Los superhéroes ya somos todos
Los cómics de Marvel y DC lanzan nuevos personajes o modifican a sus iconos para incluir etnias, géneros o religiones diversas y conquistar nuevos públicos
En un grupo de superhéroes, volar no es ninguna sorpresa. America Chavez también es invulnerable y su fuerza resulta devastadora. Es decir, talentos comunes entre sus amigos disfrazados. Pero la joven suma otro superpoder, más especial: no tiene miedo de ser distinta, de discrepar. Además de enemigos, tumba estereotipos. Hija de dos madres, latina, lesbiana. En una viñeta, reivindicó que “no hay que avergonzarse de estar asustados”. En otra, corrigió a una compañera: “Princesa, he visto cómo me miras. No eres tan hetero”. Con sus golpes, la chica abre portales a dimensiones alternativas. Pero muestra a los lectores que otro mundo real también es posible.
Su historia encarna una revolución en los tebeos de Marvel y DC. Desde hace una década, el musculitos caucásico ya no es el único capaz de salvar el planeta. El traje de Spiderman ahora no oculta solo a Peter Parker, sino también a la joven Gwen Stacy o al afroamericano Miles Morales; un nuevo Superman chino surca los cielos igual que Clark Kent; Ms. Marvel cree en Alá y ni Copo de Nieve ni Flash se dejan encerrar en géneros binarios. “Si los héroes solo pertenecen a una categoría muy reducida, le estás diciendo a la mayoría de la humanidad que nunca podrá serlo. Y se trata de personajes aspiracionales. Si lo único deseable es ser un hombre blanco hetero, los demás siempre se sentirán de segunda clase. En el mundo existe mucha más gente”, resume Marguerite Bennett, guionista queer aplaudida por normalizar la inclusión en series como Batwoman o A-Force, donde aparece America Chavez.
“En los treinta, las grandes editoriales creían que su público eran los niños. En los sesenta, los chicos blancos. Y en los noventa, los hombres blancos. Ahora, se dan cuenta de que su audiencia es global y mucho mayor de lo que imaginaban”, agrega Bennett. En 2015, un artículo en The Washington Post ya explicaba que las mujeres rozaban la mitad de los lectores de estos cómics. Ya sea por fe inclusiva o porque la lucha que les preocupa es la de su cartera, Marvel y DC han abrazado al fin la diversidad que los cómics independientes ya incorporaron hace varias décadas, como señala Tara Prescott-Johnson, profesora de la Universidad de California en Los Ángeles y coautora del ensayo Gender and the Superhero Narrative. “En parte, es un movimiento de marketing. Pero los cómics están hechos por artistas y algunos sí están muy comprometidos con esta causa”, sostiene Antonio Monfort, autor de Secret Origin: Historia y evolución de los superhéroes (Héroes de papel). El mensaje ha llegado incluso al otro lado del universo: la saga de Star Wars ha celebrado últimamente a sus personajes femeninos en Mujeres de la galaxia (Planeta Cómic).
“Probablemente se debe a una combinación de circunstancias, donde la evolución de la sociedad juega un papel fundamental”, tercia David Fernández, editor de ECC, que publica a DC en España. Al fin y al cabo, Capitán América ya le pegó a Hitler mucho antes de que la Segunda Guerra Mundial terminara, y Spiderman descubrió las atrocidades ocurridas en Vietnam. “Los tebeos de Marvel siempre han estado anclados a la realidad”, defiende Alejandro Martínez, director editorial de Panini Comics, que publica el sello de Iron Man o la Patrulla X en España. Y la realidad, hoy, pide diversidad.
“No es un truco comercial, tiene mucho riesgo. Una gran cantidad de fans de toda la vida no aprecia estos cambios”, agrega Martínez. Cientos gritaron su rabia, por ejemplo, cuando el martillo más temido del Norte pasó a una mano femenina en 2014. “No es Lady Thor, ni Thorita. Es Thor”, tuvo que insistir Jason Aaron, creador de una serie que se acabó ganando un puesto entre las más leídas y celebradas de Marvel. La Batwoman lesbiana de Bennett tuvo menos suerte, al menos comercial: fue cancelada. “No creo en absoluto que se debiera a su sexualidad”, argumenta ella.
Lo cierto es que quedan muchos obstáculos en el camino. La epopeya de America Chavez también lo demuestra. En la vida real, la chica nació en 2011 de dos padres: el guionista Joe Casey y el dibujante Nick Dragotta. Hombres, blancos, igual que los creadores que acompañaron sus tramas iniciales. Cuando la escritora y activista LGTBIQ Gabby Rivera se puso al frente de la primera miniserie en solitario de la joven, en 2017, cerró al cabo de 13 meses. Y la nueva Wonder Woman brasileña o Ms. Marvel han sido acusadas de no representar debidamente su propia cultura o religión.
“Es reductivo decir que solo alguien queer puede escribir de un personaje así. Ahora bien, es frustrante ver tu mundo y tus experiencias narradas (a menudo malamente) por un forastero. Si una compañía nunca ha trabajado, pongamos, con un negro, y saca dinero de historias de negros, es predatorio. Y las tramas son más débiles, porque son menos auténticas. Eso no quita que un autor no negro tenga el deber de aprender cómo contar un personaje de esa comunidad”, argumenta Bennett. Porque, a la vez que el hombre blanco invade territorios ajenos, también protege el suyo: apenas hay mujeres, por ejemplo, escribiendo o dibujando a los superhéroes más clásicos. El Daredevil de Ann Nocenti en los ochenta se mantiene como una notable excepción.
