Xoel López: “Me jode, pero la musa más productiva es el dolor”
El músico recuerda el desconcierto que causó su primer disco en solitario hace ahora 10 años
Se cumple una década del lanzamiento de Atlántico, primer disco de Xoel López (A Coruña, 44 años) en solitario. Como recuerda un libro de Javier Becerra con el mismo título, el álbum desconcertó a sus fans, acostumbrados a verle en los festivales indies con la banda Deluxe. El músico que empezó cantando en inglés cruzó el charco y se empapó de otras músicas. Desde entonces ha recuperado y multiplicado a sus fans, pero los comienzos no fueron fáciles.
Pregunta. Dejó Deluxe en la cresta de la ola. ¿Es difícil renunciar al éxito? ¿Por qué lo hizo?
Respuesta. Sí. Es difícil, pero no me costó mucho porque lo tenía claro. Le costó más a mi entorno. Me decían: “¿Qué haces? ¿Por qué haces esto?”. Para mí se trataba de ser consecuente. Era como seguir con alguien de quien ya no estás enamorado. Hay gente que puede, yo no. En aquel momento ya no estaba enamorado del proyecto y seguí mi instinto.
P. Al principio muchos de sus fans interpretaron Atlántico como una traición. En los conciertos decían, despectivamente: “Parece Juan Luis Guerra”. ¿Se notan ese tipo de cosas en el escenario?
R. Sí, se notan. Son sensaciones que te manda la gente. Yo notaba, más que rechazo, una especie de “mmmm, déjame que me lo piense”. Aquello me obligaba a ser humilde. Yo me había levantado con una idea nueva y no podía pretender que la gente entendiera mi viaje y mi experiencia a la primera. Hacía falta una pequeña transición. Por otro lado, que te comparen con Juan Luis Guerra es una maravilla, pero en ese momento no estaba tan bien visto, no sé por qué.
Tiré un disco de Hombres G por la ventana. Fue como matar al padre
P. Se sabía todas las canciones de Juan Luis Guerra desde que era niño.
R. ¡Sí! Mi padre había estado trabajando en la República Dominicana, íbamos mucho y a Juan Luis Guerra lo escuchaba desde niño, desde antes de que fuera conocido en España. Por eso cuando pasó todo aquello había un poco de “oye, no me toques a Juan Luis que es de casa” (Ríe).
P. ¿Alguna vez pensó en tirar la toalla? ¿Se arrepintió?
R. No, no va con mi personalidad. Hubiera cogido otra toalla, tirarla no. Sí hubo momentos de bajón, de pensar: ‘a lo mejor no me sale esto’, ‘a lo mejor estoy fracasando’, pero creo que el fracaso es un aprendizaje. Habría tirado para adelante.
P. Su primera canción en gallego la escribió en Buenos Aires...
R. Sí, a veces hace falta el espacio para acercarse, es curioso. Fue producto de la morriña, de ahí salió A serea e o mariñeiro.
P. Muchos temas de ese disco que a algunos fans les costó asimilar han terminado convertidos en himnos, es decir, canciones que explican el estado de ánimo del que las escucha. ¿Cómo se logra eso?
R. Una experiencia puede convertirse en universal. Es lo sorprendente de la música. A mí también me sorprende. Creo que tiene que ver con que, en el fondo, todos sentimos más o menos las mismas cosas, da igual dónde estés. Lo importante, al final, son las relaciones y eso lo atraviesa todo: libros, canciones, reportajes... Y la música es un lenguaje universal que atraviesa fronteras, épocas…
P. ¿Es cierto que una vez tiró un disco de los Hombres G por la ventana?
R. Es cierto y me da mucha vergüenza porque, además, soy muy fan. Pero tuve que matar a Hombres G como quien mata al padre. Lo tiré en un acto como de rebeldía, un día, con un amigo. Fue un momento estúpido, grité: “¡Ya no me gusta esto!” y lo tiré. Ahora me da mucha pena no tener ese disco, era el de Estamos locos ¿o qué? Cuento esto para redimirme un poco.
P. ¿Quiere pedirle perdón desde aquí a David Summers?
R. (Ríe). Sí, pobre, no iba con él la cosa. De hecho, el otro día, en Barcelona, presenté una canción, Vampiro blanco, diciendo que la cantaba como David Summers. Sigue siendo una referencia.
En la pandemia la gente lloraba más de lo normal en los conciertos. Volver a ver sus caras ha sido muy emocionante
P. El libro recuerda que hizo de John Lennon en el programa Lluvia de estrellas de Bertín Osborne. ¿Cómo fue?
R. Muy divertido. Yo tenía 18 años. Un amigo nos metió en ese embolado de hacer de los Beatles y todo fue muy bien. Luego nos hacían ofertas, pero aquello, que tuvo gracia, era una experiencia, no el camino. Bertín era un cachondo, fue majo. Se rio un poco del acento gallego.
P. A nadie le sale bien.
R. Efectivamente, a nadie. A veces pienso: “¡Madre mía, parece italiano!”. Al llegar a Madrid me preguntaban si era andaluz y yo respondía, todo riquiño: “No, gallego”. Y se reían. Ahora digo: “De Xerez de la Fronteira”.
P. ¿Le gusta explicar la letra de sus canciones o, como los magos, los trucos no se revelan?
R. Prefiero no hacerlo, pero lo he hecho en ocasiones. A veces ha servido para que parte del público o alguien cercano la entienda mejor, pero en general creo que las canciones pierden un poco de magia si las explicas en lugar de que cada uno las interprete como quiera. Como oyente sí me gusta saber de qué van las canciones de otros. Y a veces también me cuesta a explicar las mías porque hay algo inconsciente en la escritura.
