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De cómo las palabras conjuran la oscuridad: la celebración de la literatura latinoamericana en Puerto Rico

El I Congreso Internacional de Escritores de la isla confirma la buena salud de la ficción en América tras la pandemia

El autor mexicano Guillermo Arriaga, este jueves durante su intervención en el I Congreso Internacional de Escritores en Caguas (Puerto Rico).
El autor mexicano Guillermo Arriaga, este jueves durante su intervención en el I Congreso Internacional de Escritores en Caguas (Puerto Rico).Ángel L Matos
María Antonia Sánchez-Vallejo

Un apagón sensacional, de esos que a menudo acontecen en Puerto Rico, a punto estuvo de frustrar la charla de la escritora cubana Mayra Montero en el I Congreso Internacional de Escritores, que se celebró esta semana en el municipio autónomo de Caguas, el corazón de la isla. Pero de repente brotaron luces de los móviles, como en un concierto multitudinario, y la delgada y traviesa voz de la escritora sonó más fuerte en esa oscura comunión improvisada: la conferencia siguió adelante como si nada.

Al concluir la suya, la escritora de literatura infanto-juvenil Chiki Fabregat lamentó a modo de disculpa su desconocimiento de la creación local (si ya es desconocida la literatura para niños y adolescentes, qué decir de la caribeña, incluso en el contexto de la latinoamericana). Dicho y hecho: a la salida del auditorio recibió una veintena de títulos; algunos de manos de sus autores, otros, como regalo del público asistente para que remediara esa laguna. Imposible estar a la altura de los puertorriqueños: siempre dan más de lo esperado.

Cuesta describir el entusiasmo con que la audiencia ha seguido un congreso que reunió durante tres días a una veintena de autores procedentes de Perú, México, Puerto Rico, Cuba, Colombia, República Dominicana y España. Entusiasmo sería decir poco: en torno a la palabra se confabularon la pasión y hasta el fervor, en un país, administrativamente hablando Estado libre asociado de EE UU, que tiene el inglés como lengua cooficial, pero que vive y siente en castellano.

También resulta difícil resumir el caudal de historias, sueños y palabras que manaron estos días en Caguas. Al margen de un par de hilos conductores (el júbilo del encuentro tras dos años de pandemia, la celebración de la lectura), estas son algunas de las (muchísimas) ideas que escritores, lectores y libreros desgranaron a mayor gloria de la literatura, la mejor compañera de viaje imaginable. Organizado en áreas temáticas (literatura infanto-juvenil, historia y memoria, impacto de la covid en la creación literaria, el hecho de escribir o la cocina de un escritor, entre otras), el congreso, al que este diario acudió invitado, demostró que la literatura, que nunca se había ido, está oficialmente de vuelta.

Por qué escribir

“Si hay algo que irrita profundamente a la gente es que uno se encierre a escribir” (Javier Sagarna, novelista y director de la Escuela de Escritores). Una actividad que requiere soledad, modestia, tesón y cuyo éxito, además, nunca está garantizado. Tal vez porque “escribimos para evidenciar la vida, para dejar constancia de que estamos vivos. El relato es vida y necesita de la recepción del lector” (el dominicano Pedro Antonio Valdez, que fue presentado como el maestro del cuento caribeño). O porque “todo lo que está escrito en una novela existe; es real” (la novelista cubana Karla Suárez). Pero, al final, “uno puede pasarse dos años reflexionando acerca de por qué escribe, y no tiene una respuesta fácil” (Eduardo Lalo, escritor de Puerto Rico). Las razones para escribir, coincidieron muchos autores, son las mismas que para leer, pero con una diferencia sustancial: “Dejar de leer es la muerte instantánea” (Rosa Montero, que presentó en Caguas su última novela, El peligro de estar cuerda).