El cambio, eso sí, avanza: ha llegado hasta la cúpula. En DC, Marie Javins ocupa desde noviembre el puesto de editora en jefe; el afroamericano Daniel Cherry es el nuevo gerente general; y el surcoreano Jim Lee maneja las riendas creativas de la compañía. Estos meses, la empresa ha lanzado Future State, una iniciativa que llegará a España en el segundo semestre de 2021, con un Batman negro, entre otros cambios. El año pasado, ECC dedicó cada mes a una heroína, bajo el lema #Poderosas; Lois Lane ya no es solo la esposa de Superman, sino la protagonista de su propia serie; e historias como Cristales rotos (Editorial Hidra) o Harleen han convertido a Harley Queen en un símbolo de empoderamiento. “Las voces diversas son importantes en todo el proceso. En la creación, la escritura, la edición, la ilustración, el marketing... No existiría Ms. Marvel sin Sana Amanat [la editora musulmana que encargó el nacimiento del personaje]”, afirma Tara Prescott.
Aun así, aplausos de críticos y activistas no llenan las cajas. De ahí que las ventas se hayan usado como arma arrojadiza contra los héroes más inclusivos. El caso estalló en 2017, cuando el entonces vicepresidente de Marvel, David Gabriel, afirmó que las librerías especializadas les trasladaban que “la gente no quiere más diversidad”. La compañía se vio obligada a matizar sus palabras, pero la polémica se desató igualmente.
La respuesta resulta casi imposible, debido a un mercado confuso: la venta en EE UU pasó hace tiempo de los quioscos a las comiquerías. Pero la única distribuidora, Diamond, no acepta devoluciones y fuerza a los libreros a medir sus peticiones y evitar apuestas inciertas. Recientemente, además, las ventas en librerías tradicionales han adelantado a las de las tiendas especializadas. Y pese a los casi 1.000 millones de euros de ingresos de los tebeos en Norteamérica en 2019, la mejor cifra en al menos una década según el portal especializado Comichron, manga, novelas gráficas y obras juveniles avanzan, mientras que los superhéroes parecen resignados a la retirada. Los mega eventos que cruzan —y obligan a comprar— varias publicaciones a la vez y el relanzamiento constante de muchas sagas tampoco ayudan, explicaba en 2017 un artículo de The Atlantic. El texto concluía que muchas series diversas se portan “relativamente bien” en el mercado y que las diferencias con las tradicionales, si existen, son mínimas.
Tal vez, en algunos casos, la clave sea muy sencilla: calidad. “Hay una diferencia entre escribir un personaje femenino complejo y coger un superhéroe y ponerle tetas y un vestido. Los lectores son expertos, pueden detectar a un kilómetro de distancia cuando la representatividad es solo testimonial. No comprarán historias con personajes mal diseñados solo porque parecen diversos”, asegura Prescott. Ms. Marvel, por ejemplo, escrita por la guionista musulmana G. Willow Wilson, ha mantenido unas ventas sólidas desde su debut, en 2013. Tanto que la profesora atribuye a esta serie el punto de inflexión que convenció a los grandes sellos de que la inclusión también podía resultarles rentable. Los movimientos Me Too y Black Lives Matter apuntalaron, según Prescott, una tendencia ya en marcha.
Ms. Marvel, además, llegará a Disney +, en una serie de Bisha K Ali. En la gran pantalla, en cambio, debutará America Chavez en 2022, en el nuevo filme del Doctor Extraño. “Lo que sucede en los cómics llega al cine una década después”, reflexiona Monfort. Antes, este año, la joven latina volverá a tener la oportunidad de una serie de tebeos en solitario. “Muchos siguen viendo al hombre blanco hetero como el personaje básico. Son las historias con las que se criaron los que toman decisiones y les parecen apuestas seguras, centradas en sus experiencias”, aclara Bennett. Los lectores, sin embargo, tienen vidas, creencias y pasiones muy distintas. Y creen que también merecen ser narradas. Los superhéroes ya somos todos.
El poder de la belleza
Los héroes de los cómics varían por religiones, etnias, orígenes, orientaciones e identidades sexuales, géneros. Pero prácticamente todos comparten un poder: la súper belleza. Zephyr o Trailblazer, heroínas en cuerpos normales, representan la excepción en un ejército de modelos. “Por definición, se trata de superhombres y supermujeres que afrontan tareas titánicas. Son personajes a menudo construidos a partir de arquetipos regidos por ideales de perfección (algo que no es exclusivo del cómic 'mainstream': el cine, la televisión o la publicidad también se rigen por cánones estéticos casi imposibles). Tampoco podemos olvidar que el género ha dirigido su mirada en numerosas ocasiones hacia el diferente, el personaje atribulado, aquellos considerados 'monstruos”, reflexiona David Fernández, de ECC Ediciones.
Desde luego, los músculos de acero ayudan a ganar peleas y tal vez un kilito de más pueda marcar el desenlace de una batalla. Pero, ¿es necesario un pecho descomunal para salvar el mundo? Una lluvia de críticas fue la respuesta que obtuvo en 2014 Kenneth Rocafort, por una portada de 'Teen Titans' donde la jovencísima Wonder Girl lucía un físico irreal. “Al final el cómic es artístico y busca la belleza. Los cuerpos de los héroes siguen siendo muy bonitos pero hoy en el dibujo se persigue más la asexualización”, explica el escritor Antonio Monfort. De ahí que algunas heroínas lleven disfraces “más tapados” y las poses, en general, busquen resultar menos provocativas.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.