El Prado expone un biombo que relata la caída de Tenochtitlán desde el lado criollo
El museo acoge una destacada obra de arte novohispano procedente de una colección particular, con motivo del quinto centenario de la conquista de México
A un lado, fluye la vida. Los niños persiguen una cometa, unos clérigos pasean y, fuera del rastro, hay un toreo de vaquillas. En la urbe, a vista de pájaro, hasta se intuye al virrey, subido en su coche, reconocible por el tiro de seis mulas. Al otro lado del biombo, en cambio, estalla la guerra. Soldados y caballos se amontonan, vuelan las flechas, chocan las espadas y el heroísmo se mezcla con la muerte, bajo la mirada de Cortés y Moctezuma. Porque la última obra invitada al Museo del Prado cuenta dos historias a la vez, una en cada lado: Biombo de la Conquista de México y La muy noble y leal ciudad de México, realizada hacia 1675-1692 y cuyo autor se desconoce.
Su relato, narrado en 10 lienzos pintados por ambos lados y montados sobre una estructura de madera, ofrece un ejemplo de arte novohispano; el biombo procede de una colección particular y estará en la pinacoteca hasta el 26 de septiembre. Se expone en el marco de la iniciativa La obra invitada, que patrocina la Fundación Amigos del Museo del Prado para exhibir “piezas únicas que complementan su colección”. Luego formará parte de la exposición Tornaviaje, que la pinacoteca planeaba para el año pasado y la pandemia aplazó a este otoño.
“El público español no está tan familiarizado con este tipo de obras de América, ni con biombos pintados”, aseguró el director del Prado, Miguel Falomir, en la presentación este martes. Y agregó que la función de estos biombos a menudo era social: “Se abrían en una reunión para invitar a debatir sobre los temas que representaban”. De ahí que, en el fondo, la charla celebrada ante la obra sirviera también como homenaje a su pasado.
Un haz del biombo, pues, se adentra en la conquista de Tenochtitlán, capital del imperio azteca, que se rindió a las tropas españolas el 13 de agosto de 1521. Los tintes oscuros siguen distintas fases de la contienda, con eventos que en la realidad ocuparon dos años y varios lugares, y “ofrece la visión de los conquistadores y sus descendientes criollos”, según el museo. Como ejemplos, la recepción de Cortés por parte de Moctezuma emplea colores más luminosos, mientras que la victoria de los indígenas en la llamada noche triste resulta más sombría. Además, los lienzos identifican con sus nombres a los principales personajes indígenas, una necesidad que el autor no sintió con los españoles.
Lo que sí precisó la obra fue una amplia restauración, durante ocho meses, como explicó su responsable, María Álvarez Garcillán. “Su estado de conservación no era muy bueno”, confesó.
“La obra refleja el ideario de las élites criollas de la capital de Nueva España y visualiza su relación con una monarquía hispánica a la que debían fidelidad política y el origen de su fe, pero también el orgullo y la singularidad de una realidad americana que cristalizaría más de un siglo después en el proceso de independencia”, resume la nota de la pinacoteca. Al fin y al cabo, el biombo se realizó “como objeto de ostentación y poder”. Así, la otra faz muestra una apacible Ciudad de México, tras la conquista. Se identifican 66 edificios relevantes, mientras que los suburbios indígenas aparecen “minimizados”, explicó Falomir. El director aclaró que existen unos 10 biombos parecidos, probablemente procedentes del mismo taller, y que otros dos reflejan incluso los mismos episodios. Este, sin embargo, tiene una peculiaridad única: el retrato de la urbe no solo muestra sus edificios. Calles y plazas están pobladas de seres humanos. Y de vida.
Babelia
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