El Prado renueva su exhibición del arte europeo del siglo XVIII
El museo anuncia un cambio en su propuesta para superar la ordenación estricta por escuela artística o la separación entre pintura, escultura y mobiliario
El Museo del Prado luce distinto estos días. Algunos cambios son forzosos y, posiblemente, temporales: menos público, más protocolos de seguridad y el raro privilegio, por otro lado, de pasarse un buen rato solos ante Las meninas o El Jardín de las delicias. Pero el museo no quiere solo asumir las reglas impuestas por la pandemia, y está realizando sus propias modificaciones: acaba de renovar la exhibición del arte europeo del siglo XVIII, como ha anunciado este viernes. El museo ya avisó de que dedicaría este año a transformar y reorganizar su colección permanente. Y ahora da el primer paso significativo en esa dirección.
La nueva propuesta puede verse en las salas 19 a 23 del edificio Villanueva. Y se inspira en Reencuentros, la exposición de las 250 obras más representativas con la que el museo reabrió sus puertas tras el confinamiento del año pasado. Por un lado, “se trata de que la ordenación por escuela artística no sea un criterio tan rígido”, explica David García Cueto, jefe de Departamento de Pintura Italiana y Francesa hasta 1800. De ahí que la nueva colocación además sea por cercanía o afinidades temáticas, geográficas, históricas o cronológicas. “El epicentro del discurso de las salas sigue siendo lo que ocurre en Madrid, pero contado también a través de muchos artistas extranjeros; es un relato del siglo XVIII como interacción entre españoles, italianos, flamencos o franceses”, sostiene el experto.
A la vez, agrega García Cueto, “se ha experimentado con formas de exponer las obras en el espacio que no respondan necesariamente a los cánones estrictos de la museografía del siglo XX. No todos los cuadros han de estar alineados, equidistantes y a la altura del ojo del espectador”. Al igual que sucedía en muchos palacios del Renacimiento o el Barroco, explica, ahora en el Prado pueden verse dos o hasta tres cuadros expuestos en fila vertical. Finalmente, la reorganización quiere romper con la separación entre artes: las pinturas comparten espacio con mobiliario, esculturas u orfebrería. De paso, los cambios solucionan un salto brusco de casi 80 años entre una sala y otra, que afectaba al recorrido anteriormente.
En enero, el Prado sostenía que otra clave de la nueva propuesta sería la mayor presencia de creadoras. Pero el primer paso no avanza mucho: Margarita Caffi y Angelica Kauffman son las únicas dos mujeres de entre la treintena escasa de artistas representados, entre ellos, Anton Rafael Mengs, Michel-Ange Houasse, Juan Carreño de Miranda y Jan van Kessel el Joven. García Cueto confirma la intención más inclusiva del museo, pero asegura: “Para esa cronología y esa temática no tenemos prácticamente obra femenina”.
La reordenación, en todo caso, mezcla piezas familiares para los visitantes y expuestas desde hace tiempo, como la Inmaculada Concepción, de Giambattista Tiepolo, con obras que casi no se han visto o que incluso debutan ante el público, como una pareja de bustos de cera atribuidos a Filippo Scandellari. “Pertenecen al Prado, pero estuvieron mucho tiempo depositados en el Museo Arqueológico Nacional, sin exponerse. Hace probablemente más de un siglo que no se presentan ante unos visitantes”, aclara. El experto destaca asimismo el conjunto de retratos reales de Jean Ranc como otra novedad notable.
La llegada de varias piezas sacadas de los almacenes no ha supuesto muchos desalojos. Solo unas pocas obras han hecho el camino opuesto y, pronto, volverán a ser expuestas. “Hemos realizado un proceso de densificación de las salas”, explica García Cueto. Y recuerda que esto apenas es el comienzo: está previsto que el museo reorganice a lo largo de este año y principios de 2022 toda su colección permanente. Se espera que, para entonces, la pandemia se habrá ido. Esta renovación, en cambio, viene para quedarse.
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