Oliver Stone desmonta la versión oficial del asesinato de JFK con los documentos gubernamentales desclasificados
El cineasta presenta un espléndido documental con el material del Gobierno estadounidense que se puede consultar desde 2017 y que echa por tierra los mitos de la bala mágica y de Lee Harvey Oswald como único francotirador
Es probable que nunca se sepa quién estaba en realidad detrás del asesinato, el 22 de noviembre de 1963, del presidente John Fitzgerald Kennedy. Pero Oliver Stone (Nueva York, 74 años) lleva más de media vida luchando por desmontar la incongruente versión oficial —en realidad, tanto de ese episodio como de otros relacionados con los rincones oscuros de Estados Unidos—. Han pasado ya 30 años del estreno de su JFK: caso abierto, que abrió los ojos a muchos de sus compatriotas, y de una manera u otra nunca ha olvidado el magnicidio en la pantalla, como demostró en, por ejemplo, la serie documental La historia no contada de los Estados Unidos. Ahora, por fin, tiene las pruebas, gracias a que el entonces presidente Donald Trump desclasificara en 2017 2.800 informes secretos con más de tres millones de documentos (aunque aún siguen sin ser accesibles otros 200, los considerados el núcleo oscuro de las pesquisas). Y con ellos estrena en Cannes JFK Revisited: Through The Looking Glass, dos horas espectaculares que acaban señalando a la CIA y al FBI si no como culpables, sí como manipuladores de todas las pruebas.
En realidad este nuevo impulso sobre el caso Kennedy no nació de Stone, sino de su productor habitual, Rob Wilson, y el guion parte del libro de James DiEugenio sobre el asesinato. En el festival se proyecta, en la sección Cannes Première, la versión de dos horas (que será la que se estrene en España, donde ya tiene distribución; en EE UU, mientas, sigue sin comprador), pero existe una de cuatro que fue la que vio Thierry Frémaux, el delegado general del certamen. Y lo que aparece en pantalla es demoledor. “Lo he hecho porque es importante, porque en 1963 aquel asesinato marcó a una generación. Kennedy fue el último presidente estadounidense que luchó de verdad por la paz mundial”, cuenta Stone. “Kennedy avanzó en unas posibles relaciones con Cuba, negoció con la URSS el tratado de no proliferación nuclear, empezó a pensar en sacar a EE UU de la guerra de Vietnam. Era anticolonialista. El mismo Robert McNamara, su secretario de Defensa, lo confirmó en sus memorias. Insisto, Kennedy ha sido el último presidente que de verdad intentó cambiar las cosas, y eso se volvió en su contra”.
¿Quién mató a Kennedy? Lee Harvey Oswald probablemente no, según los informes de tres investigaciones gubernamentales en distintas décadas. Un general retirado recuerda ante la cámara: “Kennedy tenía demasiados enemigos”. Stone explica: “En realidad, no sé qué pasó, pero sí lo que no pasó. Y en el documental retrato también el ambiente de aquella época. Dudo que hoy la Administración Biden haga algo más [por aclarar el crimen], sospecho que ni se le pasa por la mente”. Y su productor subraya: “En octubre de 2017, Donald Trump prorrogó el secreto oficial de esos 200 documentos. Y después anunció otros dos años más... Seguimos igual. Técnicamente hoy el Gobierno está incumpliendo la ley”.
“En la autopsia se realizaron decenas de manipulaciones, se usó un cerebro que no era el del presidente, desaparecieron fotos
En la pantalla, se analiza prueba a prueba, también los documentos oficiales y el testimonio de los historiadores que ya han buceado en esos tres millones de documentos. “Ahí tenéis las trayectorias de las balas, la famosa bala mágica [que primero atravesó a Kennedy y luego dio vueltas por el cuerpo del gobernador de Texas, John Connally], el rifle, las fotos, las relaciones de Oswald con la CIA”, insiste Stone.
Tras centrarse en la investigación de la comisión Warren, nombrada tras el asesinato, que retorció, obvió y manipuló las pruebas, Stone repasa el material aportado por la investigación de 1975, realizada por House Select Committee on Assassinations, así como el trabajo de la que reevaluó desde 1992 los documentos, para categorizarlos tras el estreno en 1991 de la película, que se centraba en el fiscal Jim Garrison. Como ejemplo hilarante de la primera comisión, uno de sus integrantes, Gerald Ford, que llegó a ser presidente, hasta retocó el croquis de la autopsia para mover la entrada de un disparo; semanas después, el agujero retornó a su sitio original.
Varios de los historiadores y expertos que accedieron en los noventa a los informes aparecen en pantalla subrayando las increíbles contradicciones en los horarios de, por ejemplo, la cadena de custodia de las balas y del casquillo encontrados en Dallas. Uno de los proyectiles apareció en una camilla donde había reposado horas antes el cadáver del presidente (nadie sabe por qué no se descubrió antes). Y la bala mágica, la que acabó en el muslo de Connally, sigue intacta, a pesar de todo el recorrido que hizo por dos cuerpos. “En la autopsia se realizaron decenas de manipulaciones, se usó un cerebro que no era el del presidente, desaparecieron fotos”, enumera Stone, que en pantalla solo aparece para dar cierta gravitas a la acción en Dallas. En algún comentario cae en cierta teoría conspiranoica que no ayuda a la película.
En ese análisis minucioso de los documentos, Stone abre otra puerta: la de la vida de Oswald. Y, también con papeles oficiales, muestra que había otros dos planes similares de magnicidio en Chicago y Tampa (Florida) que incluían a otro par de tipos que cargarían con la culpa. Experto tras experto, todos señalan a la CIA, porque en aquel momento realizaba su propia política exterior, y el presidente quiso acabar con su reinado. Dos ejemplos: la agencia se planteó que Kennedy apoyara un golpe de Estado contra el presidente De Gaulle, asegurándole que todos los militares franceses estaban en su contra por su intención de acabar con la guerra de Argelia; y la CIA lo engañó cuando, desobedeciendo sus órdenes, los servicios secretos estadounidenses entregaron a Patrice Lumumba —primer ministro del Congo derrocado en un golpe militar por Mobutu, y al que JFK había prometido protección— a sus enemigos para que lo asesinaran. Todo está documentado y grabado.
Al final, queda un extraño sabor entre el público que el cineasta explica: “Es más importante que sepamos por qué asesinaron a Kennedy que el quién. Y lo fue por su anhelo de paz. Hoy, ¿por qué queremos enemigos?, ¿por qué mantenemos una política hostil contra Rusia, China, Irán o Cuba? Necesitamos relaciones estables con esos países porque la amenaza principal que sufrimos ahora es el calentamiento global. Y es un problema mundial que necesita soluciones mundiales. Los países, las personas, están por encima de presidentes o dictadores”.
Babelia
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