Ferran Freixa, paciente observador de las luces, las sombras y los matices
Fallecido el pasado 13 de junio, fue uno de los máximos exponentes de la fértil generación catalana de fotógrafos de los años setenta
Ferran Freixa (Barcelona, 1950), falleció el pasado 13 de junio a la edad de setenta años. Fue uno de los máximos exponentes de la fértil generación catalana de fotógrafos de los años setenta y destacó siempre por un estilo clásico y moderno que llevaron a ser un referente en la representación de la arquitectura, los espacios urbanos y la intimidad de la vida cosmopolita.
Freixa tuvo una capacidad excepcional para captar y sublimar el estado de las cosas. Paciente observador de las luces, las sombras y los matices, plasmó el paso del tiempo a partir de escenas ambiguas y de objetos, espacios o arquitecturas inertes.
Inició su actividad artística en el año 1965 haciendo estudios de dibujo y pintura, pero son sus proyectos en el campo del diseño gráfico a partir de 1969 (año en que abre su primer estudio con Pep Rigol y Lluís Casals) los que le conducen al mundo de la fotografía. Se formó de manera autodidacta, por eso le gustaba decir a menudo que “mi escuela son mis libros”.
A partir del año 1978 se especializó en la fotografía de arquitectura, entrando a colaborar con los mejores profesionales, aunque no dejó de trabajar en su “obra personal” con su cámara Hasselblad. En 1990 participó en el proyecto fotográfico que emprendió la revista “Quaderns” del Colegio de Arquitectos de Cataluña, y recibió el encargo de fotografiar la transformación del Eixample de Barcelona durante la fase preolímpica, además de realizar una taxonomía de los Antiguos comercios de la ciudad.
Del año 1994 es su célebre serie del Gran Teatro del Liceo fotografiado inmediatamente después del incendio que acabó con el coliseo de La Rambla. Sus trabajos de los años posteriores están marcados por los viajes y las fotos de distintos lugares: Cabo de Gata, Marruecos, Pequín..., así como por la extensa serie de las Colonias textiles de Cataluña.
En el año 2014, Freixa se instala en la casa familiar de Sant Vicenç de Montalt, donde fotografía espacios y arquitecturas cercanas y abandonadas, como el hotel Estrach (2016), El jardín de María (2018) o Can Cabanyes (2020). Además de lograr extraer matices muy sorprendentes de la cámara de su teléfono móvil.
La melancolía, la sensibilidad para captar el detalle sutil y decisivo y el arte de la composición son algunas de las características esenciales de su mirada, que deja una huella lírica de la memoria de las cosas.
“La nuestra es una época nostálgica y las fotografías promueven la nostalgia activamente. La fotografía es un arte elegíaco, un arte crepuscular. Casi todo lo que se fotografía está impregnado de patetismo por el simple hecho de ser fotografiado. Una cosa fea, grotesca, puede resultar conmovedora porque la atención del fotógrafo la ha dignificado. Algo bonito puede suscitar amargura porque ha envejecido o ya no existe”. Este texto extraído de la obra de Susan Sontag, Sobre la fotografía, de 1977, es el que el autor eligió para su última exposición en la Fundació Palau, Caldes d’Estrach, en la provincia de Barcelona, que se clausuró el pasado mes de marzo 2021.
Su trabajo, admirado por fotógrafos, artistas, diseñadores, arquitectos, editores y teóricos –lamentablemente una vez más– ha quedado sin el reconocimiento institucional que su genio y su obra merecen, fuera de toda duda, por ser uno de los más relevantes fotógrafos españoles de su generación.
Babelia
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