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Libros y plataformas audiovisuales: un romance en serie

Ojeadores y agentes se especializan en venta de derechos, mientras las editoriales crean nuevas divisiones. Todos se suman al auge de la adaptaciones televisivas

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Andrea Aguilar
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El mundo audiovisual y el literario han mantenido una larga relación, con encuentros puntuales y rivalidades sostenidas. Pero en los últimos tiempos los libros se han convertido en un valioso y esencial aliado de las pantallas domésticas.

Un buen termómetro de por dónde van las cosas es el acuerdo que la legendaria scout (ojeadora) literaria neoyorquina Maria Campbell estableció con Netflix hace justo tres años. “Los libros están viviendo una edad de oro con las adaptaciones y las plataformas que crecen como champiñones. El contenido es el rey”, cuenta en conversación telefónica. Campbell, que fundó su agencia en 1987 y trabaja con editoriales en 20 países, recuerda que uno de los primeros grandes éxitos de Netflix, Orange Is the New Black, vino de una novela. La flexibilidad del nuevo modelo, afirma, permite adaptar cada libro de la mejor forma sea como documental o incluso como serie de animación. “Se han derribado fronteras y este es un momento emocionante, haya o no burbuja. Los libros están en la mente de todos. Los guionistas quieren tener material de base y a los productores también les encantan”, explica.

Basta echar un vistazo a los menús de televisión a la carta para comprobar el éxito de la alianza de la literatura y las plataformas: hay bombazos como El cuento de la criada, de Margaret Atwood, y Juego de tronos de George R. R. Martin; o grandes producciones como la serie realizada a partir de la tetralogía de Elena Ferrante. La lista es larga y no para de crecer, y el mercado en español no se queda atrás: sirvan como muestra las adaptaciones de Patria, de Fernando Aramburu, y Dime quién soy, de Julia Navarro, cuyos estrenos están previstos esta primavera, o la producción de la saga de Elisabet Benavent.

Al calor de la fiebre televisivo-literaria, las editoriales crean nuevas divisiones para gestionar la venta de derechos audiovisuales, los productores se afanan en opcionar y presentar proyectos a las plataformas, y surgen nuevas empresas que mueven los catálogos literarios.Tras 20 años vinculada al sector editorial, la barcelonesa Misia Sert se lanzó como ojeadora o scout literaria, y el primer cliente que llamó a su puerta fue la productora Brutal Media. "Para los scouts el mercado audiovisual es el presente, no sé si será el futuro", apunta. 

En busca de la no ficción

A. A.

No solo de ficción viven las series, y buena muestra de ello son éxitos recientes como Chernobyl, que parte de la obra de la premio Nobel Svetlana Aleksievich, o en el plano nacional Fariña, basada en el libro de Nacho Carretero. "Hay mucha voracidad por contenido y la no ficción no queda fuera", apunta Álex Martínez Roig, de Movistar +. Juan Cerezo, de Tusquets, cuenta que hay mucho interés pero aún nada cerrado para adaptar A finales de enero, el libro de Javier Padilla sobre Enrique Ruano que ganó el premio Comillas. Los libros sobre personas reales plantean algunos retos y dificultades en sus adaptaciones, a veces varios libros sirven de base como ocurrió con el filme de Amenábar sobre Miguel de Unamuno, Mientras dure la guerra. Otro frente interesante son las adaptaciones que parten de artículos y reportajes periodísticos. "El New York Times, el grupo Conde Nast y revistas como The Atlantic cuentan con departamentos enfocados a la venta de derechos audiovisuales", explica la ojeadora Maria Campbell desde Nueva York.

La semana pasada, 245 profesionales involucrados en esta trama —bien desde el lado literario, bien desde el audiovisual— se dieron cita en la tercera edición de Rodando página. Los libros van a las pantallas, una jornada celebrada en la Casa del Lector de Matadero, en Madrid, organizada por Asociación Madrileña Audiovisual (AMA) y la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE). “Hay eventos similares en la Berlinale, el Festival de Cannes e incluso en el festival de Sitges, pero vimos que faltaban en España sitios en los que conectar”, explicaba Mario Madreño, de AMA. “Hay una fuerte necesidad de historias. Por eso se tira de libros, de cómics, de álbumes infantiles. Se reclaman más series”.

