Lo que esconden las entrañas del Banco de España
La institución libera 70.000 páginas de documentos e inaugura una sala de exposiciones que radiografían la historia del país desde 1782
Tras una pequeña puerta con el cartel “Archivo Histórico. Sala de lectura”, cientos de volúmenes en librerías de madera y cristal cuentan la historia del Banco de España (BE). La institución que tiene el monopolio de emisión del dinero es dueña de un archivo que recorre la historia económica de España desde hace casi 250 años. Casi 150.000 acciones, como algunas de las 1.000 que compró el rey Carlos III cuando nació el banco, en 1782; libros de cuentas, pagarés, correspondencia con entidades bancarias, operaciones de financiación… 27 kilómetros de documentos en estanterías en línea, pero también su valiosa colección de billetes, unas 20.000 fotografías, planos de las sucursales del banco ―que llegaron a ser 70―, colecciones de letras de cambio y títulos mercantiles… El BE ha empezado a mostrar parte de lo que alberga al publicar en su web las actas del consejo de gobierno y las de accionistas desde su creación hasta 1920. Son 218 libros, unas 70.000 páginas.
“El archivo empezó con la entidad, cuando aún se denominaba Banco de San Carlos, y ya se anunció su creación en la primera reunión de accionistas, en diciembre de 1782″, dice la jefa de la Unidad de Archivo Histórico y General, Elena Serrano. Desde entonces ha ido conservando “los documentos generados y recibidos por el banco en el ejercicio de sus funciones”. Una de estas es fundamental, la concesión de préstamos. “El origen del banco está ligado al préstamo al Estado para financiar la guerra en la que España se alió con Francia y contra Inglaterra por la independencia de las colonias británicas en Norteamérica”, añade.
Entre los documentos disponibles en línea está el acta de la junta de accionistas en la que se acordó encargar los retratos de los primeros directores. “En 1784, los accionistas estaban tan satisfechos con la gestión de los directores, entonces seis, que encargan sus retratos. Cinco de ellos a Francisco de Goya, que los realiza en los siguientes cuatro años”, añade Serrano. “Aún no era pintor de cámara, pero estaba en el círculo de los ilustrados, bien relacionado. Dos de los retratos son de cuerpo entero y los otros tres de medio cuerpo”. Están todos en una sala del banco conocida como “de los goyas” y podrán verse temporalmente en el nuevo espacio expositivo del BE, que el miércoles inaugura el rey Felipe, y se podrá visitar hasta el 26 de febrero de 2022.
Sin embargo, durante un tiempo, el genio de Fuendetodos perdió la autoría de estas obras. “En su momento, los retratos se guardaron y, como no estaban firmados, se dudaba de quién los había pintado”, añade la jefa de la División de Archivos y Gestión Documental, María de Inclán. “Hasta que en 1900, el banco pudo demostrar gracias a los libros en los que estaban anotados los encargos y los pagos que eran de Goya”.
Hay que bajar unas escaleras para entrar en otra zona del archivo y ver más papeles en archivadores, en legajos atados con cuerdas… Unos documentos que se siguen consultando, y no solo por investigadores. Serrano cuenta que para resolver un reciente litigio, la Comunidad de Madrid les solicitó información sobre la propiedad de los terrenos por los que transita el canal de Guadarrama, situado en la zona de Las Rozas.
De lo que se sienten más orgullosas las archiveras del banco es de la colección de billetes. “Los primeros billetes españoles se emitieron el 1 de marzo de 1783″, indica Patricia Alonso. Su diseño, encargado a la Academia de Bellas Artes, fue obra, entre otros, de los dibujantes Rafael y Alberico Mengs, hijos del pintor neoclásico Rafael Mengs. “Se quiso que tuvieran una estética, y como los billetes de ahora, cada valor tenía un color. El papel venía de una fábrica de Barcelona, con marcas de agua para evitar falsificaciones”, añade. El BE conserva un ejemplar de 1830 que tiene impresa la advertencia “Pena de muerte al falsificador”.
Su compañera Virginia García de Paredes recuerda un hallazgo en el banco relacionado con la fabricación ilegal de papel moneda. “No había ejemplares de los billetes del Banco de San Carlos, pero en los años ochenta del siglo XX, una compañera, trabajando en un legajo de falsificaciones, encontró un sobre en el que estaban esos billetes originales, que se habían dejado ahí para contrastar falsificaciones”. En este viaje a las entrañas del banco permanece el antiguo horno usado para quemar billetes cancelados.
Serrano llama la atención sobre el hecho de que el archivo se haya conservado casi intacto a pesar de haber soportado, entre otros horrores, la Guerra de la Independencia y la Guerra Civil. Durante la primera, la entidad se trasladó a Cádiz, “se llevaron los documentos más necesarios y se celebraron las juntas de accionistas entre 1810 y 1814, pero no cerró en Madrid”. Tras la derrota de las tropas napoleónicas, todo volvió a la capital.
La historia durante la Guerra Civil está asociada al episodio del oro de Moscú. Documentos que serán liberados en el futuro por el BE y que hablan de las 510 toneladas de oro, sobre todo monedas, que partieron a la Unión Soviética para comprar armas para la República. El resto, hasta las 707 disponibles entonces, acabaron en París, pero se recuperaron tras el conflicto.
“El Consejo de Gobierno del banco se reunió el 14 de septiembre de 1936 porque el Gobierno de la República, con Juan Negrín de ministro de Hacienda, le había comunicado su decisión de enviar el oro a Moscú”, detalla Serrano. Con un Madrid sitiado y que parecía a punto de caer en manos de las tropas golpistas, “hubo mucha discusión en la junta, se opusieron casi todos sus miembros porque iba contra los estatutos, que estipulaban que solo podía salir el oro para sostener la cotización de la peseta”. Sin embargo, “ese mismo día empieza a sacarse el oro, que estaba en una cámara subterránea a 35 metros de profundidad, una construcción nueva que se había terminado en 1936″.
El oro se trasladó a Cartagena, “a los túneles de La Algameca, una base militar”, apostilla Alonso. Allí estuvieron dos meses y luego se embarcaron hasta Odesa (hoy Ucrania) y de ahí a la capital soviética. El archivo guarda también el documento, en francés, el idioma de la diplomacia, que firmaron los responsables políticos de los dos países para sellar el acuerdo que tanta controversia generó.
Babelia
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