Rutu Modan dibuja una metáfora de Israel al estilo Indiana Jones
La historietista traza en la novela gráfica ‘Túneles’ una enorme sátira de la sociedad y los conflictos de su país
A veces, el chico ni iba al colegio. Su padre sabía que estudiar era importante, por supuesto. Pero excavar lo era todavía más. ¿Para qué aprender la historia si su hijo podía participar en ella? Porque el arqueólogo creía que estaban a punto de encontrar la mismísima Arca de la Alianza, un cofre con poderes sobrenaturales que, según la Biblia, contiene las célebres Tablas de la Ley. Tan convencido estaba el hombre que su búsqueda duró siete años. “Los conocía. Eran gente normal. Empecé a pensar por qué lo hacían”, reflexiona la dibujante israelí Rutu Modan (Tel Aviv, 55 años).
En busca de una idea para un cómic, la artista se acordó de las peripecias de aquel amigo de la infancia. Así que fue a verle, y halló material aún más intrigante. “Todavía lo cuenta con secretismo. Me confesó que seguía pensando que, si hubieran seguido, habrían descubierto el Arca. Dijo que podía ser algo así como un walkie-talkie con Dios. Y mire que no es religioso”, agrega. Una vida terrenal, pero empapada de lo espiritual. El peso de la leyenda y de los tiempos que fueron. Y, además, una excavación que se adentraba en los territorios palestinos y que se detuvo ante la primera Intifada (1987-1993). Modan se dio cuenta de que tenía entre manos mucho más que una aventura a lo Indiana Jones: era una metáfora de Israel entero.
“El propio sionismo fue un movimiento secular que presuntamente tenía que dejar atrás la religión. Pero, al mismo tiempo, sus raíces ahondaban en historias místicas”, afirma la dibujante. Todo ello, y más, se aborda en la novela gráfica Túneles (Salamandra Graphic), que es presentada como la obra más política de Modan. Mientras sus protagonistas pican el suelo en busca del Arca, la autora de cómic más conocida de Israel excava en los traumas y los delirios de un país con almas muy variadas. Judíos ultraortodoxos, militares, contrabandistas palestinos, hasta miembros del ISIS. Y gente normal y corriente, claro. Todos ellos habitan Israel y Túneles. Cada uno con su dosis de disparate. Pero, también, con aspiraciones comprensibles. Es una sátira colosal, y tremendamente humana.
Y verídica, además, al menos según la autora. “Es totalmente real. Puedes verlo como absurdo, o trágico. Intentaba mostrar que los grupos que componen nuestra sociedad, que nació no hace mucho, tienen en la superficie las mismas preocupaciones. Vivir en paz y tranquilidad, hacer sus cosas. Pero no avanzamos: los intereses son muy distintos y nadie mira más allá de su perspectiva”, resume Modan. La autora subraya que es judía, de izquierdas y sin apuros económicos. Es decir, ella misma quiere exponer sus inevitables filtros. Pero, a la vez, asegura: “Me parece difícil lidiar con la situación política en mis cómics. No tengo soluciones. Sí opiniones, pero hay tantas que las mías no importan. Lo que puedo ofrecer es mi punto de vista. No pretendía mostrar quién tiene razón y quién no. Solo cómo estamos. Israel mira mucho al pasado remoto y al futuro lejano. Pero no sabe lidiar con el presente”.
Para comprobarlo, Modan entrevistó a ciudadanos de todo tipo, igual que sus personajes. Y, después de mucho tiempo, volvió a pisar los territorios palestinos. Cuenta que entre los israelíes de izquierdas existe la convicción de que no deben visitar la Franja de Gaza y Cisjordania para no legitimar las injusticias que se producen allí. Pero que, ahora, cree justo lo contrario: “Todos deberían ir. Es brutal. Un lugar bellísimo, con un potencial enorme. Y, sin embargo, hay rejas en cada esquina. Lo más triste fue ver cómo los colonos están ya tan metidos que no va a ser fácil separarlos”. A los viajes y las charlas, sumó mucha investigación sobre libros y papeles. Esto explica un proceso creativo que ha durado unos dos años.
