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Isabel Preysler
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Isabel Preysler en ‘El hormiguero’ no conmueve a nadie

¿Qué nos puede contar una señora cuya vida ha estado narrada casi semana a semana por la prensa rosa? ¿Podemos empatizar con las peripecias de esas personas que son todo modales pero que jamás muestran un solo rasgo de humanidad?

Jimina Sabadú

Un Pablo Motos bajo de energía (con aspecto de estar pasando un catarro del que esperamos que se recupere pronto) recibe a Isabel Preysler como si fuera una familiar de quien le hubiera separado una guerra. Se sientan a la mesa —y no me he fijado esta vez en la altura de los asientos; lo siento mucho— y Motos sostiene el libro de la Preysler Mi verdadera historia. ¿Por qué tiene unos post-it? Me pregunto.

“Es un libro adictivo”, dice Motos. Cuando va un famoso de los grandes —y a El hormiguero van muchos famosos—, a Motos le entra la curiosidad de verdad. Esto no es como entrevistar a los actores de una serie de moda.

La entrevista arranca con unos llamativos problemas de audio, ya que Preysler ha elegido un atuendo que no facilita la colocación del micrófono de corbata. Lleva uno tipo botón, como los de Madonna en la gira de Vogue, y no se oye bien. Van a publicidad y, a la vuelta queda claro que el frufrú va a durar el programa entero.

Anécdotas de pijerío tardofranquista

Motos empieza fuerte, preguntándole a Isabel por su virginidad. El rictus de ella es matador, pero le toca contar lo del novio filipino banquero y la noche de amor fruto de una avioneta estropeada. Es entonces cuando empieza el arco de transformación de nuestra heroína. La traen a España para huir de la vergüenza que supone haber yacido con un galán y piloto diez años mayor que ella.

A partir de su llegada al madrileño paseo de la Castellana empieza un tour de force de anécdotas del pijerío tardofranquista: fiestas, comidas, meriendas, y señoras con pinta de llamarse Tita y Mayte. Lo de cómo conoció a Julio Iglesias es absolutamente irrelevante, salvo cuando dice que se casó embarazada. Ese es uno de los bombazos del libro. Por eso lloraba en su boda. “Julio se portó como un señor” es lo último que hubiera esperado escuchar sobre el popular cantante (de quien, por cierto, creo que fue Peñafiel quien dijo que iba detrás de Isabel solo porque ella no le hacía caso).

“¿Alguna vez te has enfadado con tus hijos por hacer algo que no te gusta?” La Preysler evita mencionar el episodio en el que Tamara se casa con el relaciones públicas más viejo del mundo aún tras saberse que él se morreó con una desconocida en el Burning Man. Esta espina, cada vez que asoma, hace que Isabel tuerza el gesto (dentro de sus posibilidades).

Sonrisas crispadas

Isabel Preysler sabe estar en un anuncio de bombones, en una revista, o en un brevísimo paso por un plató, pero no vale para una entrevista larga, porque jamás se va a abrir. Ella ha triunfado por ser la cáscara perfecta y glamurosa. Preysler corrió para que Pombo pudiera gatear. Cuando Motos (que no es precisamente un entrevistador incisivo) hace alguna pregunta (como la de la infidelidad) incómoda, Isabel sonríe crispada. Pero no consigue transmitir cercanía.

Sale la pregunta de los hijos. Todos bien, gracias. Deja lo de Enrique para cuando lo cuente él (cómo sabe esta señora distribuir las exclusivas), y de Tamara dice que ha aprendido “el perdón”; en otras palabras, que no puede ni ver a Iñigo, como nos pasa al resto de los españoles.

La entrevista tiene altibajos. Isabel reacciona cuando Motos pregunta por “lo de la nariz”, que es algo que todos nos hemos preguntado. Pues sí: un problema en el quirófano que se complica. Cuando ella está contando por fin algo interesante, Motos interviene para hablar de cuando él se fue a un spa con su señora y pidió que le pincharan bótox. Gracias por nada, Pablo.

