Helsinki rechaza definitivamente la construcción de un museo Guggenheim
Los partidos de izquierda y los ultranacionalistas tumban la iniciativa en el pleno municipal
El pleno del Ayuntamiento de Helsinki rechazó definitivamente a última hora del miércoles la construcción de un nuevo museo de la franquicia Guggenheim en la capital finlandesa, un polémico proyecto que ha dividido durante cinco años a la clase política, la opinión pública y los círculos artísticos locales.
Después de un maratoniano debate en el pleno del consistorio, el sector más crítico con la iniciativa, compuesto por los partidos de izquierda y los ultranacionalistas Verdaderos Finlandeses, tumbó la propuesta en la votación decisiva por 53 votos contra 32.
Varios de los ediles que votaron en contra manifestaron que no se oponen a que se construya un museo Guggenheim en Helsinki, pero sí a que éste se financie en su mayor parte con fondos públicos, tratándose de una institución privada.
Además de los motivos económicos, existe también un cierto sentimiento nacionalista muy reacio a la financiación pública de una red internacional de museos, en lugar de apostar por el fomento del arte y la cultura locales.
La propuesta contemplaba la creación de una sociedad de riesgo compartido para construir y gestionar el museo, en la que la ciudad debía ceder gratis un codiciado solar y aportar 80 millones de euros.
El proyecto Guggenheim Helsinki ha estado envuelto en la polémica desde que en 2011 el alcalde de la ciudad, Jussi Pajunen, sorprendiese a la opinión pública anunciando su intención de replicar el llamado efecto Bilbao en la capital finlandesa con la construcción de un nuevo museo de la franquicia neoyorquina.
La Fundación Solomon R. Guggenheim de Nueva York, deseosa de expandir su red museística, aceptó la solicitud de Pajunen con entusiasmo. Además de su cercanía al enorme mercado ruso, Helsinki aportaba su prestigio como uno de los centros indiscutibles de la arquitectura y el diseño nórdicos.
En esa primera fase, Helsinki se gastó 2,3 millones de euros en un plan de viabilidad que, en lugar de ser encargado a un organismo independiente, fue elaborado por la propia fundación neoyorquina, con un resultado previsible: la recomendación de seguir adelante con el proyecto.
El plan proponía la construcción de un museo de 12.000 metros cuadrados en el céntrico puerto sur de la capital nórdica, especializado en el diseño, la arquitectura y las nuevas tecnologías, con un coste estimado de 140 millones de euros. Igualmente favorable fue el Guggenheim Bilbao, cuyo director, Juan Ignacio Vidarte, era además responsable de la expansión internacional de la prestigiosa red museística y miembro del equipo que elaboró el plan de viabilidad.
El Guggenheim Bilbao, cuyo apoyo era indispensable al tener derecho a vetar cualquier otro museo de la franquicia en Europa, dio luz verde a su "primo" del norte alegando que, más que competir entre sí, se complementarían creando una sinergia continental.
No obstante, la iniciativa no fue tan bien acogida como esperaban sus impulsores y pronto buena parte de la opinión pública se mostró reacia a financiar el museo, ya que, en opinión de muchos, la fundación neoyorquina era la más beneficiada, mientras que los costes y los riesgos debía asumirlos la ciudad.
El único consenso que se alcanzó desde el principio fue que, de construirse, el edificio del museo no debía ser tan monumental como los diseñados por el arquitecto Frank Gehry para los Guggenheim de Bilbao y Abu Dabi, sino algo más discreto e integrado en el entorno, acorde al gusto nórdico.
En 2012 el órgano ejecutivo municipal rechazó el proyecto por ocho votos contra siete, lo que obligó a la Fundación Guggenheim a modificar su propuesta para intentar convencer a los políticos locales.
En el nuevo plan la fundación rebajaba a 130 millones de euros (138 millones de dólares) el coste del museo, se hacía cargo de buscar financiación para costear el concurso con el que se elegiría el diseño del edificio y reducía de 30 a 20 millones de dólares (28 a 18,8 millones de euros) el canon a pagar por el museo durante 20 años por usar la marca Guggenheim.
El concurso arquitectónico lo ganó en junio de 2015 el estudio francés Moreau Kusunoki, con un complejo modular de madera negra y vidrio formado por nueve pabellones y una torre a modo de faro ubicado en pleno centro de la capital nórdica, que nunca llegará a construirse
Babelia
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