P. “Las sirenas me besaron dulcemente. Me embriagaron mis anhelos de verdad. Y aún no sé si es que no estuve acertado o realmente lo que quise fue fallar” (Tigre de Bengala).
R. Ahí sé perfectamente quiénes son las sirenas. Eso fue en un momento de mi vida que andaba bastante a la deriva. Había distintas posibilidades, dudaba qué era verdad y qué no, intentaba ver entre la niebla, pero disfrutando del viaje también. A veces uno quiere ver lo que no es y hay que equivocarse, aprender.
P. ¿Cuál es la mejor canción sobre la ruptura?
R. Mi fetiche en ese sentido es Turnedo, de Iván Ferreiro. Me ayudó mucho cuando yo me estaba separando. También hubo algo de ese flechazo, cuando parece que la canción está hecha para ti. Eso es lo bonito. Esa canción era justo lo que quería escuchar.
P. La última estadística del INE refleja que el grupo de edad donde más crece la violencia machista es el de menores de 18 años. ¿Por qué cree que ocurre?
R. Es horrible. Desconocía el dato, pero representa lo que pensaba, no soy muy optimista con esto. Me da mucha pena.
P. Además de acompañar, ¿pueden educar las canciones?
R. No creo que sea un deber. Una canción tiene que ser un sentimiento libre, pero tengo claro que mis canciones ofrecen mi parte, de alguna manera, más sana. No me gustan especialmente las canciones panfletarias, me gusta lo sutil, cuando se transmite el mensaje desde el ejemplo, desde una forma de entender la vida, indirectamente. Creo que además así cala mejor. Lo importante es que no sea impostado, que no sea una frase hecha, una cosa que dices porque queda bien o por oportunismo. Las letras tienen que salir de dentro.
P. Las letras de algunas canciones de reguetón han generado polémica. ¿Qué opina?
R. Casi todo es machista, el reguetón también, porque suele ser más explícito, pero hay de todo. A veces parece que demonizamos un estilo y hay muchas cosas del reguetón que creo que están muy bien.
P. Hizo muchos conciertos durante la pandemia, alguno deficitario.
R. Sí, poca gente ha tocado tanto. Buscaba el formato mediano-grande en los conciertos, mereció la pena, pero lo pagamos. Fue una gira muy desagradable, con los toques de queda, directos del hotel a tocar y de vuelta al hotel... había cero margen para la aventura y era tocar para gente más apagada, con mascarilla... Nuestra labor era llevar cierto consuelo. Veíamos que la gente necesitaba comunicarse emocionalmente. Por ejemplo, veía que lloraban más de lo normal porque en la pandemia hubo cierta represión de los sentimientos y el hecho de juntarse, aunque fuera de aquella manera, creo que era necesario. Lo hicimos por nuestro público, porque entendimos que nos tocaba poner ese granito de arena y en parte para salvar el barco. Yo toco aunque no me paguen, esto, obviamente, es mi trabajo, pero como decía mi padre: “Toca por dinero, no por el dinero”. No quería parar.
P. ¿Cómo ha sido volver a ver la cara de los fans?
R. Tocamos mucho en la pandemia y luego paramos unos meses, cuando todo empezaba a abrirse, porque yo estaba reventado. El otro día en el Palau de la Música de Barcelona fue la primera vez que vi a la gente por fin sin mascarillas y fue muy, muy emocionante. Fue un concierto apoteósico.
P. Una de las canciones la canta abrazado sobre el escenario.
R. Sí, abrazado a Ede. Viene de un vídeo que grabamos en pandemia, cantando abrazados toda la canción, Alma de oro. Era el abrazo que todos queríamos darnos y no podíamos, lo metí en el concierto y es un momento muy bonito. También es un homenaje a un videoclip de Peter Gabriel, al que copiamos la idea.
P. En su último disco ha compartido la composición de las letras con David Quinzán. ¿No es como escribir un diario a dos manos?
R. Sí, David es muy amigo, como mi hermano. No sé si hubiera podido hacer eso con cualquiera. Le pedí que me echara una mano y fue un aliado perfecto. Nos conocemos mucho, nos lo contábamos todo, tenemos una confianza brutal y había mucho de terapéutico ahí. Ahora he vuelto a mi formato habitual, pero ese experimento fue maravilloso, lo repetiría en otro momento. Quizá con otra persona no funcionaría, pero me gustaría probar.
P. ¿Qué musa es más productiva: el dolor o la felicidad? ¿Cuándo escribe más: cuando está triste o cuando está contento?
R. Me jode decirlo, pero quizá sea el dolor. Es verdad que el dolor te conecta mucho con ese mundo interior que tendemos a tapar, no sé por qué. Aunque musa es cualquier cosa que te emocione y de repente una alegría puede ponerte a decir cosas que no sueles decir, como “te quiero”.
P. ¿Recuerda el primer disco que compró?
R. Mecano, en el Continente [antiguo centro comercial] de A Coruña. Iba con mis padres y les dije: “Quiero este disco, por favor”. Luego, cuando ya era más mayor, fui a Portobello [tienda coruñesa] y compré un disco de soul, digamos que más raro, pero el primero fue Mecano.
P. ¿Y el último?
R. Hace un mes compré un disco de Big Thief, pero ahora compro menos.
P. ¿Y qué está escuchando en Spotify?
R. Ahora estoy con Rosalía, Phoebe Bridgers a muerte y ayer me puse a escuchar a Arcade Fire, que hacía como 10 o 15 años que no escuchaba. También el disco nuevo de Daddy Yankee. Rosalía me costó, porque me da un poco de pereza todo lo que pasa alrededor, pero me gusta, es un buen disco.
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