Carta de Cunqueiro desde la cárcel: “Estoy desesperado, sin noticias”
Una biografía de José Besteiro del escritor gallego certifica, con una misiva inédita enviada a un amigo, que estuvo en la prisión de Lugo
El escritor Álvaro Cunqueiro escribió una carta, de solo 83 palabras, a su amigo el periodista José Trapero Pardo que acababa así: “Estoy desesperado, sin noticias, aunque sepa que todo va bien. Un abrazo”. Era una misiva en la que le pedía como “favor” que hablase con Carmen, hermana de Cunqueiro, para preguntarle “si se recibieron en el juzgado dos poderes para el abogado y si surgió alguna dificultad”. “Todo lo que te diga ¿puedes venir a comunicármelo a la Prisión Provincial?”. La misiva viene a confirmar algo que se daba por hecho entre los estudiosos del gran escritor gallego (Mondoñedo, Lugo, 1911-Vigo, Pontevedra, 1981), quien desbordó la literatura de imaginación una década antes del boom latinoamericano, y que queda probado: Cunqueiro pasó por la cárcel.
La carta, cuya fecha se desconoce, está incluida en la biografía que sobre el autor de Merlín y familia ha escrito el periodista José Besteiro, Un hombre que se parecía a Cunqueiro (Ediciones del viento), título que juega con una de las obras célebres del escritor, Un hombre que se parecía a Orestes. El libro de Besteiro, que se presenta el 23 de abril en A Coruña, es una “bioficción”, dice por teléfono su autor, un recorrido por la vida de Cunqueiro en el que entrecruza la suya, incluye fragmentos de obras del mindoniense y de los autores que le marcaron.
Galleguista, Cunqueiro, que en su juventud se había declarado ateo, vio el comienzo de la Guerra Civil en su localidad natal. Galicia cayó rápidamente del bando sublevado y solo una semana después del inicio de la contienda escribió a su amigo Augusto Assía, seudónimo de Felipe Fernández Armesto: “Pobre España. Y pobres de nosotros también”. Más adelante “hizo comentarios críticos en público y también por escrito contra el régimen”. Es contratado como profesor en un colegio de Ortigueira (A Coruña) y allí empieza a colaborar con la revista falangista Azul. “La explicación para este repentino cambio de uniforme es que los asesinatos de curas y la quema de iglesias por milicianos descontrolados fueron un quebranto en una familia tan católica como la suya”, señala Besteiro. A ello se suman los fusilamientos por parte de franquistas de algunos amigos.
En 1937 se traslada a Vigo, para colaborar con el entonces falangista periódico El Pueblo Gallego, que antes había sido republicano. El periplo por publicaciones del bando franquista le lleva a San Sebastián y Madrid (Abc), en este caso desde 1939 a 1947. Es la etapa en que, como muestra una fotografía del libro, aparece vestido de falangista con mujeres de la Sección Femenina y contribuye con dos poemas a la Antología poética del Alzamiento (1939), de Jorge Villén. En la posguerra de miseria y cartillas de racionamiento, se casó, en 1940, con Elvira González-Seco, “niña bien y muy guapa”, apostilla Besteiro, con la que tuvo dos hijos, César (1941) y Álvaro (1944).
De Cunqueiro se sabe que en febrero de 1943 fue expulsado de Falange por venta fraudulenta de papel a una editorial. En junio de 1944 se le da de baja en el registro de periodistas por haber cobrado y no entregado un reportaje para la Embajada de Francia sobre el Camino de Santiago. Copia de ambos expedientes están en la Fundación Penzol, que conserva el legado del escritor, como señaló el periodista Miguel González Somovilla en una antología del Cunqueiro articulista publicada en 2020. Probablemente a partir de ahí es cuando Cunqueiro irá a la cárcel, y más de una vez.
Po su parte, el libro de Besteiro aporta la carta, en posesión de un veterano periodista, que Trapero Pardo recibió de Cunqueiro “desde la prisión de Lugo”. “Se deduce que estaba ahí porque en un libro de entrevistas con el poeta gallego Manuel María, fallecido en 2004, este decía que él y otros amigos iban a la cárcel a visitar a Cunqueiro. Y en otro momento Manuel María añade que a su tío, capellán de esa prisión, Trapero Pardo le pedía favores para Cunqueiro”. Besteiro aclara que, aunque César Cunqueiro, hijo del escritor, no quiso hablar con él de este episodio, “a Álvaro Cunqueiro no hay que convertirlo en un santo porque no lo necesita: ya está en la historia de la literatura”.
Hay una segunda carta de Cunqueiro desde un presidio, del 22 de octubre de 1947, que puede verse en la web todocoleccion.net, dirigida al director de la Prisión de Figueirido (Pontevedra). Se vendió en 2013 por 150 euros: “El recluso que suscribe, Álvaro Cunqueiro, interno en la 5ª galería 1ª planta, celda 30...”. En ella solicita permiso para cursar dos telegramas a su familia a fin de que depositen la fianza y quede libre. Es otra cárcel distinta de la de la primera carta.
Olivia Rodríguez González, profesora en la Facultad de Filología de la Universidad de A Coruña, que ha investigado sobre el Cunqueiro de esos años, encontró además en el Archivo General de la Administración, de Alcalá de Henares, un documento de la Dirección General de Seguridad (Ministerio de la Gobernación) de 1970, en el que se da cuenta de varios sumarios abiertos contra él, entre ellos, delitos por estafa en 1944, 1946 y 1947 (en los dos últimos casos a editoriales) y que fue a parar a la prisión de Lugo en 1951.
“Cunqueiro regresó de Madrid a Mondoñedo en 1947, tenía problemas conyugales, económicos, sin carnet de periodista…”. Hasta que vuelve a poder colaborar en prensa y empieza a publicar las obras que le convertirán en un clásico del siglo XX en lengua castellana, ajeno a modas y fiel al cunqueirismo, un género en sí mismo. En 1955 ve la luz Merlín e familia, en agosto de 1956, As crónicas do sochantre, con la que gana, en su versión al castellano, el Premio de la Crítica en Narrativa en 1959. En 1960 publica Las mocedades de Ulises y en 1963 la versión castellana de Cuando el viejo Simbad vuelva a las islas. Logra el Nadal en 1968 por Un hombre que se parecía a Orestes y publica La cocina cristiana de Occidente, referente para todo gourmet.
No da tregua a su máquina de escribir Smith Premier. En su antología, González Somovilla calcula que publicó unos 20.000 artículos en medio centenar de cabeceras. Cinco días antes de fallecer volvió a sentir los miedos de 1936. Fue por el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. Besteiro recoge el testimonio de quien lo vio ese día, mientras escuchaba la radio: “Se quedaba quieto mirando al suelo y repetía: ‘Ahora que pensábamos que estaba esto encaminado”.
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