Casi nueve han pasado desde su anterior novela gráfica, La propiedad (Sins Entido). Y unos 13 desde que ganara un Eisner —los Oscar del cómic— con su primer tebeo largo, Metralla (Astiberri). “Me encantaría sacar un libro cada poco tiempo, pero esto es lo que tardo. Y Túneles era más complicado: en las otras dos obras escribía de gente como yo. Aquí hay 20 personajes, cada uno con su arco narrativo, y que no tienen nada que ver conmigo”, explica la autora. Mientras tanto, también ha editado libros infantiles y ha colaborado con medios como The New York Times, The New Yorker o Le Monde.
El proceso más largo, para ella, es escribir. Tanto que dos veces tiró prácticamente todo el material y volvió a empezar casi de cero. Dibujar, en cambio, le resulta placentero. Y eso que su método se antoja bastante peculiar: tras crear el storyboard, Modan ficha a actores que reproduzcan las secuencias que ha esbozado. Así ve el cómic dibujarse ante sus ojos, y descubre cómo mejorarlo. “Yo los dirijo, pero los intérpretes tienen espacio para expresarse de la forma en la que ellos piensan y ven una escena. Y a veces tienen ideas mejores que las mías”, afirma. Aun así, no se plantea reproducir el mismo sistema detrás de una cámara de cine. Dice que eso implica demasiado, en términos de gente, dinero, presión y tiempo. “En un tebeo puedo crear y controlar el 95% yo sola en mi estudio”, explica.
Aunque es de las pocas que lo hace en Israel. Apenas hay autores de novelas gráficas en su país, y casi ninguno tan conocido como ella. Modan lo achaca a un círculo vicioso: “Solo se venden cómics en dos tiendas. Empiezan a circular algo más, a traducirse. Pero es difícil dedicarse a ello sin público ni mercado. Muchos artistas publican historias breves o proyectos financiados con micromecenazgo”. Ella, en cambio, ya ha logrado construirse un nombre. Y sus obras llegan mucho más lejos de su Tel Aviv natal.
Al principio, hasta su familia se mostró escéptica. Hija y hermana de médicos, cuando comentó que quería apuntarse a la Academia de Artes y Diseño de Jerusalén no recibió ninguna palmadita. “Mi padre creía que era una decisión horrible. Y que, salvo el de doctor, cualquier otro trabajo era de perdedores. Aunque no me detuvo”, recuerda. Su madre se mostró algo más abierta. Le preguntó qué iba a estudiar exactamente. “Le pareció muy divertido que te dieran un título y un trabajo por eso”. Pero así fue. Hoy la que se ríe es Modan. Y sus lectores.
A favor de 'Maus', contra la censura
"Por supuesto que estoy en contra", suelta Rutu Modan. El tema es la reciente prohibición, por parte de un condado de Tennessee, en EE UU, de Maus, el cómic de Art Spiegelman centrado en las memorias de su padre, superviviente de Auschwitz. La junta escolar local vetó el tebeo, premiado en su momento con el Pulitzer, porque contiene "ocho palabrotas" y el desnudo de una mujer. La dibujante se indigna: "La libertad de expresión en el arte está por encima de todo. Es la libertad también de pensar. No puedes prohibir pensar, pero si haces una ley o un movimiento contra la difusión de ideas, estás condicionando también esa libertad. Es muy estúpido asustarse por las palabras y las imágenes. Y es naíf creer que así puedes evitar que los niños las vean. Tampoco comparto la cancelación de Lo que el viento se llevó o de Mark Twain. No hay una buena razón para prohibir ningún libro. Incluso si representa ideas horribles, racistas, existen y cerrar los ojos no ayudará. En mi caso, el límite lo pongo en la apología de la violencia, cuando se pide matar a alguien".
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