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El regreso a casa del dios de la isla

República Dominicana reclama a Italia la devolución de una deidad taína única en el mundo sacada del país a principios del siglo XX

Cemí del Museo Arqueológico de Turín.
Cemí del Museo Arqueológico de Turín.Museo Arqueológico de Turín

El gran señor taíno, considerado una deidad por el pueblo que habitó la isla de La Española (actuales Haití y República Dominicana), murió entre 1439 y 1522, poco antes o poco después de que la historia del mundo estuviese a punto de cambiar. Su cráneo divino fue introducido en el interior de una figura de algodón de 75 centímetros de altura con forma humana. Es el único cemí o zemí de algodón que queda en el mundo. Todos los demás han desaparecido. El que perdura se halla en el Museo de Antropología y Etnografía de la Universidad de Turín (Italia). El Gobierno isleño lleva tiempo exigiendo su vuelta y hasta prepara una sala en el Museo del Hombre Dominicano para él con las máximas medidas de seguridad, pero el centro universitario italiano argumenta que fue un regalo del presidente Pedro Santana en 1848. Los dominicanos lo niegan. Su viceministro de Patrimonio Cultural, el arquitecto Gamal Nasser Michelén, explica así la reclamación: “Quien pierde su patrimonio, pierde su identidad”.

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El cemí, según el Gobierno dominicano, fue encontrado en 1891 ―casi 50 años después de la supuesta donación de Santana― por un cazador que perseguía un jabalí que se había refugiado en las cuevas de Maniel, en San Cristóbal, al oeste de Santo Domingo. Cuando descubrió la figura, pensó que se trataba de otro animal acorralado y arremetió contra él con un cuchillo. En 1903, la deidad pasó a manos de la familia genovesa Cambiaso, que trasladó el cemí a su país. Ahí se perdió su pista hasta que la sala turinesa lo expuso en 1950 con la siguiente etiqueta: “Ídolo antropomorfo peruano [sic] hecho de fibra vegetal entrelazada, que contiene un cráneo y que muestra un ojo oscuro y otro claro”. El relicario, según los investigadores dominicanos, pudo haber llegado al museo a través de una subasta.

El antropólogo Bernardo Vega Boyrie, en su obra El zemí de algodón taíno, relata que los indígenas creaban ídolos de piedra o madera donde solían colocar los huesos de sus parientes. Sin embargo, solo utilizaban el algodón como forma de enterramiento para los gobernantes, los que se conocen popularmente como caciques, unas personalidades religiosas cercanas a la divinidad. De los primeros cemíes se conservan algunas piezas, pero de los segundos no, a pesar que fueron objeto de comercio y regalo en el siglo XVI por toda Europa.

En el estudio Dioses… decorados con la aguja de bordador: Los materiales, la confección y el significado de un relicario taíno de algodón, de Joanna Ostapkowicz y Lee Newsom, de la Universidad de Oxford, se explica que “los relicarios más grandes eran consultados como oráculos y se mantenían en lugares aislados, como casas de caciques apartadas de la aldea o en cuevas; el acceso a ellos estaba restringido aunque sus pronunciamientos fuesen, en gran medida, en favor de la comunidad”. Del cemí de Turín se conservan bocetos desde finales del XIX, cuando fue estudiado por Jesse Walter Fewkes, del Instituto Smithsonian. De hecho, aparece en la obra Amerika, del famoso ilustrador Rudolf Cronau.

Su búsqueda por parte de los dominicanos comenzó en 1970 cuando el historiador Bernardo Vega fue avisado de que se encontraba en el Museo Británico de Londres. Pero la información no era cierta, por lo que continuó con su investigación hasta hallarlo en Turín. El museo italiano ha respondido a EL PAÍS por escrito: “La petición de devolución, que recibimos por primera vez el pasado septiembre, será debatida en el Comité Interministerial para las Devoluciones a finales de este mes. Por tanto, es oportuno esperar sus deliberaciones”.

Y continúan: “Podemos confirmar que el preciado objeto fue adquirido por nuestro museo alrededor de 1928 gracias a la donación de un abogado de Génova que, a su vez, lo había recibido de la familia Cambiaso. Giovanni Battista Cambiaso, comerciante genovés que se convirtió en una figura importante de la historia de la República Dominicana y luego fue cónsul en Santo Domingo, lo recibió como regalo en 1848 del general Pedro Santana, presidente de la República Dominicana”.

El museo afirma, igualmente, que el cemí ha sido mostrado “en varias exposiciones en Italia y en el extranjero”, lo que fuentes del Viceministerio de Creatividad y Participación, que dirige Giovanni Cruz, niegan tajantemente. Y agregan: “Nos alegraría poner en marcha una colaboración con las instituciones museísticas y universitarias de la República Dominicana para continuar juntos con las investigaciones y la puesta en valor de un objeto tan fascinante”.

En 2010, el escritor Danilo Manera intentó un primer contacto con los responsables del museo para su vuelta a la República Dominicana. Fue recibido por los directivos, que le mostraron el relicario dentro de una urna de cristal. Posteriormente, el Gobierno caribeño se puso en contacto con el europeo para intentar oficialmente ya la devolución, pero el museo turinés no depende del Ejecutivo de Roma, sino de la universidad, por lo que el Gobierno italiano poco pudo hacer ante la negativa del centro docente.

Las conversaciones entre ambos gobiernos se han seguido manteniendo a través de embajada en Roma, algo que ahora quiere continuar el Ministerio de Cultura que preside Carmen Heredia. El embajador en Roma, Tony Raful Tejada, pide a los italianos “un esfuerzo que culmine en el triunfo de las relaciones entre ambos pueblos”. “El cemí no es un trofeo sino un valor cultural, un vehículo que aúne las voluntades nacionales por encima de cualquier apego”. El embajador ofrece, incluso, la celebración de una gran exposición taína “dentro de un plano armonioso a través de las cancillerías”.

Los conservadores del museo turinés han realizado en los últimos años pruebas de laboratorio y radiocarbono a la figura. Así se ha determinado en un “porcentaje del 76,7” que fue elaborado entre 1439 y 1522. En cuanto al cráneo de su interior corresponde a un “hombre adulto de dientes poco desgastados, al que le faltan un molar y un premolar que perdió antes de su muerte”. La cabeza sufre “una modificación craneal que le habría sido hecha durante la infancia”, que correspondería a “una práctica bastante común, una marca de identidad grupal”, dicen Ostapkowicz y Newsom.

El Gobierno dominicano sigue reclamando su regreso y la Dirección General de Museos, que encabeza Carlos Andújar, prepara una sala para exponerlo. “Si hay un capítulo asfixiante y desesperante en Cien años de soledad es cuando Macondo pierde la memoria. Si perdemos la memoria, perdemos la identidad, porque dejamos de ser y nos convertimos en el otro. Eso pasa con los pueblos cuando van perdiendo su patrimonio, que poco a poco van dejando de ser”, recuerda el viceministro Gamal Nasser Michelén, “por eso queremos que vuelva al país de donde nunca debió salir”.

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