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“Itzea está muy bien”

Pío Caro-Baroja dedica un “libro sensorial” al legendario caserón navarro de su estirpe familiar

Juan Cruz
Julio Caro Baroja (a la izquierda), con su hermano Pío, ante la chimenea de Itzea en una fotografía sin datar.
Julio Caro Baroja (a la izquierda), con su hermano Pío, ante la chimenea de Itzea en una fotografía sin datar.FERNANDO LARRUQUERT

Cuando la familia llamaba a Julio Caro Baroja y este se hallaba en la casa, el antropólogo decía, antes que nada: “Itzea está muy bien”. En esa casa de Bera, en Navarra, vive su sobrino Pío Caro-Baroja. Es de los últimos de una estirpe legendaria, de la que don Pío, el autor de Las inquietudes de Shanti Andia, es la luz que va delante. Entre las cosas que Pio Caro-Baroja Jaureguialzo ha heredado de esos antepasados, y especialmente de su padre Pío y de su tío Julio, está el amor por Itzea, este caserón más que centenario que sigue albergando una vieja biblioteca que convive, por ejemplo, con la tecnología que a él le permite hablar por Skype con el periodista.

En la pantalla no se ve, pero entre las cosas que Pío custodia hay una inmensa cantidad de manuscritos, entre ellos diarios sucesivos, que don Julio dejó atrás, inéditos, cuando murió en 1995. Pío Caro Baroja, el padre de Pío, murió en noviembre de 2015. El vacío que dejó no lo llena Itzea. Es aquí, sobre todo, donde Pío ha escrito este libro, El cuaderno de la ausencia (Cátedra). Es “un libro sensorial” que no solo trata de ese hombre que fue “rebelde como los de su estirpe”, sino que fija ese olor de Itzea. “Escribo, más que de las personas, de los objetos y de esta casa”.

La casa está delante de su mirada cuando habla como si tuviera delante el pasado. “Esta casa es la protagonista. Muerto el padre, en este vacío yo trato de vincularme al espacio que él ocupó y lo más satisfactorio es volver al rastro de esa ausencia, a ver con mis propios ojos las mismas cosas que él había visto con los suyos, sentir esos objetos, olerlos”.

Pío Caro Baroja fue desde la posguerra un viajero que se asentó en México, huyendo de la oscuridad española, o en la Argentina donde conoció a la que sería su mujer de toda la vida. Málaga fue un destino que luego le impuso su hermano Julio, que fue allí para huir de la atmósfera que quedó en la casa de Madrid cuando don Pío murió en 1956. En Málaga, don Julio fue también en busca de su amigo Gerald Brenan, y allí, en el Carambuco, fue donde el padre de este Pío Caro-Baroja murió en noviembre de 2015.

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Pío Caro Baroja fue cineasta, editor, viajero, amigo de León Felipe y de otros exiliados cuando llegó allí en medio de la penuria para consolidar una personalidad que su hijo describe ahora. “Fue el personaje más libre de la familia en aquellos momentos grises de España. Mi tío abuelo tuvo que escaparse a Francia después de haber estado a punto de ser fusilado. Rebelde como era, mi padre tomó el camino de México como un Baroja, un hombre de acción”. Esta Itzea es para Pío “casa y pariente… Vuelvo a esta casa a acogerme como ellos hacían con la famosa abuelita, la madre de don Pío, a quien todos se sintieron tan unidos”.

¿Y cómo está Itzea? “Está bien. Ha habido vientos, se han caído árboles, pero está muy bien… Itzea me da el sentido de la vida, hacia delante y hacia atrás. Hacia atrás es el cobijo, como un familiar que me habla, que forma parte de los viejos Barojas que ya no están, una voz polifónica que me da aliento y ánimo para seguir adelante en la vida… Itzea está bien”.

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