Serranito: el emocionante adiós de un maestro del flamenco
El guitarrista inauguró este martes el festival Suma Flamenca de Madrid con un recital enmarcado en su gira de despedida
Impresiona la distancia que hay entre lo reciente que es el flamenco y lo antiguo que parece. Parece ya un género completamente fijado, acabado; se llega a hablar, incluso, de varias etapas históricas —primitiva, clásica, posmoderna, neoclásica, incluso hermética—, se anuncia su decadencia y hasta se hacen visitas guiadas a sus ruinas. Y, sin embargo, cuando se ve sobre el escenario a alguien como Serranito (Madrid, 69 años), se cae en la cuenta de que es un género muy reciente. El guitarrista lo demostró en el concierto que ofreció este martes en los Teatros del Canal de Madrid como inauguración del festival Suma Flamenca, enmarcado en su gira de despedida, Como un sueño. Hace ya tiempo que el artista anunció que se retiraría de las tablas en Madrid y el recital de anoche, aunque no confirmó que fuera el último, se vivió como si lo fuera. El maestro se emocionó varias veces.
Considerando, sin ir más lejos, que Serranito conoció y recibió consejos directos del casi mítico Manolo de Huelva, tocaor oficial, por ejemplo, del Concurso de Cante Jondo de 1922 y heredero, a su vez, del maestro Patiño, primer guitarrista con renombre que se puede considerar netamente flamenco (si bien, en este caso, no alumno directo: Patiño murió cuando Manolo de Huelva sumaba 10 años), se puede inferir lo mucho que la generación de Serranito ha tenido que crear para que se haya alcanzado esa apariencia de completitud. Porque de Serranito al inicio del flamenco se puede llegar a través de dos eslabones. ¡Solo dos eslabones! Demasiado poco, teniendo en cuenta que son muy escasas las músicas actuales con un corpus tan minuciosamente establecido, inflexible y cargado de reglas (aunque, en la práctica, ya solo se preocupen por ellas los que viven artísticamente de denunciar el dogmatismo que encierran).
La generación de Serranito, encarnada en las manos de unos pocos, muy pocos, tocaores, ha tenido, aunque no lo quieran llamar así, que inventar mucho, pero, como ocurre en general en todas las músicas en las que el peso de la herencia se sobredetermina y en las que, por tanto, se maneja una idea laxa de la autoría —como en las músicas vernáculas, entre las que se encuentra el flamenco—, la creación se camufla como matiz, como variación o versión. Ello, sin merma de que la adjudicación a personajes concretos de cada una de estas variaciones sea tan sistemática y exhaustiva en algunos periodos que tome tintes psicóticos.
Así que, como decíamos, analizando un poco lo escuchado, se toma conciencia de la envergadura de Serranito como creador flamenco, de lo mucho que ha enriquecido y abierto el toque de los aires de Levante (con el que abrió, a solo, el recital), o lo que ha aportado a la creación generacional de la rumba flamenca, diferente de la catalana en tanto que no deja de tener muy presente el pulso de los tangos, y con la que continuó el concierto. También se pudo ver en la soleá que le siguió un juego bastante personal e insólito de remates de los tercios con un aire de bulerías. Antes de darse a un descanso —a él y a su agresiva y contundente mano derecha, que se niega a acusar recibo de los años de trabajo y hasta castigo a los que ha sido sometida y sigue generando, junto a su Ramírez clásica de concierto, ese sonido tan propio y alejado del de los otros guitarristas flamencos— interpretó una farruca con una discordatura en la sexta cuerda casi exclusivamente utilizada para la rondeña.
Tras ese interludio de alivio, en el que tomó el protagonismo el baile por soleá y bulerías de Ángel Muñoz, arropado por los otros seis intérpretes que subieron a escena (Paco Vidal y Javier Conde, guitarras; Cary Rosa Varona, chelo; Eva Durán, cante; Víctor Monge, percusión y Noé Barros, que, junto al citado Ángel Muñoz, ponía el compás; todos ellos muy respetuosos y atentos a la interpretación de Serranito durante toda la actuación), a unos tangos de cuño muy generacional —ahora casi canónicos, pero inexistentes en la generación anterior a Serranito, Paco y Sanlúcar— le siguieron, para cerrar, dos piezas que han quedado como composiciones con nombre propio: “Dani” y “Agua, fuego, tierra, aire”. Tras los largos aplausos, las bulerías del bis se remataron con unos apuntes de baile del propio Serranito.
En una entrevista que le realizó Israel Viana en 2019 para el diario Abc, Serranito cuenta que un conocido cantaor le dijo: “¡No estudies tanto, hombre, que la diferencia entre un guitarrista bueno y uno malo son 25 pesetas!”. Pues bien, las incontables horas y horas que a lo largo de seis décadas de trabajo disciplinado han llevado a Serranito a lograr una singular densidad en su prosodia musical, a complejas e inéditas armonizaciones de sus desarrollos melódicos, a incorporar una considerable cantidad de nuevos recursos técnicos —algunos importados desde la guitarra clásica— o a la radical ampliación del mástil en los más diversos toques, son herramientas que Serranito ha dejado generosamente a la libre disposición de quien quiera hacer uso de ellas. Y lo ha hecho solo por 25 pesetas.
Babelia
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