La aparición de la muralla romana resuelve el gran misterio arqueológico de Sevilla
La construcción del siglo III, cuyo trazado hasta ahora eran hipótesis, está frente al Ayuntamiento, a 2,10 metros bajo el suelo
Desde que nació la arqueología como disciplina histórica, a mediados del siglo XVIII, los investigadores han lanzado las más variadas hipótesis sobre el recorrido de la muralla de la colonia Romula Híspalis, una gran obra citada por Julio César y por otras fuentes escritas, pero que nadie, hasta ahora, había encontrado. En el número 11 de la plaza de San Francisco, frente a la fachada plateresca del Ayuntamiento de Sevilla, a 2,10 metros bajo el nivel actual de la calle, han desenterrado grandes sillares de piedra caliza. Álvaro Jiménez, director de la intervención arqueológica del proyecto para la construcción de un hotel, empezó a excavar desde ahí y bajó casi tres metros más hasta alcanzar un segmento lineal de 9,30 metros de muralla de mediados del siglo III.
La construcción está realizada con sillares de piedra caliza procedente de los Alcores y opus caementicium [el hormigón romano] en el tramo que ha podido descubrirse durante las obras de construcción del sótano de servicios de un hotel de cinco estrellas gran lujo que abrirá en septiembre de 2022.
“Es la primera vez que se encuentran restos de muralla romana en Sevilla y que podemos constatarlo científicamente”, explica el arqueólogo ante los restos ahora protegidos, que desde la cimentación alcanzan los 2,5 metros de altura. “Además, es sorprendente que, a mediados del siglo III, en un periodo supuestamente de crisis, se construyera una estructura tan potente como esta, con una anchura total de 4,80 metros, resultado de la suma de un zócalo de 1,70 metros de altura y del alzado conservado de la muralla, de 3,25 de ancho”, añade Jiménez.
El refuerzo del zócalo pudo funcionar como defensa ante las crecidas del río Guadalquivir, cuyo cauce en el siglo III pasaba a unos 40 metros de la estructura desenterrada, como ha podido comprobarse por los sedimentos aluviales hallados durante la excavación. “La longitud de lo que hemos descubierto es el ancho de la parcela, pero todo indica que la muralla continúa en el número 10 y en el 12″, afirma Jiménez.
El arquitecto director de la obra, David González, ha modificado el proyecto para incluir el segmento de muralla que hallaron en abril. “Esto es una gran obra de orfebrería. Hemos incluido un gran patio en el hall del hotel que tendrá una vista cenital de la muralla, que también podrá verse frontalmente desde el sótano a través de un vidrio”, ha explicado este jueves. De la puesta en valor de la muralla romana se encargarán el arquitecto Alfonso Jiménez y el arqueólogo Fernando Amores siguiendo las indicaciones de la Comisión Provincial de Patrimonio Histórico de Sevilla. “El hallazgo es de una gran trascendencia patrimonial, puesto que es la primera vez que se encuentra un lienzo de muralla romana en Sevilla. Lo que hasta ahora había sido arqueología de ficción, ahora es algo incuestionable”, ha afirmado el arqueólogo de la Consejería de Cultura José Manuel Rodríguez Hidalgo.
“Esto es un sueño cumplido y, además, una gran sorpresa por la fecha, el siglo III. Hay indicios de que en época romana se debieron levantar varios recintos de murallas en Híspalis, pero hasta ahora no teníamos certezas arqueológicas”, reflexiona Fernando Amores quien, entre 2003 y 2011 dirigió la excavación del Antiquarium, una gran parcela de 7.000 metros cuadrados en pleno centro de la ciudad en la que se halló una manzana de casas romanas de los siglos I al V y una potente estructura de sillares que, en un principio, Amores identificó como parte de la muralla romana del siglo I, pero que también podría tratarse de parte de la base un gran mausoleo de época de Augusto, desmontado parcialmente para reutilizar sus sillares.
Desde el siglo XV, cuando se confundió la cerca andalusí del siglo XII [de la que actualmente se conserva el 30% de su perímetro] con la romana, los arqueólogos han presentado multitud de hipótesis sobre el trazado del cerramiento romano, pero basadas en evidencias que han resultado erróneas o dudosas. Una de las últimas, que incluye los descubrimientos del museo Antiquarium, es la presentada por el Daniel González Acuña en 2011 [incluida en el gráfico] y cuyo trazado no coincide con el tramo ahora descubierto.