Rosa Montero presenta su última novela, ¨El peligro de estar cuerda", este miércoles en el I Congreso Internacional de Escritores en Caguas (Puerto Rico).
Rosa Montero presenta su última novela, ¨El peligro de estar cuerda", este miércoles en el I Congreso Internacional de Escritores en Caguas (Puerto Rico). Ángel L Matos

La inspiración

Partiendo de la base de que la escritura “no es un oficio, es una práctica, algo que se hace de continuo, como quien practica ejercicio o meditación” (Lalo), ¿qué o quiénes convocan al escritor a la creación? Tal vez la complicidad de los personajes, que van creciendo hasta adquirir vida propia: “Peleo con ellos, me enfado y me enamoro de ellos; me siento atraída por ellos a veces hasta el delirio, como por ejemplo Enrico Caruso”, personaje real, recreado y revivido por Mayra Montero en la novela Como un mensajero tuyo. “Cuando estamos escribiendo una novela no tenemos mejores cómplices que los personajes”. La cofradía de autores asume sus atragantamientos -el más habitual es el Ulises de Joyce- y defiende hasta el ardor sus vívidas criaturas, “los personajes son personas que has conocido durante la escritura, y la madurez [creadora] es dejar que ellos te cuenten la historia” (Montero).

La novelista cubana, afincada en Puerto Rico, Mayra Montero reflexiona sobre la escritura en tiempos de pandemia, este jueves en el auditorio del Centro de Bellas Artes de Caguas.
La novelista cubana, afincada en Puerto Rico, Mayra Montero reflexiona sobre la escritura en tiempos de pandemia, este jueves en el auditorio del Centro de Bellas Artes de Caguas.Ángel L Matos

El cine y otras influencias

“El cine es un gran cómplice de los escritores. El mensajero, de Joseph Losey, es la semilla de todas mis novelas desde que la vi, siempre he escrito esa misma novela” (Mayra Montero). “A mí me nutre la música, tan importante en la vida como leer. Por eso no puedo escribir escuchándola” (Rosa Montero). El mexicano Guillermo Arriaga, premio Alfaguara 2020 por su novela Salvar el fuego y artífice de los filmes Amores perros, 21 gramos o Babel, entre otros, ha apostatado del celuloide para entregarse a la literatura y contar: “Los que contamos historias, y esto creo que lo compartirá conmigo cualquier escritor que haya aquí, si no lo hacemos se nos quedan en la garganta, se oxidan”. La obra de uno de los escritores más citados como inspiración, William Faulkner, es indisoluble del cine, esos vasos comunicantes que tan bien conoce Arriaga. Si “se aprende mucho de los malos libros, lo que no debes hacer” (Rosa Montero), la lección de la escritura cinematográfica va más allá: “Un buen guion salva una película, nunca al contrario” (Arriaga). De las adaptaciones literarias al cine, sólo Cidade de Deus, del brasileño Fernando Meirelles, aprueba con nota, según el mexicano.

Raza y representación

“Se ha invisibilizado la literatura del Caribe”. La afrodescendiente Mayra Santos-Febres, en su doble vertiente de académica y literata, subrayó la necesidad de escribir desde la raza, “de abrir espacios para gente como yo, o descubrirla. Necesitamos más textos que hablen de la raza”, dijo la autora puertorriqueña, víctima, subrayó, de un “racismo sistémico” que ni siquiera le permite marcar la única casilla con la que se identificaría (afrodescendiente) en los formularios estadounidenses, pese a que “en EE UU uno vive sobredeterminado por el color de la piel, como demostró el asesinato de George Floyd” a manos de un policía en Minneapolis en 2020. “La literatura no tiene género ni color, pero los que escribimos sí”, dijo la escritora boricua. Amén.

