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UNIVERSOS PARALELOS
Columna
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Los Rolling Stones, en la picota

El temor a ser políticamente incorrectos afecta incluso a quienes construyeron su carrera con la provocación.

Rolling Stones
Los Rolling Stones, en una imagen promocional del disco 'Sticky Fingers'.
Diego A. Manrique

No, lo más lamentable de los Rolling Stones en 2021 no ha sido la diligencia con que prescindieron del supuesto corazón del grupo, el baterista Charlie Watts; ya habían sufrido otras pérdidas en su formación, resueltas sin sentimentalismo. Lo deplorable es su rendición ante anónimos inquisidores, con la decisión de cancelarse a sí mismos y eliminar Brown Sugar de su repertorio de directo.

¿Grave? Hasta cierto punto. Es un perfecto prototipo de los Stones de los setenta, riff implacable y voz insolente. Pero tienen sobrado repertorio como para que no se note su ausencia. El problema es que defendieron esa autocensura con notoria torpeza. Mick Jagger negó la mayor y explicó que a veces se cansa de alguna canción y luego la recupera bla, bla, bla. Keith Richards, en su nube habitual, hablaba de razonar con las mujeres que deploran la letra, en la que —insiste— se critican los horrores de la esclavitud.

Lo extraordinario es que no había gran indignación social con Brown Sugar. Es una canción efectivamente picante, pero que no ha causado demasiada controversia. En 1971, pasó incluso la censura franquista, que se cebó con el LP donde estaba incluida, Sticky fingers, obligando a cambiar la portada y eliminar el tema Sister Morphine.

La novedad en 2021 fue que suficientes trolls entraron en un punto de encuentro de los seguidores de los Stones, el foro de IORR (iniciales de It’s Only Rock ‘n’ Roll), y prendieron una polémica alrededor de Brown Sugar. Estupor del responsable noruego de IORR.org, que sabe que abundan las canciones stonianas más discutibles, testimonios del machismo superstar del Mick Jagger juvenil (e incluso del adulto). Estupor del equipo de los Rolling Stones, que monitorea discretamente lo que se comenta en las conversaciones entre fans. Y la consiguiente renuncia.


Brown Sugar no contiene una denuncia específica de la “institución peculiar”, el eufemismo usado por los defensores de la esclavitud en el sur de los Estados Unidos. Se trata de una canción eminentemente lúbrica, fruto de la intimidad de Jagger con Marsha Hunt, Claudia Lennear y (posiblemente) otras novias negras. La genialidad, si se puede llamar así, reside en entreverar la referencia a la vagina con el nombre callejero de un tipo de heroína de color terroso.

Jagger podía así alardear de connoisseur en dos asuntos tabú. El camuflaje lo proporcionaban unas estrofas sobre la vida sexual en las plantaciones, seguramente derivadas de las páginas de Mandingo o novelas similares. Hojarasca de pulp que ni siquiera llamó la atención a sus colaboradores sureños (el tema se grabó precisamente en Alabama).

Un defecto de Mick como letrista es su tendencia a alardear de su voracidad lectora. En Indian girl, una balada country del álbum Emotional rescue, relata un episodio de la lucha de los sandinistas contra Somoza, supuestamente ocurrido en la localidad de Masaya. Lo fastidia al final, cuando inserta un verso sobre la intervención de Cuba en la guerra civil de Angola, buscando no se sabe bien qué equilibrio político.

Son prerrogativas del rock star. En un momento dado, tal vez en esta misma gira, Mick y compañía retomarán Brown Sugar y serán aplaudidos/vilipendiados. Efectivamente, vivimos en un circo.

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