La bronca seriedad del toro
El festejo transcurrió entre silencios a causa de dificultosa corrida de El Torero, que solo lució arboladura
La corrida fue dura, muy dura; para los toreros, porque tuvieron que sortear las deslucidas de unos toros complicados en extremo, y para el público, que volvía a la plaza con la esperanza de reverdecer los laureles del día anterior y se llevó un chasco gordo.
La ganadera envió una señora corrida de toros, no pasada de kilos ―el toro de mayor peso dio en la báscula 562―, pero de una seriedad que imponía un gran respeto, de gran arboladura y astifinos pitones. Pero pronto se descubrió que allí no había más que fachada. No hicieron una buena pelea en varas, y algunos cantaron su mansedumbre no más sentir la puya en su piel. Fueron algo más colaboradores en banderillas, lo que propició el lucimiento de buenos toreros de plata como Juan Contreras, Raúl Ruiz, Abraham Neiro, y, en especial, José Chacón y Fernando Sánchez, que protagonizaron ambos un espectacular segundo tercio en el cuarto toro.
Pero esas fueron las únicas ovaciones sonoras de la tarde; bueno, hubo otra de cariño hacia Gonzalo Caballero, al que obligaron a saludar al romperse el paseíllo, porque volvía a Las Ventas tras la gravísima cornada que sufrió en esta plaza el 12 de octubre de 2019 y de la que le ha costado un mundo recuperarse.
Y otra recibió al acabar con el sexto toro, el único que permitió que el torero se centrara en su labor porque guardaba una corta dosis de nobleza de la que carecieron sus hermanos.
Caballero estuvo muy por debajo de su oponente, pero era normal. Después de aquella cornada solo se vistió de luces el año pasado en Navalcarnero, en un mano a mano con Enrique Ponce. Y, lógicamente, se le ha notado la falta de oficio y las precauciones propias de quien aún tiene en su cabeza el recuerdo de muchas noches en la UVI de un hospital. Pero tampoco defraudó, se quedó quieto, trazó muletazos estimables, y estuvo entonado y correcto. El público no dijo ni pío y entendió a la perfección las especiales circunstancias del torero. Su primero no quería pelea, se rajó a poco de iniciar la faena de muleta y buscó las tablas en un signo evidente de que tiraba la toalla. Caballero no pudo pasar de estar pinturero.
Ferrera y Luque se armaron de paciencia y aguantaron con estoica responsabilidad la papeleta que les tenía guardada el azar. El que abrió plaza no permitió una sola confianza a su lidiador, y el cuarto humilló en la primera tanda con la muleta, pero, a renglón seguido, y sin saber por qué, protestó y cantó a las claras que lo de embestir no era lo suyo.
Luque se mostró muy serio con su primero, un animal que soltaba hachazos en cada impulso, y nada bueno ofreció el sobrero, que se pasó escarbando todo el tiempo que estuvo en el ruedo y fue tan deslucido como sus compañeros.
Al final, quedó claro que mañana será otro día, y que las buenas fachadas no significan nada. Claro que no.
El Torero/Ferrera, Luque, Caballero
Toros de El Torero, -el quinto, devuelto-, muy bien presentados, cornalones, astifinos, mansos en los caballos y broncos y muy deslucidos en el tercio, a excepción del sexto, noble. Sobrero de Montealto, bien presentados, manso y deslucido
Antonio Ferrera: estocada caída (silencio); pinchazo, estocada baja (silencio).
Daniel Luque: pinchazo, estocada caída y un descabello (silencio); pinchazo y estocada (silencio).
Gonzalo Caballero: pinchazo y casi entera tendida y atravesada (silencio); pinchazo y tres descabellos (ovación de despedida).
Plaza de Las Ventas. 12 de mayo. Quinta corrida de la Feria de San Isidro. Más de tres cuartos de entrada (16.291 espectadores, según la empresa).
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