El rastro napolitano del supuesto ‘caravaggio’
Los especialistas en el genio del Barroco creen que se puede tratar de una obra pintada durante sus estancias en Nápoles
El hallazgo de un supuesto caravaggio en el catálogo de una casa de subastas de Madrid además de revolucionar el mercado del arte ha abierto el debate entre los especialistas para tratar de reconstruir el rastro de la obra. En esta ocasión se da el extraño fenómeno de que numerosas voces acreditadas coinciden en atribuir la autoría al genio del barroco. Otro rasgo en el que parecen ponerse de acuerdo los expertos es en el origen napolitano de la pieza.
Stefano Causa, profesor de Historia del Arte Moderno en Nápoles, ha sido uno de los primeros en mostrar su convencimiento de que se trataba de un caravaggio. “La primera lectura estilística fue clara. En ese cuadro se veía el estilo de Caravaggio. Cuando has estudiado tantas obras de este autor, sabes reconocerlo”, dice Causa al teléfono. Y puntualiza: “De la obra impresiona la libertad de ejecución, que no tiene un pintor español como Ribera [a cuyo círculo atribuía la autoría del cuadro la casa de subastas], que se caracteriza por una pintura de espesor, más concreta, como si se pudiera tocar, es casi un escultor de la pintura. Mientras que Caravaggio es más libre, más sintético, da pinceladas veloces”. Cree que la obra encontrada en Madrid puede datar de la primera estancia del maestro barroco en Nápoles.
Caravaggio llegó a la ciudad del Vesubio en 1606, desde Roma, ya como un pintor famoso y reconocido. Su vida tumultuosa, su carácter impulsivo, pendenciero y violento y su predisposición para meterse en líos lo llevaron allí. A mediados de ese año había matado a un hombre durante una especie de partido de tenis en el centro de la ciudad eterna y fue condenado. En otras ocasiones sus mecenas lo habían protegido en viejos altercados con la justicia, la mayoría por delitos menores, como peleas, pero esa vez no fue posible y tuvo que huir. Alcanzó su refugio napolitano con la protección de la poderosa familia Colonna, y congenió a la perfección con esta ciudad del sur de Italia en cuanto puso un pie en ella. Pronto comenzaron a lloverle los encargos, algunos para el mismo rey Felipe III de España.
En esta ciudad, en la época bajo la influencia de la corona española, Michelangelo Merisi da Caravaggio vivió un periodo clave para su producción artística y pasó 18 meses, divididos en dos estancias: de 1606 a 1607 la primera y de 1609 a 1610, la segunda, después de un agitado paréntesis en Malta y Sicilia. En Nápoles se empapó del dramatismo de los artistas locales, se convirtió en una estrella de la pintura napolitana, y firmó algunas de sus piezas más reseñables, como, entre otras, las Siete obras de misericordia, la Flagelación de Cristo, la Madonna del Rosario o Salomé con la cabeza de Juan el Bautista, que se encuentra en el Palacio Real de Madrid. También pintó en Nápoles en 1610, la que se cree que es su última obra, el Martirio de Santa Úrsula. “En sus obras de este periodo es donde mejor se aprecia su trazo veloz, libre. La Flagelación de Cristo parece una secuencia cinematográfica, con ese sentido del movimiento, de realismo, por cómo presenta a las figuras”, explica. Causa.
Muerte a los 38 años
También en Napolés, Caravaggio fue víctima de un intento de asesinato. Aunque siguió pintando allí, finalmente decidió regresar a Roma en 1610, donde sus influyentes amistades le habían conseguido el indulto. Sin embargo, murió antes, en Porto Ercole, en la Toscana, a los 38 años. “Vivió poco y su historia es muy dramática. Viajó durante toda su vida, pero no para hacer turismo sino por trabajo y para escapar de la ley. Aunque muchos aspectos de su biografía se han magnificado de forma épica, fue un pintor maldito, y los artistas malditos siempre han despertado fascinación, mueren pronto y mantienen una relación difícil con la vida y con el mundo”, señala Causa. Y agrega: “Mientras que sus coetáneos mantenían una relación de súbditos con el poder y la Iglesia, él siempre reivindicó su independencia política y social, nunca se alineó con el poder”.
Otra reconocida experta, Maria Cristina Terzaghi, también cree que la obra de Madrid es napolitana y destaca, en un artículo publicado en el diario La Repubblica, la relación entre el Pilatos del Ecce homo de Madrid y el san Pedro mártir de la Madonna del Rosario; los gestos de las manos de los personajes, muy similares en ambas composiciones y el manto de color púrpura del Ecce homo que guarda semejanzas compositivas con la túnica que envuelve a la protagonista de Salomé con la cabeza de Juan el Bautista.
Una de las hipótesis que más suena en Italia es que el cardenal Massimo Massimi encargó un Ecce homo a Caravaggio en 1605 en Roma, que aparece en un inventario de 1631 de Juan de Lezcano, embajador de España ante la Santa Sede y en otro del virrey español, el conde de Castrillo, de 1659 en el que se asegura que el cuadro viajó a España ese año con su propietario, junto a Salomé con la cabeza del Bautista. Sin embargo, la documentación que se maneja actualmente es escasa y está incompleta.
Antonio Vannugli, historiador del arte especializado en coleccionismo español de arte italiano durante la edad moderna, no está convencido de que la pieza de Madrid sea de Caravaggio. Necesitaría examinarla en persona, especifica. En cualquier caso, sí cree que se trata de un cuadro napolitano. “Encajaría bastante bien con los pintores que trabajaron en el Pío Monte de la Misericordia [institución caritativa napolitana fundada en 1602 y que conserva varias obras de Caravaggio] justo después de Caravaggio, como Filippo Vitale o Giovanni Battista Caracciolo”, señala.
El experto tampoco sostiene la hipótesis de que se trate del cuadro del cardenal Massimi que pasó a manos de funcionarios españoles en Italia y de ahí saltó a España. “Me parece muy complicado encajarlo en su etapa romana y muy improbable que a Lezcano le llegara a Roma un cuadro pintado en Nápoles. Esto no implica que el cuadro no sea de Caravaggio, que por supuesto pudo pintar más de un Ecce homo”. En cualquier caso, Vannugli subraya el intenso tráfico de obras de arte de Nápoles a España entre los siglos XV y XVIII. “Había un envío continuo de pinturas y objetos suntuarios de toda clase”, puntualiza.
Babelia
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