En el discreto escenario de la Casa del Lector fueron presentados 14 títulos que abarcan un amplio abanico: desde Vivan las uñas de colores, un libro infantil que aborda las “masculinidades tóxicas”, según explicó el escritor y editor Luis Amavisca, hasta la primera novela de Anna Pacheco, Listas guapas, limpias. A esta autora la acompañaba Conxita Estruga, directora de ventas de derechos del grupo Penguin Random House. “La llegada de las plataformas realmente ha revitalizado el mercado de las adaptaciones y ha puesto a toda la industria en marcha: editores, televisiones y productores. El hambre no se agota”, subrayaba Estruga.

Palmira Márquez, de la agencia literaria Dospassos, está de acuerdo. “Es un momento dulce. Se están opcionando muchos libros, los congeladores de las productoras se están llenando y, aunque todo no se va a producir, se ha abierto una línea de negocio importante para los autores. Antes, preguntaban por la venta de traducciones y ahora se preocupan más por los derechos audiovisuales”. Desde su agencia ha empezado a “paquetizar”, explica, buscando a directores, productores y actores para montar el paquete y presentarlo.

Autores intocables

El productor Enrique López Lavigne confirma el auge. “Grandes intocables como García Márquez o Bolaño, que antes resultaban complicados de vender o adaptar, ahora suenan en las plataformas. Estamos en proceso de una especie de digitalización audiovisual de las obras maestras de la literatura, y cada vez más cerca de explotar, junto a las editoriales, su traducción a imágenes”, explica por mensaje desde un rodaje. Se ha asociado con el mexicano Pablo Cruz en El Estudio y el resultado es “la adquisición del derecho de opción de seis novelas” para adaptar a series. Esto, dice acercará a sus autores a gente “que ha leído nada de ellos; algunos puede que ni un libro”.

Ignacio Martínez de Pisón trabajó en la adaptación cinematográfica de su novela Carreteras secundarias, pero no en la de la serie basada en su novela El día de mañana. “Me gusta que otros aporten”, explica, y defiende que el formato de las series tiene grandes ventajas para las novelas. “No tienes que comprimir la historia de un libro en 90 minutos”.

Álex Martínez Roig, director de contenidos de Movistar+, ha visto cómo ha crecido la demanda de adaptaciones desde que estrenó Crematorio, basada en la novela de Rafael Chirbes. “Es una evolución natural: las novelas surgieron a partir de los folletines del siglo XIX”, apunta. “Hoy la segmentación del público y la voracidad hace que todo tipo de libros, no solo los best-sellers, tengan opción de ser adaptados”.

El editor Juan Cerezo, de Tusquets, cuenta que Patria, de Fernando Aramburu, uno de los grandes éxitos de su sello, tuvo muchos novios, pero Aitor Gabilondo fue el primero y él logró el acuerdo con HBO. Almudena Grandes, Luis Landero y Leonardo Padura son otros de los autores cuyas obras están en distintas fases de adaptación.

El boom no afecta solo a los grandes conglomerados editoriales como Planeta o Penguin Random House. Jane Pilgrem, encargada de derechos del sello Anagrama, reconoce que reciben casi media docena de consultas a la semana para posibles adaptaciones. Del auge Pilgrem no duda, pero señala que se mueve en muchas direcciones y habla del caso del britanico Nick Hornby, cuya nueva novela de próxima aparición parte de lo que fue originalmente la serie State of the Union.

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Sobre la firma

Andrea Aguilar
Es periodista cultural. Licenciada en Historia y Políticas por la Universidad de Kent, fue becada por el Graduate School of Journalism de la Universidad de Columbia en Nueva York. Su trabajo, con un foco especial en el mundo literario, también ha aparecido en revistas como The Paris Review o The Reading Room Journal.

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