‘Superstars’

Dos autores, Rosa Montero y Guillermo Arriaga, acapararon los flases del congreso. Pero no la atención, equitativamente repartida entre todos los autores, y que la talentosa discreción y el fino sentido del humor del peruano Iván Thays logró aquilatar. Thays contrapuso su vida de oficina, “con saco, de 9 a 5″, igual que ilustres de la literatura como Pessoa o Kavafis, a la anarquía creativa de otros colegas (aunque algunos confesaron que para armar un libro necesitan esquemas y organigramas), y describió con precisión la enfermedad que aqueja a todos los escritores y lectores del mundo, la literatosis, dolencia crónica y sin remedio. “La enfermedad y la literatura sirven para descubrir nuestros fantasmas”, dijo la colombiana Pilar Quintana, premio Alfaguara de novela 2021 por Los abismos, una historia sobre la pérdida de la inocencia, hecha jirones por la opresión y la violencia. El lado oscuro de Colombia, en un juego de azogues que va de la violencia de género a la de la guerra, y viceversa.

Desde la izquierda, Mayra Santos-Febres, Tere Dávila, Pilar Quintana, Iván Thays, Silverio Pérez y el moderador, José Luis Fajardo, este jueves en una mesa redonda.
Desde la izquierda, Mayra Santos-Febres, Tere Dávila, Pilar Quintana, Iván Thays, Silverio Pérez y el moderador, José Luis Fajardo, este jueves en una mesa redonda. Ángel L. Matos

La ficción como reflejo (o no) de la Historia

Una novela histórica no debe ser fehaciente hasta el extremo; basta con que sea verosímil. Así que, para no googlear los pormenores de un hecho, la literatura alivia la tarea dándole alas de la ficción. “Con la ficción entramos en otros territorios. No necesitamos verificar datos históricos” (Karla Suárez, autora de El hijo del héroe, novela sobre la participación de los cubanos en la guerra de Angola). «Me tomó muchos años hablar de la guerra de Angola. Escribir sobre ciertos acontecimientos históricos que vivimos y nos dejaron huellas, puede hacernos daño. Porque cuando escribimos es como si viviéramos y hay experiencias que no queremos volver a vivir. Al menos no de inmediato”.

El libro en papel está bien vivo

¿Quién dijo muerto? El libro en papel, igual que la novela, goza de muy buena salud, pese a los agoreros que pronosticaron el fin de ambos (también el de la historia, y ahí sigue). José González, editor y librero y hermano del pionero Norberto González, una institución en la isla y a quien estuvo dedicado el congreso, negó la mayor. “Se lee más en español que en inglés. Y se lee más, en general: primero el huracán María [2017] y luego la pandemia estimularon la lectura y por tanto el mercado del libro. Pero esta feria del libro [paralela al congreso] ha batido récords: hemos vendido como un 25% más”. Los libros llegan a la isla -ocho millones de habitantes, cinco de ellos en la diáspora- bajo bandera de cabotaje: obligatoriamente, desde EE UU, como cualquier otro producto, “pero impresos y comprados en España, Chile, Argentina, Colombia…”. La pandemia ha triplicado los costes, no hay apenas papel y está muy caro, pero Puerto Rico es un ejemplo para incentivar la lectura: “Los libros en papel no pagan impuestos. Sí lo hacen los libros electrónicos. Hay además una tarifa especial para el envío de ejemplares”.

Corolario: tras el apagón contra el que nada pudo hacer el potente generador del Centro de Bellas Artes de Caguas, donde se celebraron el congreso y la feria del libro, cientos de estudiantes que no habían podido llegar a la charla sobre literatura infantil y juvenil, desfilaron en silencio por las gradas para escuchar las últimas reflexiones sobre “un género que no es género, como el policiaco o la ciencia ficción, porque los contiene todos” (Chiqui Fabregat). Gracias al empeño de los organizadores y a su lucha contra los elementos, los jóvenes llegaron a tiempo de aplaudir la conferencia de la premiada autora española. Ya lo había advertido la víspera la boricua Santos-Febres: “[Los puertorriqueños] Tenemos pelea dura”. En el escenario, la bandera de EE UU, colocada junto a la de Puerto Rico y las de los otros seis países de los participantes, asistía como convidada de piedra, sin mover un solo pliegue, a la mágica celebración de la palabra. En castellano.

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