Anita Zabludowicz: “Hemos ayudado a nutrir el ecosistema artístico”
La coleccionista británica y su marido, con un patrimonio de unas 5.000 piezas, regentan el espacio en Londres que lleva su nombre
Pocas personas en el mundo del arte cuentan con la determinación de Anita Zabludowicz, coleccionista de élite. Nacida hace 61 años en Newcastle como Anita Steinman, esta británica hija de un empresario mayorista y de una historiadora del arte ha empleado el tiempo en labrar una envidiable carrera. Reconocida como una de las 100 mujeres más poderosas del universo artístico por la página Artnet y merecedora de la Excelentísima Orden del Imperio Británico, Zabludowicz ha impulsado numerosas ferias y exposiciones. Junto a su marido, el empresario inglés nacido en Finlandia Chaim Poju Zabludowicz, ha acometido proyectos como la creación del Centro Zabludowicz para Enfermedades Autoinmunes en el Sheba Medical Center de Israel, la donación de fondos para el proyecto del luego cancelado Museo Guggenheim de Helsinki o la construcción de una colección de más de 5.000 obras que firman 500 artistas diferentes.
La Collección Zabludowicz de Londres, que regenta el matrimonio, es un espacio privilegiado para conocer el universo —con sedes en Nueva York y Sarvisalo, en Finlandia— que esta pareja ha creado, y del que ella, que se muestra directa y accesible, habla con pasión. Lo hace durante una charla en la que, por videoconferencia, narra el modo en que nació, en la no tan lejana década de los noventa, su romance con el arte contemporáneo, especialmente el emergente. “Me formé en un entorno artístico y creativo, porque a mi madre realmente le apasionaba el arte y siempre se encargó de hacer las cosas interesantes para mí y de estimular esa pasión. En una época pensé que me gustaría pintar, pero me pareció bastante aburrido. Lo mismo me sucedió con el estudio de la Historia del Arte. No sé por qué, pues a mis hijas les encanta y la conocen profundamente, pero a mí no me resulta inspirador. Me dediqué al interiorismo durante 10 años, que disfruté mucho. Así conocí a una serie de personas fascinantes que me llevaron por el que sería definitivamente mi camino: convertirme en coleccionista de arte, para lo que mi tiempo en Christie’s, donde cursé Arte Moderno y Subastas, fue muy excitante, entre otras cosas porque me permitió conocer profundamente el mundo del arte contemporáneo”, cuenta.
Y, entre risas, añade: “Primero pensé que deberíamos concentrarnos en obras de creadores modernos británicos, como Lucian Freud, Francis Bacon o Barbara Hepworth. ¡Pero rápidamente mi esposo me hizo descarrilar, cuando adquirió una obra de [el artista contemporáneo] Matthew Barney! De manera que pasamos al terreno de la fotografía a mediados de los años noventa, lo hicimos con mucho entusiasmo y, aparte, conocimos a Thomas Dane, entonces galerista, hoy asesor, que ha sido una guía fundamental para impulsarnos a coleccionar no tanto lo previsible, es decir al grupo paradigmático de los Young British Artists, como Damien Hirst, sino a fotógrafos como Wolfgang Tillmans”.
El videoarte capturó muy pronto la atención de esta mujer sobria e inquieta, que estudió Bellas Artes en el College of Arts & Technology de Newcastle y que pasó de acumular con fervor obras de Jim Lambie, Gillian Wearing o Thomas Struth, a considerar que su colección era demasiado experimental y que, por lo tanto, “le podía faltar algo”.
“Nos gustaban mucho los artistas imaginativos, tecnológicos, inventivos y conceptuales, pero no nos parecía apropiado tener esa clase de trabajo en un depósito. Y decidimos abrir nuestro propio espacio, para lo cual la ayuda experta y humilde de la comisaria Jenni Lomax resultó clave, y de esa forma poder volcar lo que teníamos, y compartirlo con la comunidad y con el público desde un lugar más institucional que personal. Yo sabía lo que estaba haciendo, pero no sabía explicarlo exactamente”. La coleccionista fijó su sede en Londres, y escogió a Elizabeth Neilson como directora, pese a que en aquel momento solo tenía 26 años.
“14 años después, creo que hemos tenido éxito, una importante cantidad de público y una influencia notable; hemos ayudado a nutrir el ecosistema artístico. En suma, hemos hecho más bien que mal. Y sobre todo, puedo afirmar con seguridad que para nosotros el arte no es una mercancía, un producto ni una inversión, sino que lo que nos interesa es ver el efecto que provoca en la sociedad, así como observar el modo en que cada artista avanza en su vida profesional. Toda esta experiencia ha sido una verdadera travesía”, comenta orgullosa.
Mientras se refiere con entusiasmo a su hija Tiffany, quien ha dejado en el Times Square Space su propia huella como curadora, relata algunos de los programas educativos que ha llevado adelante, con niños y jóvenes. Pero también se detiene en muestras icónicas, como la que Donna Huanca ofreció en la Colección Zabludowicz en 2016, en la colaboración que ha establecido con universidades de primer nivel y en las residencias que, desde Estados Unidos hasta Finlandia, le han permitido establecer un diálogo hondo y un clima íntimo con los artistas, además de entender sus procesos y motivaciones.
Para nosotros el arte no es una mercancía, un producto ni una inversión, sino que lo que nos interesa es ver el efecto que provoca en la sociedad
Con exposiciones en las sedes de Londres, Estados Unidos o Finlandia, ha logrado definir una colección auténticamente contemporánea: “En la parte de las bellas artes mi marido y mi hija están muy involucrados. Pero a mí me gusta más el mundo experimental y tecnológico, y además veo esa tarea como un modo de apoyar la creatividad más allá de fronteras, puesto que la naturaleza del trabajo digital, por ejemplo de la realidad aumentada, lo permite. Trabajar con esas tecnologías y esas ideas nos permite entender de un modo renovado mucho del futuro, pero también del pasado”.
Fanática de las propuestas inmersivas, Zabludowicz se refiere con sinceridad a la nostalgia que le provoca el ecosistema artístico previo a la covid, donde la interacción humana era más natural. Entrevistadora ella misma, antes de terminar se referirá al alcance de la ayuda que, con su marido como cómplice, le presta a los museos y fundaciones de arte alrededor del mundo, y concluirá: “Esta paralización de las ferias de arte más importantes del mundo es muy triste”.
Babelia
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