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Se cumplen 30 años de la muerte de Manolo Montoliú en La Maestranza

El torero valenciano sufrió una cornada en el corazón al clavar un par de banderillas en el primer toro de aquella tarde

Manolo Montoliú, la tarde de su alternativa, en 1986.
Manolo Montoliú, la tarde de su alternativa, en 1986.
Antonio Lorca

El 1 de mayo de 1992, hoy se cumplen 30 años, murió en la plaza de toros de La Maestranza de Sevilla el torero Manolo Montoliú al banderillear al primer toro de la tarde, de nombre Cubatisto, de la ganadería de Atanasio Fernández.

El crítico taurino de EL PAÍS, Joaquín Vidal relataba así al día siguiente la cogida: El percance se produjo alrededor de las 18.40. En el momento de ejecutar la suerte, el toro hundió el pitón en un costado del torero, y seguidamente, sin que hubiera llegado a caer al suelo, le estuvo pegando cornadas en el abdomen, el pecho y las axilas. Cuando el toro dejó de cornear y acudió al quite que hacían los diestros y sus cuadrillas, Montoliú cayó al suelo sangrando copiosamente por las heridas y por la boca. El toro le había partido el corazón y los pulmones. Sus compañeros se lo llevaron a la enfermería, y en el ruedo quedó un gran charco de sangre. El infortunado torero llegó al quirófano desangrado y prácticamente muerto”.

El toro estaba marcado con el número 27, era negro y pesaba 598 kilos. “Se trataba de un animal grande, cuajado y serio, de pitones no muy desarrollados, pero vueltos, que blandeó mucho en los primeros capotazos”, contaba Vidal. “A pesar de esta evidente deficiencia física, derribó con facilidad al caballo del picador dos veces, y quedó reservón, sin apenas embestida, perdiendo las manos con frecuencia. Cambiado el tercio, entró a banderillear Montoliú. Lo hizo a su estilo, planteando la suerte en corto, con templanza y ganando la cara por el pitón derecho, que era el de su preferencia. Reunió en la cara, con mucha verdad, y prendió en lo alto los palos, momento en que el toro, que no se había arrancado al cite -pues desarrollaba sentido y estaba a la defensiva- le hundió el pitón”.

Eran las siete menos cuarto de la tarde. Diez minutos después ya se sabía que había muerto, escribía al día siguiente Juan Méndez. Jesús Loscertales, catedrático de cirugía, adelantó la noticia. Salió de la enfermería, adonde llegó para ofrecer sus servicios, con el rostro marcado por la desgracia. “Ha muerto, tiene el corazón partido en dos. No se puede hacer nada”, dijo. La noticia se hizo oficial cuando pasaban cinco minutos de las siete de la tarde.

“Desgraciadamente, Montoliú ha muerto”. Ramón Vila inició así la lectura del parte facultativo que decía lo siguiente: “Herida inciso contusa por asta de toro en base y cara externa del hemitórax derecho, que rompe el diafragma, desgarra arterias suprahepáticas, rompe la base del pulmón derecho y cara superior del pericardio, atravesando ventrículo derecho y aurícula izquierda, rompiendo lóbulo superior del pulmón izquierdo, llegando hasta la base izquierda del cuello. Ingresa sin pulso, sin reflejos, y sin respiración espontánea. Se procede a toraxcotomía, intubación y maniobra de resucitación, sin que se pueda lograr en ningún momento la misma”. Vila comentó que el torero llegó casi sin sangre a la enfermería. “No llegó a reaccionar, estaba desangrado, sólo le quedaba un resto en las venas”.

Manolo Montoliú, cuyo nombre real era José Manuel Calvo Bonichón, había nacido el 5 de enero de 1954 en Valencia. Su padre era picador, y él debutó con picadores en 1973, y entre los años 1980 y 1985 formó parte de la cuadrilla de diferentes matadores.

Decidió tomar la alternativa en la plaza de Castellón el 2 de marzo de 1986, en la que Julio Robles actuó como padrino y en presencia de Espartaco, y la confirmó el 11 de mayo. En total, actuó en 9 corridas, y a partir del año siguiente volvió al escalafón de subalternos.

Formó parte entonces de la cuadrillas de distintos matadores, entre ellos en la de José María Manzanares, a cuyas órdenes toreaba la tarde de su muerte en la plaza de Sevilla.

El trágico suceso acaeció diez días después de la inauguración de la Exposición Universal de Sevilla, pero 1992 se convertiría en un año trágico para la tauromaquia. El 13 de septiembre, en plena celebración del gran acontecimiento internacional, la muerte volvió a La Maestranza. El subalterno Ramón Soto Vargas murió al ser corneado por el tercer novillo de la tarde que lo volteó a la salida de un par de banderillas.

La cogida de Ramón Soto Vargas fue una de las muchas que sufren los banderilleros. El novillo, con trapío de toro y 458 kilos de peso, manso como todos sus hermanos, fue muy reservón en el segundo tercio.

Sin apuros, pero sin lucimiento, habían colocado banderillas Soto Vargas y Juan de Triana. Al cerrar el tercio, el primero de ellos fue arrollado tras clavar los garapullos y cayó al suelo junto a la barrera del tendido 7. El novillo hizo por él en un instante. El banderillero se levantó por su propio pie y fue su compañero Juan de Triana quien se percató de que tenía manchado de sangre el forro de la chaquetilla. Trasladado inmediatamente a la enfermería, nada hacía pensar en un fatal desenlace.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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