El hallazgo se publicará en un artículo científico sobre las murallas de Hispalis, firmado por Amores y Jiménez en el libro que la Universidad de Southampton (Reino Unido) dedica a la memoria del arqueólogo británico Simon Keay, especialista en el Imperio romano. “Falleció el pasado abril, pocos días antes del descubrimiento. A él le sorprendía el que algunos arqueólogos españoles formularan sus teorías sin datos”, apunta Amores, profesor de Arqueología de la Universidad de Sevilla que ha asesorado a Jiménez en esta intervención. “Hasta ahora todas las evidencias de muralla que se habían publicado eran especulaciones, pero esto es una certeza”, añade con rotundidad. Los expertos consideran el hallazgo especialmente interesante porque también se ha podido excavar parte del espacio intramuros, ya que la trasera del solar excavado da a la calle Álvarez Quintero 36.
En el espacio extramuros, es decir en dirección a la actual plaza de San Francisco, la muralla aparece rodeada por un pomerium, una línea imaginaria definida legal y religiosamente alrededor de la muralla, que marcaba el límite sagrado de la ciudad y sobre la cual estaba prohibido construir. “El suelo original está a cinco metros de profundidad del actual. Y el cauce del río Guadalquivir ha variado a lo largo de los siglos acercándose o alejándose al borde de la ciudad romana, pero nunca la ha traspasado”, afirma Jiménez, quien el pasado año estuvo al frente de la recuperación de un baño islámico del siglo XII en el bar Giralda, oculto tras una reforma del XVII.
“A partir del siglo XI, con el auge constructivo de Al-Mutamid, los sillares de la muralla se reutilizan en otras construcciones y la orilla del río, cuyo cauce se había desplazado a la izquierda, es ocupada por una necrópolis musulmana”, explica Jiménez. La existencia del cementerio se conocía desde 2006, cuando aparecieron unas 80 inhumaciones durante la construcción del Metrocentro.
En la excavación, en la que también han trabajado antropólogos, geólogos y especialista en materiales cerámicos, han aparecido seis enterramientos del siglo XI, uno de ellos, el de una muchacha de 18 a 20 años, que permanecía intacto con una maqabriya (monumento funerario musulmán).
El cauce del Guadalquivir, que variaba según el nivel del mar, en época romana transcurría por las actuales Alameda de Hércules, calles Amor de Dios, Sierpes, plazas de San Francisco y Nueva y seguía hasta juntarse con el arroyo Tagarete donde hoy está la torre del Oro, bastión defensivo de la muralla andalusí. De forma que ambos cauces abrazaban Sevilla convirtiéndola prácticamente en una isla hasta que a mediados del XIX el Tagarete se abovedó en el subsuelo.
Intramuros, en la actual calle Álvarez Quintero que está cuatro metros por encima de la plaza de San Francisco, el arqueólogo ha constatado la existencia de seis niveles de ocupación de una calle formada tras la construcción de la muralla, que va sumando unos 20 centímetros con cada uno, hasta que se abandona en el siglo VI. Parece que en época visigoda esta parte de la ciudad se contrae y no se habita de nuevo hasta el XI, cuando vuelve a ocuparse hasta la actualidad. “Es una calle terriza, compactada con trozos de ladrillo, cerámica y grava. Intramuros, adosada a la muralla, hay una casa tardía, de los siglos IV y V, con un patio de 4 x 4 metros solado con ladrillo cocido. Este edificio también está construido con sillares de Alcor, pero no proceden del desmontaje de la muralla, sino de otras edificaciones romanas”, comenta Jiménez. De momento, desde la prudencia que les inspira el desaparecido profesor Keay, los arqueólogos no proponen un trazado más allá de lo descubierto.
El proyecto, promovido por la empresa madrileña Millenium Hotels Real Estate, aúna dos viviendas regionalistas de principios del siglo XX en plaza de San Francisco, más otra de la década de los ochenta en calle Álvarez Quintero que suman 694 metros cuadrados de planta. La del número 11, obra de Juan Talavera y Heredia, es la que integrará la muralla, mientras que en el 12, de José Espiau y Muñoz, se ha respetado “la esencia de esta casa sevillana, pero con actuaciones del siglo XXI”, apunta González.
Según el arquitecto, la promotora del proyecto entendió desde el momento del hallazgo la necesidad de conservar la muralla. La inversión total para convertir los tres inmuebles en un hotel con 25 habitaciones y 3.100 metros cuadrados construidos es de 11,5 millones de euros.
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