El reto de esculpir los personajes de Disney

Cada película de Disney alberga años de trabajo. La composición de la narración, la caracterización de los protagonistas, la creación del universo fílmico… cada paso requiere de un ingente grupo de profesionales especializados en áreas muy diversas. En el caso del valenciano Iker de los Mozos su conocimiento se centra en la articulación de personajes. Durante los siete años que De los Mozos trabajó para la factoría participó en películas como Frozen, Vaiana o Big Hero Six, la próxima entrega de la colección El arte de Disney-Pixar, que desmenuza el trabajo de creación de las cintas y se puede conseguir este domingo en los quioscos con EL PAÍS o en la web de Colecciones. 

Cuando De los Mozos llegó a Disney la empresa tenía dos proyectos en marcha: Rompe Ralph y Frozen. Él se unió al equipo de esta última. Cuenta que cada proyecto es como una cadena de montaje. “Cada personaje es moldeado primero como si se trata de una escultura clásica. Después nosotros hacemos las estructuras o los botones que emulan los esqueletos o los músculos, tanto a nivel facial como corporal, que permiten que después se puedan mover”, explica el experto. Con esa estructura pasan al siguiente paso, que es la animación, insuflarles vida. Así, el español ha contribuido a que la sonrisa de Púa, el cerdito amigo de Vaiana, sea tan efectiva como para que el espectador le devuelva la sonrisa a la pantalla.

Este proceso queda recogido en los libros El arte de Disney-Pixar, con ilustraciones que reflejan la evolución de los personajes más relevantes, comentarios de los directores de las cintas, etcétera. El arte de Big Hero Six, película dirigida por Don Hall y Chris Williams, que se entrega este domingo, desvela las claves creativas del primer proyecto exclusivamente sobre superhéroes de Disney. Por este motivo se apoyó en Pixar y Marvel para su producción.

De los Mozos ha trabajado en muchas películas de esta colección de EL PAÍS, incluyendo uno de los mayores retos a los que se enfrentó: Zootrópolis. Los animadores suelen reciclar parte del trabajo que realizan en un personaje para emplearlo como base en otros. “Pero en este caso estamos hablando de que uno era una jirafa, el otro un león, todos eran diferentes”, abunda, así que los esfuerzos se multiplicaron. 

Además de los movimientos de la cara o el cuerpo, el español también ha trabajado en el pelo y la ropa de los personajes, una función en la que hay que cuidar incluso la apariencia del peso de las telas. “No solo tiene que coincidir con lo físicamente correcto, sino que visualmente debe ser atractivo, así que debe esculpirse fotograma a fotograma”, señala, reconociendo que es un trabajo extenuante. Confiesa que incluso experimentó el síndrome del impostor, pues se atragantó con algunos temas. “Pero aprendí muchísimo”, remata.