La guerra aplasta la cultura rusa
El boicoteo internacional y el rechazo manifestado por eminentes figuras como el director del teatro Bolshói horadan la actividad artística del país. Cancelada una actuación de Plácido Domingo en Moscú
El artista ruso Kirill Savchenkov anunció el lunes en su perfil de Instagram que renunciaba a representar a su país en la 59ª edición de la Bienal de Venecia, la gran cita internacional del arte contemporáneo que se inaugura el próximo 23 de abril. Lo hizo con este mensaje, sobriamente escrito en blanco sobre fondo negro: “No hay nada más que decir, no hay lugar para el arte cuando los civiles están muriendo bajo el fuego de los misiles, cuando ciudadanos de Ucrania se están escondiendo en refugios, cuando manifestantes rusos están siendo silenciados. Como ruso, no voy a presentar mi trabajo en el pabellón de Rusia”.
Lo mismo hizo la otra creadora que iba a mostrar su trabajo en ese espacio, Alexandra Sujareva, así como el comisario artístico del pabellón, Raimundas Malasauskas, por lo que finalmente no habrá representación rusa en la exposición. “Esta guerra es política y emocionalmente insoportable”, explicó Sujareva en su escrito de renuncia. Por su parte, Malasauskas manifestó: “Nací y me formé en Lituania cuando estaba integrada en la Unión Soviética. He vivido la disolución de la Unión Soviética en 1989 y he sido testigo y he disfrutado del desarrollo de mi país desde entonces. La idea de volver a vivir bajo un imperio ruso o cualquier otro es simplemente intolerable”.
Son dos de los muchos ejemplos de cómo el ataque de Rusia a Ucrania tiene también graves consecuencias en la cultura, a menudo dominada por personas próximas al Gobierno. El pabellón ruso en Venecia está comisionado en la parte económica por Anastasia Karneieva, hija del actual general del Servicio Federal de Seguridad, y por Nikolay Volobuev. Karneieva, junto con Ekaterina Vinokurova, hija del ministro de Exteriores ruso, Sergey Lavrov, gestiona la empresa adjudicataria del pabellón para los próximos ocho años.
Desde que el jueves pasado Moscú puso en marcha la invasión de Ucrania no han dejado de aumentar las voces internas procedentes del mundo de la cultura que muestran su rechazo a la guerra y que están paralizando la actividad dentro del país en señal de protesta. Y ello a pesar de que Viacheslav Volodin, presidente de la Duma, advirtió la semana pasada de que las demostraciones contrarias a la guerra serían consideradas como “traiciones al pueblo”.
Sin embargo, el principal museo de arte contemporáneo de Rusia, Garage, ha emitido un comunicado para anunciar el cese laboral hasta que “la tragedia política y humana que se está desarrollando en Ucrania termine”. Y en el recientemente inaugurado centro cultural GES-2, el comisario y artista islandés Ragnar Kjartansson notificó que cancelaba su exposición Santa Barbara, tras calificar a Rusia de “Estado fascista en toda regla”. Posteriormente, la Fundación V-A-C, grupo privado impulsor de este espacio, comunicaba el cierre de todas las exposiciones y actividades de su programa.
Stephen Brooks, director ejecutivo de la casa de subastas Philips, del Mercury Group, la compañía de bienes de lujo más grande del país, ha publicado una declaración ilustrada con la bandera de Ucrania en la que pide “el cese inmediato de todas las hostilidades en los términos más enérgicos posibles”. La prensa especializada también toma partido, como la revista de arte The Calvert Journal, que ha decidido dejar de publicarse “hasta nuevo aviso”.
En el terreno de las artes escénicas, Elena Kovalskaya ha marcado distancias de manera radical con el presidente ruso, al dimitir pocas horas después de los primeros ataques como directora del teatro estatal Meyerhold de Moscú, tras hacer público un duro comunicado en su perfil de Facebook: “No se puede trabajar para un asesino y recibir un salario de él”.
Muy relevante es también el manifiesto de rechazo a la guerra que han firmado esta semana figuras como los directores de los icónicos teatros Bolshói de Moscú y Alexandrinsky de San Petersburgo, Vladimir Urin y Valery Fokin, junto con otros importantes artistas como el violinista Vladímir Spivakov o el actor Oleg Basilashvili. El caso del responsable del Bolshói es significativo, pues en marzo de 2014 firmó otro manifiesto de apoyo a la política de Vladimir Putin en Ucrania y Crimea.