Vamos pasando maridos (Falcó de puntillas, por cierto) y nada de lo que cuenta sobre el amor resulta creíble. De Boyer dice que estaba “fascinada por su inteligencia”. Da la impresión de que es una señora que ha calculado todos y cada uno de sus amores, a excepción de Julio Iglesias y del incidente del amante bandido piloto de avioneta. Hablando de Boyer parece evocar más una vida tranquila que un amor. Dice abiertamente de sí misma que es de derechas, y llama a Alfonso Guerra “enemigo”.

Seguimos con Boyer y el enfrentamiento con Ruiz Mateos, que es como mezclar a los Colby con Anita y Montoya. Y “un día, sin avisar, Miguel sufrió un ictus”. Deja claro que “ya era viuda” cuando conoció a Vargas Llosa, cosa que no es lo que ha contado la prensa rosa. Es, como es costumbre, Tamara Falcó la que suelta algo interesante. “Ahí fui yo la que estaba protegiendo a la familia”. Vargas Llosa, difunto (igual que Boyer, igual que Falcó), es tratado con vago desdén por las dos celebridades. Tras el pésimo gusto de publicar las cartas de y para Mario como parte del libro. Vargas Llosa, insisto, está muerto. Nunca le dedicó esa novela que en teoría le iba a dedicar, pero sí habló de ella en el cuento Los vientos, que lo tuvimos delante de las narices y no supimos verlo.

“Fue un enamoramiento de la pichula, no del corazón. De esa pichula que ahora ya no me sirve para nada, salvo para hacer pipí”, decía el cuento. Según los conocedores del Nobel peruano, hablaba de la Preysler. Y ella “¿Ah sí? ¡Pues ahora voy y publico tus caras, ea!” Motos lee dos de las cartas. Una (de Mario a Isabel) la deja bien a ella. La otra (de Isabel a Mario) deja mal a Mario. En esta última, Isabel habla de diferencia de estatus e ingresos. ¿Está llamando “tieso” a Vargas Llosa? Isabel hace algunas puntualizaciones sobre cosas que se han dicho en prensa, y se despiden finalmente para dar paso a la tertulia.

Al fin me doy cuenta de que cada post it en el libro es una pareja de Isabel: Julito, Falcó, Boyer, y Vargas Llosa. Queda clarísimo que esta mujer solo es conocida por sus parejas, pero también que respeta a sus hijos. Queda clarísimo que cualquier programa que contrate a Tamara tiene, al menos, una visita de la Preysler incluida en el contrato.

Siento un eco de verdad en sus palabras, pero no encuentro verdad en esta entrevista. Isabel Preysler ya ha contado muchas cosas. Toda su vida ha sido fotografiada, pero nunca ha hecho una entrevista de verdad, y no creo que tenga intención de hacerla. No iba a ser Pablo Motos quien cambiase esto.

Si quieren cotilleo del bueno al respecto, les recomiendo el libro Julio Iglesias. ¿Truhan o señor? Escrito por Antonio del Valle, quien fuera mayordomo del solista violeta.

En este libro cuenta que la Preysler le mandó a Julito un ejemplar del Hola con un post-it en el que ponía “Siempre tendré más portadas que tú”. En aquel acto había más fuerza que en toda esta entrevista e, imagino que en todo el libro que Preysler ha ido a promocionar.

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Sobre la firma

Jimina Sabadú
Columnista en la sección de Televisión. Ha colaborado en 'El Mundo', 'Letras Libres', 'El Confidencial', en programas radiofónicos y ha sido guionista de ficción y entretenimiento. Licenciada en Comunicación Audiovisual, ha ganado los premios Lengua de Trapo y Ateneo de Novela Joven de Sevilla. Su último libro es 'La conquista de Tinder'.
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