Los ojos se iluminan en la Feria del Libro
Va regresando la confianza en la vida en el Retiro de Madrid aunque la mascarilla nos tape la boca y los pómulos
En la Feria del Libro de Madrid todos somos ojos muy abiertos. Los lectores son ojos. Los escritores ojos son, y los libreros también son ojos. Un vendaval de ojos vivos. Pero si te sientas en una caseta a firmar libros, entonces también somos manos y somos una voz. Las voces me llegan desde las mascarillas. Si el nombre de la persona a la que tienes que dedicar el libro es largo o raro, la cosa se complica.
Por eso el librero Jesús Trueba me proporciona una cuartilla para que el lector con nombre represaliado en la mazmorra de la mascarilla pueda escribirlo y yo leerlo y así redimirlo en la dedicatoria. Todo es titubeante, pero también imparable. Va regresando la confianza en la vida. Por eso la Feria del Libro de Madrid de este año no es la de un año más. Es la del año del regreso de la vida, como si viniéramos todos de un letargo incomprensible. Nadie sabe qué ha pasado. Pero sí sabemos que nos gustan los libros dedicados.
Los protagonistas absolutos de una feria del libro son los lectores. Ellos van con sus vidas, y las enseñan un poco a su escritor favorito, solo un poco, porque son discretos. Enseñan sus vidas a través de una sugerencia. “No, no es para mí, es para mi padre”, te dicen. Entonces ves que los ojos se iluminan más. “Bueno, pero lo acabaré leyendo yo también”, y los ojos intentan sonreír. ¿Pero cómo son unos ojos que sonríen? No sabemos sonreír con los ojos. Y sin embargo los ojos son los grandes protagonistas de esta historia de salvación. No ves labios. No ves pómulos. No ves la profundidad de las armonías entre piel, labio, nariz y pómulos. Solo los ojos. Todos somos forajidos. Roberto Bolaño nos hubiera llamado a todos nosotros así: los forajidos románticos.
“¿No sabes quién soy?”. La desmemoria ha sido despenalizada en la Feria del Libro de Madrid, que es el reino de las segundas oportunidades. “Anda, pero si eres Mónica”, por fin te acuerdas. Los lectores se atoran porque la mascarilla les impide mostrar su entusiasmo por volver a ver a los escritores. “Me salvaste del psiquiatra, tenía que decírtelo”. Salvar a alguien del psiquiatra es maravilloso sobre todo cuando no pudiste salvarte a ti mismo, pienso. Parece que allí hay un sacrificio por el otro.
Eso es la Feria del Libro de Madrid: los otros, que somos también nosotros. La mezcla del tú y el yo. El librero Jesús Trueba me pregunta que qué tal el taburete en donde me siento. Y me doy cuenta de que es un taburete de barra de bar de los años cincuenta. Elegante, aterciopelado, regulable en altura, cómodo, con respaldo mullido. Es el taburete más cool de la historia de la Feria del Libro de Madrid. “Es que yo quiero que los escritores estén cómodos, porque los quiero”, me dice Jesús. Cae la noche en el Retiro. Porque en septiembre a las nueve ya es de noche.
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