Rodrigo Cuevas: “Lo de supremacista asturiano lo voy a poner en mi Tinder”
El cantante hace frente a la polémica desatada por su actuación en el pabellón de España de la Expo de Dubai y a quienes le llaman coplero radical.
Agitador folclórico. Así es como se definía hasta ahora el cantante Rodrigo Cuevas (Oviedo, 37 años), autor junto a Raül Refree de Manual de Cortejo, un celebrado disco que aúna folk, música electrónica, cabaret y actitud queer. Ahora, varios medios han criticado su participación en el programa de actividades del pabellón de España de la Expo de Dubái calificándolo de supremacista asturiano y coplista podemita. El presidente del Principado, Adrián Barbón, ha entrado a defenderlo en Twitter “de tanto Torquemada”. Y él, como siempre, ha hecho de su florida capa un sayo.
Pregunta. ¿Esperaba que su actuación en Dubái levantase tantas ampollas?
Respuesta. Para empezar, lo que hice en la exposición no fue una actuación sino una charla, que se enmarcaba dentro de la semana de la Diversidad, un proyecto que, en un país donde existe la pena de muerte contra la sodomía consentida ―que así se llama―, es bastante valiente. El show de cabaret lo hice en otro emirato al que no fui de la mano de la Embajada.
P. La polémica llega dos meses después de la visita a Dubái.
R. Es como si alguien hubiese dicho ‘vamos a ir a por este o a por la Embajada’. Hay gente muy homófoba y facha a la que le duele que alguien como yo pueda representar a Asturias o a España, pero es que yo solo me representaba a mí. No todo es Eurovisión.
P. Le llaman supremacista asturiano.
R. Transformista supremacista, perdona. Lo voy a poner en mi Tinder. Todo por defender la oficialidad de asturianu, supongo. También me han llamado coplero radical, me encanta. Nunca se me hubiese ocurrido una definición tan guay. Eso para Instagram. Pero yo no soy supremacista, soy suprema.
P. ¿Asturias es una de las regiones con mayor complejo de inferioridad?
R. Tenemos cierto pesimismo. Somos bastante chovinistas, pero luego nos vendemos fatal. Aunque no está mal que sea así: ganamos tiempo para no perder autenticidad y caer en un turismo masivo al que no le interesa el patrimonio y viaja solo por la foto de Instagram.
P. ¿Cómo ha gestionado los comentarios de odio a partir de estas noticias?
R. No hay que olvidar que unos apuntan y otros aprietan el gatillo. Porque cuando señalas a alguien en las redes sociales no controlas hasta dónde puede llegar la gente. En mi caso, me lo tomo como una tontería: mira, 1.500 seguidores nuevos en medio día. Pero las fake news no lo son. Pueden comprometer la carrera y la vida de una persona.
P. ¿A usted de adolescente ya le gustaba más la tonada que Pearl Jam?
R. Siempre me gustó mucho el folclore y, sin yo saberlo, la etnografía, que fue algo que descubrí cuando estudiaba Sonología en Barcelona. Después me fui a vivir a una aldea a Galicia. Me cogí un rebaño de cabras y ovejas y empecé a tocar la pandereta y a aprender de las vecinas.
P. Ser pastor debe de ser bastante más duro que tocar en la calle, como usted también hizo.
R. Con las cabras y las ovejas estás todo el día que si te las mata un lobo o se pierden. Te pone muy en contacto con la muerte, pero la gente a la que le gusta no lo cambia por nada. Cuando tocaba en la calle en Barcelona, me pasaba el día escapando de la policía, porque no solo me multaban sino que me quitaban el acordeón. Nos trataban como delincuentes callejeros. Pero sarna con gusto no pica. En ambos casos.
P. ¿Con quién deja sus burras cuando va de gira?
R. A Juana y Faraona me las cuida mi novio o algún vecino, somos 13 en mi pueblín de Piloña. También se encargan de las gallinas y los gatos. Echo de menos criar cerdos. Todos deberíamos tener uno en casa para ser conscientes de que cada vez que comemos carne tiene que morir un animal. Eso te enseña a no desperdiciar comida, valorar la carne, y no a ir al súper y coger una bandeja de pechugas como quien coge un kleenex. Yo soy muy de mamíferos, donde haya un mamífero que se quite un ave.
P. ¿Qué oye usted cuando va a dar de comer a las pitas?
R. ¿Te enseño mi Spotify? Mira, lo primero que he oído esta mañana es electrónica francesa: sofisticada recién levantada. Pero también tengo Albert Pla, Rocío Jurado, Enrique Morente, Nacho Vegas, Antoñita Peñuelas, Eliseo Parra, Buika y Gloria Estefan. Estoy muy Gloria Estefan últimamente. Pero en el coche solo llevo señoras tocando la pandereta.
P. ¿Le cuesta la transición de la aldea a los conciertos con miles de personas?
R. No son continentes ni culturas diferentes. Pero es verdad que a 25 kilómetros de una gran ciudad, empiezo a darme cuenta de que me estoy acercando porque cuando quieres incorporarte a un carril nadie te cede el paso.
P. ¿Cómo de importante es la provocación en su carrera?
R. Yo soy más un artista complaciente que provocador, porque le doy al público lo que quiere: la gente está ‘ay, que se me va a sentar encima’ y yo me siento. Llevar medias de rejilla o utilizar el histrionismo para jugar con los roles de género no es nada nuevo. Lleva haciéndose desde que hay registros gráficos, por lo menos 120 años. Aunque igual es verdad que se sigue haciendo porque todavía hay una parte de la sociedad a la que le escandaliza. Sin esa parte de subversión, quizá ya no habría cabaret.
P. Acaba de suspender un concierto en el circo Price de Madrid con todas las entradas vendidas por un positivo de covid entre sus músicos. Su disco no ha conocido otra vida que la pandemia.
R. Te trastoca, pero no me quejo, he actuado muchísimo. La gente que toca en bares sí que ha pasado unos años jodidos. Muchas veces, cuando estás empezando no te haces autónomo porque no te da para pagar la cuota y como no tienes forma de demostrar que estás en esa actividad, no recibes ninguna ayuda. La mayoría han tenido que dejar la música. Lo máximo que he tenido que hacer yo es reinventar la forma en la que interactúo con el público. Y la verdad es que me vino bien, porque a veces cuando tienes un recurso que funciona, lo repites y se acaba convirtiendo, más que en una muletilla, casi en una autoparodia.
P. Ahora empieza un pequeña gira fuera de España. ¿El Xiringüelu no tiene fronteras?
R. Tengo conciertos en Francia, República Checa, Eslovenia. Es que la cultura asturiana, castellana o andaluza no es menos que cualquier otra. El folclore es algo que se entiende porque utiliza más lenguajes que el verbal. Al mismo tiempo estoy trabajando en varias colaboraciones que, de momento, son secretas y que me tienen muy emocionado.
P. En su disco canta por la Pantoja. ¿Será una de ellas? ¿Le gustaría hacer un dúo con alguna reina de la copla no radical?
R. ¿Canto por la Pantoja?
P. ¿No es por ella? Usted interpreta El día que nací yo, que Isabel Pantoja cantaba en la película del mismo nombre; una de las dos que le produjo Víctor Manuel.
R. ¿Qué Víctor Manuel? ¿El nuestru?
P. Sí. El de Ana Belén.
R. No tenía ni idea. Mi referente para esa canción es Imperio Argentina en Morena Clara. Tengo que investigar esto que me dices.
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