Una fiesta poética para el fin de la pandemia
La entrega de los XXXIII Premios Fundación Loewe de Poesía a Diego Doncel y Mario Obrero reúne a más de un centenar de invitados. Sin cóctel y guardando la distancia, la convocatoria trata de impulsar la vuelta a la normalidad
Las sillas colocadas en fila y con la distancia reglamentaria según las normas impuestas por la pandemia imprimían este miércoles a la reunión un aire de desfile de alta costura a la vieja usanza en un amplio salón con mullida moqueta, detalles de escayola en las paredes y balcones abiertos a la madrileña plaza de Neptuno. Y aunque la convocatoria estaba organizada por una de las casas de moda con más prestigio de España, lo que se celebraba en el hotel Palace no era un pase de modelos, sino la entrega del XXXIII Premio Fundación Loewe de Poesía, el ya histórico galardón que cada primavera distingue un poemario inédito escrito en español y, en otra categoría, a un poeta menor de 33 años.
Junto a los ganadores de 2021, Diego Doncel, por Fragilidad, y el joven Mario Obrero, con Peachtree City —ambos libros editados por Visor, como todos los que han sido premiados hasta la fecha—, y sus respectivos presentadores, el dramaturgo Alberto Conejero y la poeta y editora Elena Medel, premiada con el Loewe hace siete años, también se encontraban las dos poetas, Aurora Luque y Raquel Vázquez, que fueron premiadas en 2020. El año pasado la ceremonia de entrega, programada para el 12 de marzo, tuvo que ser cancelada en el último momento ante el avance de la covid-19, por eso esta celebración era de alguna manera doble. Así lo recordó desde el estrado la anfitriona, Sheila Loewe, antes de cederles la palabra a estas dos autoras. Y, muy acorde con la ocasión, Vázquez arrancó leyendo el verso de Luis Alberto de Cuenca “volveremos a vernos donde siempre”, que encabeza uno de sus poemas, en el que la poeta afirma que “un abrazo devuelve el mundo al mundo”.
No hubo abrazos, pero sí una alegría palpable entre el centenar de asistentes a la elegante cita poética, entre los que se encontraban el editor Chus Visor, los poetas Raquel Lanseros, Josefa Parra y Luis Antonio de Villena (este último, tocado con un sombrero de paja con una pluma), los novelistas Luisgé Martín y Martín Casariego, el periodista Iñaki Gabilondo, el diseñador Ángel Schlesser y el gestor cultural y fundador de La Fábrica, Alberto Anaut, que se mostraba contento por esta suerte de normalidad en el ámbito literario, y recordaba la inauguración de PhotoEspaña en el Jardín Botánico en Madrid, hace unas semanas. Allí tampoco hubo cóctel, pero sí sonrisas y satisfacción por el reencuentro, apuntaba Anaut. En estos meses pasados ha habido alguna feria, alguna charla y algún festival y poco a poco parece que se va retomando el ritmo previo a la pandemia, aunque las fiestas aún sean muy controladas, ceñidas a la letra y la palabra, sin alcohol, porque sigue estando prohibido comer o beber de pie en Madrid en este tipo de reuniones populosas.
Enrique Loewe, sentado en primera fila y visiblemente emocionado por haber podido retomar la celebración, habló del “sentimiento de orfandad que han dejado las muertes de Francisco Brines y de José Caballero Bonald”, dos poetas que han colaborado estrechamente con la Fundación en este premio y que le permitieron acercarse a “un mundo tan bonito interesante y lleno de matices” como el poético.
Durante el acto, Elena Medel habló sobre el estrado del “discurso ancho” y “la riqueza de lenguaje y de pensamiento” contenidos en los versos de Mario Obrero y advirtió de que su “poesía inteligente” no debía ser reducida a la cifra de su edad. El joven, por su parte, afirmó que a sus 17 años ya es “más mayor que Rimbaud” y que se acerca a los 19 que tenía Claudio Rodríguez cuando ganó el Premio Adonais. Obrero habló también de la lógica poética, “tan lícita como la realidad”, recordó a la maestra republicana Justa Freire y la calle a la que dio nombre en lugar de Millán Astray hasta que el mes pasado volvieron a cambiarlo, y se refirió al asesinato de Lorca, el 18 de agosto de 1936, antes de leer su poema homenaje al poeta de Granada.
Sobre un huérfano que nace y un padre que muere hablan los versos de Fragilidad, escritos por el poeta ganador del premio Diego Doncel, según explicó Alberto Conejero cuando le llegó el turno de palabra. “La muerte del padre es un exilio que convierte al poeta en polizón”, apuntó. A continuación y como cierre, habló Doncel sobre “el poder de la poesía que emociona”, y leyó los versos de Hablando con Ofelia, esa huérfana suicida que amaba a Hamlet: “Finalmente supiste que el mundo era un lugar extraño / para las almas dóciles, oíste la furia de la melancolía / crecer dentro de ti (...)”. El caluroso sol entraba a raudales por las ventanas del salón y la tristeza poética llenó el aire de esta fiesta abstemia, y con mascarillas, pero al fin, compartida.
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