Ana Penyas dibuja los nubarrones de 60 años de sol y playa
La segunda obra de la autora valenciana retrata el impacto del turismo y la especulación urbanística en las vidas cotidianas. ‘Todo bajo el sol’ confirma su lenguaje propio tras su celebrada irrupción en 2018 que le valió el Premio Nacional de Cómic
El estreno más aplaudido del cómic español del siglo XXI fue una historia de abuelas. Estamos todas bien, la primera novela gráfica de Ana Penyas (Valencia, 33 años), ganó todos los premios importantes que podía ganar de una tacada: el Nacional de Cómic (primera mujer en lograrlo), Autor Revelación en el Salón de Barcelona y el Internacional de FNAC-Salamandra Graphic. Ocurrió algo aun más difícil: activó un resorte colectivo adormecido. Herminia y Maruja pasaron de ser las abuelas de Penyas a convertirse en símbolos de la generación de mujeres que mantuvieron en pie a la sociedad a partir de la posguerra haciendo pucheros, pasando bayetas y zurciendo calcetines. Medio mundo tenía una deuda con esas abuelas que descubrieron la libertad en el carné de conducir. Unas vidas corrientes tan universales que la obra se ha traducido al croata y al francés y en breve se publicará en Fantagraphics, palabras mayores en el cómic de EE UU. La irrupción más apabullante de una ópera prima en el tebeo español —sirva de medida que ha vendido 18.400 ejemplares en un sector donde la tirada media ronda el millar— en las últimas tres décadas. ¿Y luego qué? ¿Penyas iba a ser la autora de un solo éxito?
El luego se llama Todo bajo el sol, que publica Salamandra Graphic el 11 de febrero, y viene a corroborar las promesas que se intuían entre las viñetas de Herminia y Maruja. Si el primero era casi un álbum de autoficción, el segundo es casi un ensayo gráfico sobre el turismo y sus dentelladas en el urbanismo y en las vidas corrientes. Del España es para usted, la guía que lanzó el franquismo en 1964 para atraer a la Europa del frío, a la gentrificación y especulación del siglo XXI desatadas en los centros urbanos tras la inversión de dinero público. Todos los lodos del ladrillo. “Me agobiaba mucho la segunda obra, pero no podía dejar de hacer nada ni abrumarme. Cuando empecé el proyecto, en abril de 2018, el tema del turismo estaba súper candente.He intentado que sean cosas muy distintas, aquí hay más ficción y he sacado mi parte más analítica”, confía en Madrid durante una entrevista presencial en la sede de su editorial.
Penyas tiene sello propio que también se aprecia en álbumes que ilustró como Mexique, el nombre del barco (Libros del Zorro Rojo) o En Transición (Barlin Libros): despliega una puesta en escena original (el dibujo artesanal, el collage mediante la transferencia de imágenes y el protagonismo de los objetos) y construye sus guiones desde una visión crítica de la realidad que sustenta sobre una investigación de los acontecimientos que narra. En ella, lo personal siempre es político. Ocurrió con el relato de sus abuelas, donde reivindicaba un protagonismo para las cocinas en la memoria histórica, y se repite ahora en un álbum donde las vicisitudes biográficas de sus protagonistas están marcadas por decisiones económicas y políticas que se deciden entre atracones de marisco o en despachos de diseño ubicados a miles de kilómetros. “Intenté buscar personajes un poco neutros, ni víctimas ni verdugos, un poco como mis abuelas, vidas corrientes que sufren las consecuencias de lo que otros deciden por ellos. Al final es también un libro sobre capitalismo y economía, que muestra esas cosas cotidianas atravesadas por lo macro”, expone.
La obra, dibujada manualmente con lápices de colores y luego retocada en ordenador, recorre casi seis décadas de la historia reciente del litoral español. Ambientada en la costa levantina, documenta ese tipo de desarrollismo turístico que se dio en algunos puntos de Andalucía, Murcia o la Comunidad Valenciana a partir de los años sesenta. Penyas recupera eslóganes (el título del libro sale de una campaña publicitaria de los ochenta), carteles e imágenes que reviven el momento en que empezó todo. Las secuencias de Soy curiosa (Amarillo), una película sueca de 1967 de Vilgot Sjöman, son un bofetón a la frivolidad del turista, el de entonces y el de ahora.
—¿Conoce usted a Franco?
—No.
—¿Qué piensa de su régimen?
—No hablo de política cuando estoy de vacaciones.
Después de descubrir el documental en un libro, Penyas se reencontró con los fotogramas en una exposición en Barcelona dedicada al impacto del turismo. No solo apreció su valor histórico. Aquellos suecos que ignoraban quién era Franco –o, sabiéndolo, no les importunaba dejar dinero en su país– son los españoles que aterrizaban en otros destinos en la era pre-covid. La playa como un lugar donde también los principios echan la siesta. “Esa película es un espejo de las cosas que hacemos nosotros, cuando te vas de vacaciones dejas fuera la política. ‘Estoy de vacaciones por encima de todo’ y te puedes ir a lugares donde hay situaciones dictatoriales y no le hacemos tanto asco. La película servía para entender el pasado pero también la lógica del turista actual”.
En el proceso de documentación se cuestionó ciertas verdades oficiales: “Tenemos en el imaginario que el turismo trajo las libertades y rompió el régimen y, sin embargo, es justo lo contrario: el turismo le dio aliento para unos años más, y dinero por supuesto, a pesar de las contradicciones que generaba para el propio régimen”. La democracia apuntaló la apuesta del sol y playa. “Todas las administraciones, más o menos, han defendido el mismo modelo”.
El cómic muestra la evolución de un doble proceso, que comparten la cultura del ladrillo: el avance residencial exigido por el turismo a costa de la pérdida de paisajes tradicionales como la huerta levantina y la gentrificación en barrios urbanos que en el pasado estuvieron degradados y se revitalizan gracias a fondos públicos, como el Plan Urban de la Comisión Europea. “Al final regenerar ha significado que se ha metido dinero público para atraer la inversión privada, no para mejorar las vidas de la gente que estaba en esos barrios”, sostiene la autora.
La pandemia ha frenado en seco los procesos de gentrificación, pero en 2018, cuando Ana Penyas escogió el turismo para su segundo proyecto, era un debate encendido en ciudades saturadas como Barcelona. “Pero pensé que no quería quedarme en el ahora: la subida de alquileres, el Airbnb... me parecía que todo podía caducar rápido y ahora mismo es evidente”, señala en alusión al parón pandémico. “Me pareció interesante entender el porqué de esto”, continúa Penyas, “cómo hemos llegado hasta aquí. Te encuentras con el franquismo, lo que supuso el turismo para legitimar el régimen, los ochenta y los noventa y la inocencia con la que se veía el turismo, al final el turismo fue una excusa que hizo que salieran otros temas que tenían que ver con el territorio y el ladrillo en España”.
Babelia
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