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La adolescencia contra la pared de los adultos

El director francés Stéphane Demoustier indaga en dilemas morales en ‘La chica del brazalete’

Stéphane Demoustier, retratado en Madrid.
Stéphane Demoustier, retratado en Madrid.Nacho López

La protagonista de La chica del brazalete (2019) sufre desde el acoso más habitual (unos padres que la escrutan al milímetro), al escabroso (que se divulgue un vídeo sexual en el que se divierte durante un encuentro esporádico), y, finalmente, el peor: la acusación del asesinato de su mejor amiga. La intención del director, Stéphane Demoustier (Francia, 44 años), era presentar a una joven “misteriosa, pero no opaca”, que mostrara en su segundo largometraje una edad en la que “hay muchas formas de reaccionar, y una de ellas es encerrarse”. El otro objetivo era retratar que para los demás es difícil descifrar ciertos comportamientos, y fácil juzgarlos: “Se oye más el silencio de la adolescente acusada que el flujo continuo de palabras que se dicen a lo largo de la película”.

Sentado entre la pantalla y los asientos de una sala de cine en Madrid, Demoustier sostiene que el mundo se encuentra en un ruido perpetuo y que, en contrapartida, la protagonista de La chica del brazalete, que se estrena el viernes en España, propone otra cosa. El cineasta utiliza ese recurso para mostrar el carácter de Lise (Melissa Guers), que se comporta con la actitud desafiante propia de una edad en la que aún la identidad se encuentra bajo el prisma de los padres, pero con la aspiración a alejarse de ellos. “El hecho de que no tenga otra conducta la convierte en una sospechosa. Eso es innegable”, explica.

La historia recuerda al caso de Amanda Knox, la estudiante estadounidense acusada de matar a su compañera de piso durante su intercambio en Italia. Aunque no fue una fuente de inspiración para el francés, admite que tienen puntos comunes: “Son jóvenes, mujeres con libertad sexual, y parece que eso es más importante que el asesinato. Dice mucho del mundo en el que vivimos”. La chica del brazalete es muy similar a Acusada (2018), del argentino Gonzalo Tobal en tanto que ambas hablan de chicas de 17 o 18 años que no pueden disfrutar de su mayoría de edad porque la justicia las ahoga. Demoustier asegura que “rodaron al mismo tiempo” y que aún no la ha visto, aunque ha tenido acceso al guion para asegurarse que no giraran en torno a lo mismo. Lo que le interesa a él es entrar de lleno en la cuestión de “hasta qué punto llega una pareja a conocer a sus hijos”.

Las dudas asaltan a los padres, al hermano, o a los espectadores, pero ni siquiera el director sabe si Lise es la asesina. “Cuando hacíamos la película la actriz me lo preguntó. Yo le dije: ‘A ti te toca decidir, pero no me lo digas porque yo muestro el punto de vista de los padres”. Su intención es sostener la inquietud que subsiste en un juicio sin pruebas irrefutables. “En el cine lo normal es revelarlo todo, pero en la vida real uno tiene que interpretar”.

Durante la trama, Lise se enfrenta a un dictamen paralelo: el moral. Después de poner un vídeo en el que le realiza sexo oral a un amigo, la abogada de la acusación le pregunta: “¿Se considera usted una chica fácil?”. La reputada actriz que interpreta al personaje es Anaïs Demoustier, hermana del director, que a sus 33 años representa esa ala que cree ser dueña de la ética y la verdad. “En la primera versión había pensado en que el fiscal fuese un hombre de 50 años, pero cuando me documenté fui a muchos juicios y constaté que había muchas fiscales y que cuanto más jóvenes más violentas y virulentas, sobre todo en cuanto a costumbres y hábitos sexuales”, resalta el director, que incide en que no quería reducir la historia a un conflicto de género o generacional.

Ante la pregunta de la abogada, Lise le responde si tendría la misma duda si ella fuera un hombre. El cineasta francés asegura que si fuera así, el largometraje sería muy diferente: “Es una violencia tremenda para ella y para sus padres que su vida sexual se viera tan abiertamente en público. Esto demuestra que, por muy liberales y progresistas que seamos, la igualdad entre sexos sigue siendo un problema”. Para Demoustier, los mayores tienen la sensación de no entender a los jóvenes, pero estos necesitan emanciparse, y por ello crean sus espacios y mecanismos. Él quiere retratar las nuevas concepciones sin valorarlas, por eso ha optado por la ley. “Un juicio es una autopsia de una persona. En este caso, de una generación”, resume.

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