En el lado contrario se encuentra el director de orquesta Valery Gerguiev, muy cercano a Putin y que se ha negado a condenar públicamente el ataque, lo que le ha valido la cancelación de conciertos internacionales (Carnegie Hall, Filarmónica de París), la rescisión de su contrato en la Scala de Milán y su despido como director de la Filarmónica de Múnich. Otra damnificada en el mismo sentido es la soprano Anna Netrebko, que en un primer momento cedió a la presión internacional y publicó el fin de semana un mensaje en sus redes sociales en el que lamentó la guerra pero puntualizó que “obligar a los artistas y a cualquier figura pública a expresar públicamente sus opiniones políticas y condenar a su patria es inaceptable”. El resultado, de momento, es que la Ópera Estatal de Baviera ha cancelado todos sus compromisos futuros con la cantante y ella misma ha decidido renunciar a varias actuaciones que tenía programadas, entre ellas en la Scala y la Ópera de Zúrich. Es probable que su concierto en el Liceo de Barcelona el 3 de abril se vea también afectado. “Este no es un momento para mí para hacer música y actuar. Por lo tanto, he decidido dar un paso atrás por el momento”, ha explicado la artista.
La presión internacional crece cada día. Frank-Walter Steinmeier, presidente de la Fundación para el Arte y la Cultura, uno de los patrocinadores de la exposición colectiva Diversity United, que pretende mostrar lazos de unión entre Europa y Rusia a través del arte, abierta en la Galería Tretyakov, ha informado de la retirada de su apoyo y ha solicitado la finalización inmediata de la muestra. El ministro de Cultura de Ucrania, Oleksandr Tkachenko, ha reclamado sanciones para “limitar la presencia rusa en la arena cultural internacional” y ha llamado al boicoteo de los artistas rusos en todas las ferias y exposiciones.
Los boicoteos se suceden en cascada desde la semana pasada. Muy contundente ha sido la respuesta de Reino Unido, donde se ha parado la gira que tenía en marcha el Ballet Estatal de Siberia; y la Royal Opera House de Londres ha anulado la temporada de danza del Bolshói en verano. Esta misma compañía tiene programadas también varias funciones en el Teatro Real de Madrid en mayo, pero el coliseo madrileño todavía no ha decidido si las cancelará. La guerra en todo caso parece que está muy caliente en este frente, pues también hay reacción desde la parte rusa: el Bolshói ha suspendido la actuación que tenía previsto ofrecer el español Plácido Domingo el próximo 8 de marzo en su sede.
En otros frentes, importantes grupos de rock y pop como Green Day, Imagine Dragons, Franz Ferdinand o The Killers han cancelado sus giras en Rusia. El festival de Eurovisión ha expulsado al país del concurso este año. La compañía Walt Disney no estrenará allí sus últimas películas. Tampoco Sony y Warner.
En España está en el aire la actividad de la sede del Museo Estatal de Arte Ruso de San Petersburgo en Málaga. La actual exposición anual, Guerra y paz en el arte ruso, termina el próximo 24 de abril y aún se desconoce si la siguiente ―cuya temática aún no se ha hecho pública― se podrá poner en escena, debido a las restricciones y las sanciones internacionales a Rusia, informa Nacho Sánchez. El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre (PP), dijo el lunes que habrá que esperar a la evolución de los acontecimientos para saber “en qué medida queda o no afectado” el movimiento de piezas de arte, pero subrayó que apuesta por mantener el equipamiento cultural, aunque desde Ciudadanos, sus socios de Gobierno, no están de acuerdo. La concejal de Cultura, Noelia Losada, escribió en Twitter: “No soy partidaria de transferir dinero al Museo Estatal Ruso mientras dure la invasión de Ucrania. Aquí no se abona canon, sino que se paga por exposición. La actual está pagada. La próxima debe quedar en suspenso”. El Ayuntamiento tiene un contrato con la matriz del centro que se extiende hasta 2035 y recoge el pago de un canon de 400.000 euros anuales. Además de numerosas actividades, el espacio ―que no se ha pronunciado públicamente sobre la invasión de Ucrania― programa una gran exposición anual acompañada de otras más pequeñas. En 2019 recibió 82.549 visitas.
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