Richard Leakey, un apasionado de la evolución humana
Sus libros y conferencias, pero sobre todo sus brillantes debates con otros colegas dan cuenta de la pasión y el entusiasmo que puso en su trabajo científico el gran paleontólogo, fallecido a los 77 años
El pasado día 2 de los corrientes falleció el gran paleontólogo Richard Erskine Frere Leakey a los 77 años, escasamente cumplidos —había nacido en Nairobi el 19 de diciembre de 1944—. Perteneció al linaje más importante y célebre de investigadores sobre la evolución humana en África.
Su padre, Louis S. B. Leakey, también keniata de nacimiento, aunque de origen británico, fue el descubridor de las primeras herramientas humanas en la Garganta del río Olduvai, en la planicie del tanzano Serengueti, junto a su mujer, Mary Douglas Nicol. Allí, más tarde, en 1960, también hallarían, acompañados por sus hijos, el primer representante del género Homo al que bautizaron como H. habilis por atribuirle la capacidad de tallar esos primeros utensilios que bautizaron, en 1936, como industria olduvayense.
En ese ambiente se crío Richard que heredó el entusiasmo, la intuición y la capacidad comunicadora de su padre, así como el rigor científico y el esfuerzo sobrehumano de su madre.
Es bien sabido que en sus años mozos tuvo Leakey una juventud en que, abandonando los estudios, se dedicó a una gran pluralidad de actividades relacionadas con la naturaleza. Su ausencia de formación reglada le ha sido objetada en numerosas ocasiones, pero su formación práctica en el campo y en los laboratorios le convirtieron en un gran paleontólogo descubridor de fósiles excepcionales y teórico de sus propias hipótesis en aspectos tanto anatómicos como filogenéticos y poblacionales.
Ya en 1964, a los 19 años, lo vemos en el yacimiento de Peninj, junto al lago Natron, en compañía del surafricano Glynn Isaac, al que muchos consideramos el mejor arqueólogo africanista de todos los tiempos por sus propuestas y modelos de ocupación del territorio y comportamiento de los primeros homininos.
En estas excavaciones se descubrieron varios yacimientos achelenses muy antiguos, en torno a entre 1,6 y 1,4 millones de años, y una mandíbula que completó el cráneo del holotipo de Paranthropus boisei, descubierto en 1959 por Mary Douglas Nicol en el lecho I de la Garganta de Olduvai.
Junto con Kamoya Kimeu, el gran recolector de fósiles ayudante de sus padres, Richard Leakey se une a la expedición en el etíope valle del río Omo, liderada por Francis Clark Howell, en 1967.
De regreso del Omo, sobrevolando en avioneta, Richard descubrió varias zonas con sedimentos antiguos en el entorno del lago Turkana, entonces llamado Rodolfo, y en varios sitios arqueológicos, principalmente en el área de Koobi Fora, encontró una gran cantidad de restos homininos tanto de habilis, como de rudolfensis y ergaster.
De todos ellos, el cráneo KNM-ER 1470, atribuido a un macho de Homo rudolfensis, es el más impresionante. Con algunas diferencias respecto de los habilinos, demostró que en el origen del género Homo hubo más variabilidad y un linaje más complejo del inicialmente pensado.
Pero tal vez la aportación más notable de Richard Leakey sea el estudio, junto a Alan Walker, del llamado Niño de Nariokotome o Turkana boy. El fósil KNM-WT 15000 fue descubierto en 1984 por Kamoya Kimeu bajo la dirección de Richard.
Solo el descubrimiento y estudio de un fósil como éste justificaría la vida de un paleoantropólogo. La enorme cantidad de información sobre la evolución humana suministrada por los 108 huesos que componen este espécimen de un chaval de entre nueve y 11 años perteneciente a la especie Homo ergaster, llamado Homo erectus fuera de África, es verdaderamente extraordinaria.
Solamente Lucy, la Australopithecus afarensis descubierta por Don Johanson en la región etíope de los Afar, puede competir en interés y hasta en belleza a los ojos de un científico.
Sus libros y conferencias, pero sobre todo sus brillantes debates con otros colegas sobre su concepción filogenética del linaje humano dan cuenta de la pasión y el entusiasmo que puso en su trabajo científico, como todos, unas veces con más acierto que otras, pero siempre con mucho conocimiento de causa de quien siempre estuvo en primera fila. Recogió el listón de su padre de abanderar que la evolución de Homo era coetánea con los australopitecos y más antigua de lo que muchos defendían; hecho que recientes hallazgos en Etiopía confirman en parte, al acercar la evolución de Homo a casi tres millones de años.
Richard Leakey fue un hombre comprometido con la sociedad de su tiempo y por eso asumió en 1989 la responsabilidad de dirigir el Servicio de Kenia para la Vida salvaje, tarea a la que también se dedicó de forma apasionada. Son recordadas sus quemas de defensas de elefante, con gran repercusión mediática internacional, como forma de luchar contra la caza incontrolada y el comercio de marfil.
Dicha actividad le produjo el probable boicot de su avioneta en 1993, que se estrelló causándole la amputación de las piernas. Aunque nunca se pudo demostrar la provocación del accidente, le condenó a estar de por vida asido a una silla de ruedas, algo de gran crueldad para una persona tan activa y campera como era él.
Al año siguiente renunció a su puesto, pero no dejó de estar plenamente activo incluso acudiendo a varios yacimientos y lugares en plena naturaleza. No obstante, en 2018 aceptó de nuevo la dirección del mismo puesto, cargo que ostentaba en el momento de su fallecimiento, junto con la dirección del Turkana Basin Institute, un gran centro de investigación sobre orígenes humanos ubicado en el mismo Turkana.
Tuvo tiempo y energía hasta para crear en Kenia un partido político, el Safina (Arca en swahili), centrado en la anticorrupción, y ser diputado en el Parlamento y más tarde responsable de los servicios administrativos keniatas. Pero siempre haciéndolo compatible con su gran vocación por la paleoantropología africana.
Casi podríamos decir que resulta imposible escribir una sola línea sobre evolución humana sin mencionar a Richard Leakey. Y nos deja su linaje a través de Meave Epps, su mujer desde 1970, y su hija Louise que son garantía de continuidad en sus investigaciones.
Que sus restos descansen en paz allí, en el valle del Rift, en la Cuna de la Humanidad, donde todo comenzó.
Enrique Baquedano y Manuel Domínguez-Rodrigo son directores del Instituto de Evolución en África.
Babelia
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