosa que se llama quimio-nebulosa: no recuerdo bien nada anterior a cinco años. En lugar de ser una maldición es algo positivo. No tengo esa nostalgia de tiempos pasados porque recuerdo a las personas, pero para mí todo es siempre muy novedoso. He intercambiado trozos de mi cuerpo por vida, por tiempo y por eso, quizás, veo el mundo de forma diferente. Por ejemplo, que falta empatía. Durante la pandemia pensé que íbamos a ver más, pero he descubierto que hay menos. Hay que darle tiempo a todo, a descubrir a la gente y a valorar la vida porque a veces se queman etapas demasiado rápido y vamos a una velocidad tan grande que no me extraña que haya más problemas mentales. Yo confío en que de aquí a 10 años las redes sociales no existirán porque la gente no querrá descubrirlo todo en un clic.
P. ¿Hasta qué punto condiciona su día a día lo que le ocurrió? ¿Qué le gusta hacer cuando no está ayudando a otros?
R. Me condiciona bastante. Si no me pongo la pierna ortopédica no puedo moverme, solo tengo un pulmón y necesito ejercitar el otro cada día. Me quitaron parte del hígado en forma de estrella y funciona más lentamente. Tengo cicatrices que cada día me recuerdan aquello, pero intento vivir. Me gusta mucho nadar y el cine, descubrir películas con amigos. Hace poco me enseñaron El nadador, en la que Burt Lancaster va de piscina en piscina para llegar a su casa. Hay joyas que tuvieron mala suerte en taquilla y me encanta descubrirlas. Cada vez es más difícil encontrar ese tipo de historias que se hacían antes.
P. ¿Cómo terminó un ingeniero industrial escribiendo o un escritor en potencia estudiando ingeniería industrial?
R. Estudíe ingeniera industrial porque mi padre era ingeniero. Te enseñaban cálculo, álgebra... y no se diferenciaba mucho del arte. Rowan Atkinson, el actor de Mr. Bean, Pompeu Fabra, Donald Sutherland... son ingenieros. Había un grupo de teatro y me apunté. En aquel momento solo un 10% de los alumnos aprobaban todo e hice una obra que se titulaba Novato en la universidad sobre lo duro que era el primer año. La gente se reía y ahí descubrí el poder terapéutico, primero del teatro y más tarde, del cine. Ese gusanillo ya nunca se me quitó. No podía ejercer de ingeniero.
P. Sobrevivió a su padre, al que dedicó uno de sus libros. Antes de morir, él le hizo una almohada muy especial. ¿Es una forma de seguir consultándole sus dudas?
R. Sí, era muy listo. Cogió todos sus diarios, los troceó y los metió dentro de una almohada. Eran pensamientos, soluciones a problemas. Me dejó una nota pidiéndome que durmiera encima de esa almohada porque así mis preocupaciones quedarían absorbidas por las suyas. Me la llevo siempre. Es como adelantarse a los problemas.
En los colegios faltan asignaturas que hablen del amor, el sexo, la pérdida y el dolor. Es lo más importante
P. “Enterré mi pierna porque la ciencia me la devolvió. Soy el único que puede decir que tiene un pie en el cementerio y que se levanta cada día con el pie derecho”. ¿De dónde saca la fuerza?
R. Creo que de las 4,7 vidas que tengo dentro, de entender que vivir es un premio. En cine me han ofrecido historias en las que podía haber ganado mucho dinero, pero las rechacé porque no iban con esa forma de ver la vida. Para mí es mucho más importante crear un mundo propio lleno de gente que ayuda a transformar lo que hay más que quejarse de lo que no tiene o de lo que te han arrebatado.
P. A menudo se habla del cáncer como una batalla, lo que convierte al que muere en un derrotado. ¿Cuál es la forma adecuada?
R. Para mí, lo importante es decir “cáncer” no “larga enfermedad”, luchar y saber que si acaba mal es un empate, no una derrota, porque el que muere mata también al bicho.
P. ¿Deberían enseñarnos a sufrir y a relacionarnos con el que sufre?
R. Sí. Tengo la suerte de hacer muchas cosas diferentes en colegios y siempre les digo que faltan asignaturas que hablen de amor, de sexo, de pérdida y de dolor. Es lo más importante. Mucha gente me dice: “Tengo un amigo con cáncer, ¿Qué hago? Y les digo: “Si no puedes ir a verlo por falta de tiempo o porque te dan yuyu los hospitales, llámale una vez por semana. Yo, en esto, he sido niño, adolescente y adulto y lo que más me gustaba era que vinieran a verme, que me llamaran, que me contaran lo que vivían. Pero la gente tiene mucha prisa y a veces les cuesta entender que esto es largo, que al segundo mes no estás curado y que una vez que te curas hay heridas emocionales que también llevan su tiempo.
P. Ha predicho la fecha de su muerte.
R. Cuando me cortaron la pierna, mi médico me dijo: “Creo que no llegarás al 23 de abril de 2023″. Me lo repetía mucho, pero para que aprovechase cada momento. Y en esto estoy. No ha llegado aún esa fecha y espero superarla, pero me parece bonito que la persona que te curó te dé también la oportunidad de vivir intensamente. Antes de llegar ya he bajado el ritmo. Dejaré de trabajar pronto para poder disfrutar más. Ojalá no se cumpla su profecía, pero ese hombre acertó en todo lo que me ha ido pasando.
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