Pat Metheny: “Podría tocar con una filarmónica una noche y con Beyoncé la siguiente”
En su nuevo álbum, el guitarrista se aleja de la improvisación de jazz y acentúa su faceta de compositor
Pat Metheny (Misuri, Estados Unidos, 66 años) es un adicto al trabajo. Acaban de cumplirse 45 años de su debut, un tiempo en el que ha estado de gira incansablemente y en el que ha publicado una cincuentena de álbumes, con proyectos y perspectivas diferentes (además de colaboraciones con músicos tan dispares como Steve Reich, Joni Mitchell o John Zorn, entre otros), sin perder ese “toque Metheny” que le ha granjeado muchos éxitos y una fiel parroquia de seguidores incondicionales, dentro y fuera del jazz.
Su viejo amigo Steve Rodby, bajista de su mítico Pat Metheny Group, le dijo en una ocasión que era “productivo-compulsivo”, lo cual define bastante su personalidad: el guitarrista confiesa que se levanta cada madrugada a las cuatro y se pone a trabajar en su música, sin un objetivo o destino concreto; simplemente es, según sus palabras, “para lo que vive”.
“Lo más notable de este proyecto es que, por primera vez en mi carrera, no hay improvisación”
Metheny acaba de publicar Road To The Sun, en el que se muestra explorando una nueva aventura: el guitarrista deja paso al compositor, con dos suites para guitarra compuestas por él, pero grabadas por intérpretes de música clásica y contemporánea. “Siempre he compuesto mucho, casi todo lo que he grabado, pero en general eran obras que derivaban en la improvisación. Lo más notable de este proyecto es que, por primera vez en mi carrera, no hay improvisación”, dice en una conversación por videollamada.
Cuenta Metheny que una de sus influencias, el compositor de bandas sonoras Jerry Goldsmith, le comentó una vez que los improvisadores tendían a escribir música que eran capaces de interpretar, cosa que el guitarrista trata de evitar aquí. “En cierto sentido, la improvisación es una especie de confrontación con la música escrita, y esto es lo contrario: música que nace para vivir en la partitura”, señala.
El germen del proyecto surgió a partir de los intérpretes de la suite central del disco, el LAGQ (Los Angeles Guitar Quartet), “cuando, hace unos 15 años, me pidieron que escribiese algo para ellos”. “Pero siempre estoy tan ocupado con mis proyectos que nunca tenía tiempo, a pesar de que cada vez que coincidía con alguno me decía: ‘¿Cuándo vas a escribir una pieza corta para nosotros?’. Finalmente, hace un par de años, de vacaciones con mi familia, me vino la idea a la mente, pero pensé que si iba a escribir algo para el LAGQ tenía que ser de cierta envergadura. Al final de aquellas vacaciones, ya tenía un borrador con media hora de música escrita”. Su familia, se supone, está acostumbrada a que las vacaciones de Metheny impliquen no dejar de trabajar.
A lo largo del proceso de composición y grabación del álbum, Metheny amplió el proyecto, con un artista en mente: “Mi otro músico favorito en ese campo es Jason Vieaux, sin duda mi intérprete de Bach favorito en guitarra clásica. Decidí componer también algo para él, y finalmente me encontré con unos 40 minutos de música, que encajaba y que estaba completamente escrita”. El broche del disco es la única pieza no compuesta por Metheny, pero sí interpretada por él. Una elección curiosa: Für Alina, una de las más conocidas piezas del compositor estonio Arvo Pärt.
Esto tuvo mucho que ver con el instrumento con el que la ha grabado, la guitarra Pikasso de 42 cuerdas que la lutier canadiense Linza Manzer diseñó para él hace casi 40 años. “Cuando escuché la composición por primera vez, recuerdo que pensé que era perfecta para tocar con ese instrumento, pero no fue hasta hace poco, cuando el resto del álbum ya estaba grabado, que me puse a intentar tocarla de noche, por pura diversión. Enseguida pensé que no estaría mal reinterpretarla, llevándola a mi terreno. No conozco a Pärt, no tengo ni idea de qué pensará de mi versión y espero que no me demande [risas], pero siempre me ha encantado su música”.
Las dos suites que presenta Metheny en Road To The Sun son muy diferentes y se nota que cada una se ha escrito con los intérpretes en mente, hasta el punto de ponerse delante fotos de los cuatro, cuando estaba construyendo las diferentes secciones de las composiciones para “visualizar” la parte de cada uno en cada momento. “Mi trabajo siempre ha sido juntar a los músicos que consideraba mejores para cada proyecto, y aquí ha sido igual. En el caso del LAGQ, antes de componer la música profundicé en los estilos particulares de cada uno de ellos. Son cuatro intérpretes muy diferentes. Y con Jason fue igual, porque conocía muy bien su personalidad musical”.
Esta contraposición entre composición e improvisación es una de las eternas fricciones entre el jazz y la música clásica, pero, para Metheny, ambas “están intrínsecamente relacionadas; cuando escribo una pieza puedo estar dos semanas pensando: ‘¿Esto debería ser un si bemol o un si natural?’. Pero cuando estás improvisando ante 2.000 personas, con músicos fantásticos acompañándote, esa decisión tienes que tomarla en ese momento”.
Sin embargo, siempre ha habido cierta rivalidad y condescendencia entre ambas doctrinas: muchos músicos clásicos alardean de interpretar con más nivel y técnica que un jazzista, mientras que muchos de estos afirman que el intérprete clásico está perdido sin una partitura. “La verdad es que no hay muchos improvisadores que interpreten clásica. A mí me encanta la forma en la que Keith Jarrett toca a Shostakóvich, pero estoy seguro de que a muchos amantes de Shostakóvich no. Sin embargo, intérpretes clásicos que se mueven en el mundo de la improvisación… ¡no hay prácticamente nadie! Relacionarte con la música desde la improvisación te abre toda clase de ventanas que no encuentras en otras doctrinas. Después de Charlie Parker y, sobre todo, de John Coltrane, tenemos que saber mucho, muchísimo, de armonía. No se me ocurre otro tipo de música que sea tan exigente a ese nivel, de tener que saber tocar sobre algo como Giant Steps en todos los tonos y de atrás hacia adelante”.
Al mismo tiempo, el jazz se le queda pequeño a Metheny, que describe un tipo de músico global: “Me siento afortunado de pertenecer a una especie de comunidad de músicos como Gary Burton, Jaco Pastorius, Christian McBride, Chris Potter… Un tipo de músico que podría tocar con la Filarmónica de Los Ángeles una noche y con Beyoncé a la siguiente. Chick Corea era así, Herbie Hancock es así… Es una lástima que no tengamos una palabra mejor que ‘jazz’, porque no sirve para describir lo que hacen estos músicos, y muchos otros, que pueden leer e interpretar música muy compleja, pero también tocar con mucha libertad”. Con Road To The Sun, el guitarrista afianza ese perfil de músico global que va más allá del jazz, aunque lo haga desde su particular microuniverso musical: el del toque Metheny.
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