La primera estatua de un hombre lobo en España reivindica el mito del Vákner
Pueblos del Camino de Santiago e investigadores se alían para identificar y resucitar a un monstruo que atemorizaba a los peregrinos y fue citado por un obispo armenio del siglo XV
Cuando no existía alumbrado público y la imaginación no estaba colonizada por el cine, las series y los videojuegos, los monstruos se movían con más libertad. En vez de transfigurarse en miles de píxeles, los seres sobrenaturales tomaban forma en otros tantos golpes de cincel (y por supuesto en 3D) sobre capiteles, arcos y canecillos de las iglesias. En ese mundo de tinieblas del medievo se aparecía el vákner, un ser “muy dañino”, cuyo propio nombre, tan exótico para las lenguas latinas, habla del espanto que debía causar en los caminantes que, después de peregrinar a Santiago, se proponían acabar su ruta llegando a Fisterra, el confín del mundo conocido.
Curiosamente el único rastro documental del vákner que se conserva es el relato de un gran viaje por Europa emprendido por un obispo armenio, Mártir de Arzendján, que durante siete años (1489-1496) atravesó el continente desde el monasterio en el que vivía, San Ciriaco de Norkiegh, y pasó por lugares como Constantinopla, Venecia, Roma, Basilea, Estrasburgo, Aquisgrán, Normandía, París, Donostia, Portugalete, Santander, Santillana del Mar, Oviedo o Betanzos. Antes de regresar a su tierra permaneció 84 días en Santiago y después se encaminó, según sus palabras, hasta “la extremidad del mundo”. Se estima que esto tuvo lugar en 1493, en el cambio de era marcado por el descubrimiento de América y cuando las leyendas sobre el mar tenebroso (que empezaba en la orilla de Galicia) pervivían mientras arribaban de nuevo en el Viejo Mundo Martín Alonso Pinzón y Cristóbal Colón a bordo de las carabelas Pinta y Niña. En estas últimas etapas por el actual Camino de Fisterra y Muxía (hoy el tercero más pisado por los peregrinos, tras el Francés y el Portugués) sitúa el religioso su encuentro con el horrendo ser que ahora trata de rescatar del olvido el Ayuntamiento de Dumbría, el paisaje coruñés donde los estudiosos de la criatura ubican sus supuestas andanzas.
Después de quejarse de lo cara que era la vida en Compostela, el obispo Mártir relata así su viaje: “Recibí la bendición de Santiago, me puse en camino y llegué a la extremidad del mundo, a la playa de la Santa Virgen, a un edificio que fue construido por la propia mano del apóstol San Pablo y que los francos llaman Santa María de Finisterre. Padecí muchos trabajos y fatigas en este viaje, en el cual topé con gran cantidad de bestias salvajes muy peligrosas. Encontramos el vákner, animal salvaje, grande y muy dañino. ‘¿Cómo, me decían, habéis podido salvaros, cuando compañías de 20 personas no pueden pasar?’. Fui enseguida al país de Holani, cuyos habitantes se alimentan también de pescado y cuya lengua yo no comprendía. Me trataron con la mayor consideración, llevándome de casa en casa y admirándose de que hubiese escapado del vákner”.
El viaje figura en un manuscrito armenio de la Biblioteca Nacional de París, dentro de una compilación hecha en Constantinopla en 1684. El texto fue traducido al francés y al español ya en el siglo XIX. Y no han aparecido más referencias a la temida bestia en fuentes escritas, ni en el folclore, ni en la tradición oral, pero quizás por estar envuelto en tanto misterio el ente lleva fascinando décadas a investigadores, historiadores y profesores universitarios que rastrean desde la etimología de su nombre hasta la iconografía monstruosa del arte medieval que pueda querer reflejarlo. Tampoco está claro qué lugar es Holani, adonde también llegaba la funesta fama del bicho.
En 2019 llegó a celebrarse en Dumbría un congreso de expertos en el que se debatieron varias opciones: el vákner podía ser un animal real de los que poblaban el lugar (toro, lobo u oso); o bien un licántropo; o incluso representarse ante las sugestionadas mentes de los cristianos como uno más entre esos dragones que simbolizaban el mal en muchas culturas europeas. Al fin y al cabo, no son nuevas las teorías que identifican el juego de la oca y sus pruebas como una guía cifrada del Camino de Santiago, donde los penitentes tendrían que perseguir su meta enfrentándose a tentaciones y peligros. En este contexto, el vákner personifica los “encuentros con el mal” en un mundo, el de la Edad Media, “que no era como el nuestro y estaba envuelto en el misterio y la superstición”, señala el historiador Antón Pombo, especialista en el fenómeno de las rutas jacobeas.
En varios artículos, el catedrático de Filología de la Universidad de Santiago Fernando Alonso Romero repasa ancestrales creencias de la Europa occidental en torno al hombre lobo, y recuerda que en antiguo islandés vakna es “animal que acecha” y la vieja voz nórdica vargr significaba directamente “lobo”. Mientras tanto, en el libro O vákner e o dragón (Toxosoutos, 2010), su discípula Aurora Lestón cimenta la hipótesis de que, también entendido como producto del imaginario popular, el magnífico ser que vencía a grupos de 20 caminantes era más bien un dragón, en la línea tradicional del fáfner nórdico. El ya fallecido catedrático de Lingüística Románica en Salamanca José Luis Pensado defendía que el vákner podía ser uno de esos seres fabulosos cuya fama se difundía para castigar comarcas, dar gloria a caballeros o, especialmente, vetar lugares, prohibir en ellos rituales que sobrevivieron al cristianismo o acabar con prácticas que se consideraban inspiradas por el diablo.
Según escribió Pensado en 1983 en La Voz de Galicia, el vákner sería un animal “creado con fines profilácticos por la Iglesia con el fin de desterrar un culto pagano que tendría lugar en un dolmen situado en un promontorio en Finisterre”. Se trataba de un rito de fertilidad en el que las parejas en busca de descendencia mantenían relaciones sexuales. Primero, enumeraba el investigador, se combatió construyendo a su lado la ermita de San Guillermo; después se inventó el vákner; 70 años más tarde se habló de una despiadada bruja, Orcabella; y ante los sucesivos fracasos, al final se optó por destruir el dolmen. Las parejas no vieron en esto mayor problema, y según el catedrático trasladaron los poderes mágicos y la ceremonia a un sarcófago de piedra de la ermita.
El proyecto Territorio Vákner, para resucitar seis siglos después la espantosa figura, implica en realidad a toda la comarca de la Costa da Morte e incluso a la Diputación de A Coruña. El próximo día 28 tendrá su primera fiesta, con un concierto de Luar na Lubre —un grupo que ya le había dedicado un tema, Mártiros e o Vákner— y otros artistas invitados como Víctor Manuel e Ismael Serrano. Todo esto para poner banda sonora a la inauguración de una escultura en bronce de casi cinco metros de altura que a partir de ahora acechará a los caminantes en la espesura de los montes de Dumbría y que ya le ha sido presentada en miniatura, incluso, al arzobispo de Santiago, Julián Barrio. El autor, Cándido Pazos, ha representado al vákner como un lobishome, la teoría que cobra más fuerza sobre la apariencia del mito. “Será la primera estatua de un licántropo en España”, avisa Pombo. Los promotores del Territorio Vákner están convencidos de que la figura, que aguarda su propio día (del regreso de la bestia) oculta bajo una lona en el lugar boscoso del Marco do Couto, va a convertirse en uno de los hitos más fotografiados de los caminos peregrinos.
Babelia
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