Van Gogh, aún más ‘mainstream’
La muestra ‘Meet Vincent van Gogh’ propone en Madrid un recorrido inmersivo por la obra del pintor a través de la correspondencia con su hermano menor
De Vincent van Gogh se sabe casi todo. En vida vendió solo un cuadro. El paso del tiempo ajustó las cuentas y algunas de sus piezas han alcanzado cifras millonarias en subastas. Sus obras están en museos de todo el mundo. En Ámsterdam hay un museo con su nombre que recibe cada año más de dos millones de visitantes. Fue internado en varios centros psiquiátricos. Se cortó una oreja y se la entregó a una mujer, acompañada de la frase: “Me recordarás”. Pintó Los girasoles, Los lirios, La habitación. Antes de la pandemia, llegó al cine con películas como Loving Vincent, en 2018, y el biopic Van Gogh, a las puertas de la eternidad. Sucesoras de la célebre El loco del pelo rojo, protagonizada por Kirk Douglas. Se suicidó pegándose un tiro y la pistola que usó se subastó. Su vida y obra ha sido radiografiadas al milímetro. Por eso, al pasar las cortinas negras del espacio Ibercaja Delicias de Madrid y ver y oír en tres pantallas sus campos de trigales sobre los que amenaza tormenta, es inevitable preguntarse: ¿qué más queda por contar de un artista tan mainstream?
Entonces, suena un disparo. Una bandada de pájaros sale volando. Se escucha: “No vislumbro un futuro feliz. Siento que fracasaré”. Es el artista, aunque no su voz. Empieza la muestra Meet Vincent van Gogh, la única exposición oficial del Museo Van Gogh de Ámsterdam (ya pasó por Barcelona, en 2019). Las facetas desconocidas las narra el propio artista. La visita está ideada para hacerla con audioguía e ir escuchando una parte de la correspondencia (hay constancia de 800 cartas escritas por él), la mayor parte de la elegida en la exposición es la que se dirige a su hermano Theo. Las cartas tienen dos versiones: la de adultos, que no se ahorra los detalles de una vida de arte, pero también de desesperación y desesperanza; de adicciones, dudas y problemas de salud mental. Y la de los niños, “menos cruda”, informan los organizadores de Proactiv, la empresa colaboradora con el museo del artista. Porque esta es una muestra ideada para convertirse en el reclamo de las navidades. Una cita para poner en la agenda familiar para las vacaciones.
Theo van Gogh, cuatro años menor, “fue su confidente y su asesor”, explica Vincent Willem van Gogh, su sobrino bisnieto. Es la otra voz que más se repite al ir recorriendo las distintas salas que alberga la gran carpa elegida para la exposición. “Crecieron juntos, fueron inseparables desde los cuatro años, la mujer de Theo solía decir que su marido perteneció más a Vincent que a ella”, recuerda en una de las salas mientras se proyectan cuadros del artista. En esta muestra no hay obras originales. Es inmersiva. Es decir, se paseo por espacios sin paredes, las divisiones las marcan grandes pantallas en las que, además de piezas artísticas, aparecen sus paisajes, las ciudades en que vivió, retratos y otros documentos personales.
Se ve en las paredes, se oye por los auriculares y se tocan las reproducciones en tres dimensiones de muchas de sus obras. Hay cuadros en caballetes por los que pasar la mano. Microscopios para observar detalles pictóricos. Lentes de aumento. Además, se han reconstruido los escenarios de sus pinturas. En mitad de la muestra hay un gran bar con mesas con patatas, como sentarse a la mesa junto a Los comedores de patatas. Hay zonas con pacas de paja, como si de repente no estuvieras en Madrid sino en Arlés.
La audioguía funciona sola. Identifica los pasos del visitante y al cruzar el umbral de cada fase de su vida lanza el capítulo. Las voces de los dos hermanos suenan como interpretaciones casi hollywoodianas. El tono se modula con sus emociones, se combina con efectos sonoros, instrumentos que terminan de dotar de dolor o de esperanza sus conversaciones. “Hablaron de todo”, apunta Vincent Willem van Gogh. “Aunque la verdadera heroína fue Johanna, la mujer de Theo, que tras su muerte encontró la correspondencia, la recopiló y editó, y así recuperó uno de los capítulos más importantes de la historia del arte”. A Johanna también se la escucha en la muestra, como reconocimiento a la persona que “creó” a un artista que en vida vendió un cuadro.
A los 27 años, cuando Van Gogh abandonó sus aspiraciones evangélicas y se convirtió en artista encontró en su hermano Theo su principal sustento económico y emocional. Fue él quien le financió su icónica casa amarilla, cuya estancia más conocida es la habitación que se recrea en esta muestra a tamaño real. El visitante se puede sentar en la cama, cubierta por una manta roja, al lado la silla y la mesa. “Hacerse un selfi”, avisan los organizadores como reclamo. “Theo fue un marchante de arte que le introdujo en la escena artística parisina del avant garde, gracias a la que pudo conocer a Toulouse Lautrec y Paul Gauguin, entre otros”, continúa el sobrino bisnieto, que recuerda haber visto de pequeño, en el salón de la casa de su abuelo, colgadas en las paredes las pinturas del artista que desde 1960 son parte de la Fundación Vincent van Gogh.
Van Gogh se internó en varias instituciones a petición propia. Esta parte de su breve vida tiñe de oscuro la exposición. Suenan tormentas para dar dramatismo al momento. En las paredes aparecen imágenes de hospitales psiquiátricos. Su habilidad para crear una paleta de tonalidades a través de tres colores primarios se ensombrece al final del recorrido. En 1890, Vincent se pega un tiro en Auvers-sur-Oise, en Francia. Su hermano murió seis meses después por enfermedad. Los dos están enterrados juntos, en un epílogo que construyeron desde los cuatro años.
Meet Vincent van Gogh. Del 30 de septiembre al 9 de enero en Ibercaja Delicias Madrid. 14 euros.
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